El lenguaje es nuestro principal vehículo de comunicación. Debatimos, reímos y nos emocionamos a través del uso de las palabras. No obstante, esta experiencia cambia significativamente si usamos una lengua extranjera aprendida de forma tardía, debido a que esta requiere un mayor esfuerzo, concentración y recursos cognitivos que nuestra lengua nativa. En este orden de cosas, las palabras emocionales en lengua extranjera no alcanzan el mismo estatus que en lengua nativa, ya que, aunque puedan ser perfectamente entendidas si se ha alcanzado un alto dominio del idioma, no son “sentidas” de la misma manera. Este extraño efecto fue ya descubierto en su día por Freud (en sus pacientes bilingües) y constituyó el core de la actividad de investigación del Dr. Albert Costa en los últimos años.
El Doctor Albert Costa fue el director del grupo de investigación Spech Production and Bilingualism (https://www.upf.edu/web/spb) del Centre for Brain and Cognition de la Universitat Pompeu Fabra, y fue uno de los investigadores españoles más internacionalmente conocidos en el campo de la Psicología experimental y Ciencia cognitiva. El Dr. Costa se situó dentro de los 500 mejores investigadores trabajando en instituciones españolas con mayor impacto científico internacional, estando además entre los 3 científicos más relevantes en el campo de la Psicología Experimental (con un índice H de 41 según Scopus). El Dr. Albert desarrolló una sólida red de amigos y colaboradores durante su extremadamente activa y prolífica vida profesional, con un impresionante número de 150 coautores documentados. Sin embargo, para la desgracia de todos nosotros, amigos y colaboradores, el Dr. Albert Costa falleció tristemente el 10 de diciembre de 2018. Esta Red de Investigación se constituye en respuesta a la dolorosa pérdida de alguien tan importante, tanto para nosotros, como para muchos otros equipos de investigación a nivel nacional e internacional. Es por ello por lo que estamos tratando de establecer un espacio para la promoción y el desarrollo de la actividad científica en el campo de los denominados “efectos de las lenguas extranjeras”, los cuales habían llamado la atención del Dr. Albert Costa, así como la nuestra, en los últimos años.
El desarrollo de una nueva identidad lingüística en una lengua extranjera es tan complejo como necesario, debido a que una correcta aculturación lingüística nos permitirá conectar con nosotros mismos y con la comunidad lingüística a la que pertenece dicha lengua. Asimismo, aprender una nueva lengua fuerza al sujeto a negociar permanentemente su posición frente a los nuevos referentes culturales, reconstruyendo discursivamente sus propios marcos socioculturales (Kramsch, 2009). De esta forma, la aculturación lingüística viene de la mano de un importante nivel de aculturación emocional, definida como un cambio en los patrones de las emociones cuando los hablantes de una nueva lengua entran en contacto directo con esa nueva cultura (De Leersnyder, 2017). La Red ACELERA se fundamenta en el estudio científico de los procesos cognitivos relacionados con la aculturación lingüística y emocional como una función de la adquisición de una lengua extranjera. Con este fin, y siguiendo en gran medida la agenda de investigación del Dr. Albert Costa en este respecto, esta Red de Investigación se centra en cuatro ejes que aluden a la complejidad de la pregunta de investigación desde una perspectiva internacional: aprendizaje, procesamiento emocional, impacto social y aplicaciones clínicas.
Muchos hablantes de una lengua extranjera comparten la intuición de que, incluso alcanzando un alto nivel de competencia, esa lengua es comprendida pero no se “siente” como la lengua nativa (Dewaele, 2008; Pavlenko, 2012). Esta reducción emocional al usar una lengua extranjera es típicamente concebida como un efecto de desprendimiento y, entre las muchas razones sugeridas para explicar esta reducción de respuesta emocional, la teoría más apoyada sostiene que la segunda lengua es aprendida normalmente en contextos académicos, caracterizados por su neutralidad y ausencia de experiencias emocionales ricas cuando se usa la lengua (véase Costa et al., 2014; Duñabeitia, 2017). Interesantemente, este distanciamiento emocional puede hacer “efecto bola de nieve” y alcanzar diferentes áreas, tales como la toma de decisiones, los juicios morales o la psicoterapia.
En este sentido, investigaciones previas han sugerido que hay un descenso de emocionalidad en lengua extranjera (Caldwell-Harris, 2014) y que, en esta, nuestra toma de decisiones se vuelve más pragmática. Asimismo, nuestras reacciones a las palabras emocionales se reducen en un contexto de lengua no nativa. Sin embargo, existe muy poca investigación sobre cómo esto afecta a la memoria en cuanto al contenido emocional. Dichos aspectos concretos del procesamiento afectivo constituirán una de las líneas centrales de investigación dentro del marco de esta Red, uniendo específicamente manejo emocional, procesamiento de lenguas extranjeras y aprendizaje.
En este orden de cosas, Bond y Lai (1986) descubrieron que los bilingües se sentían más cómodos al tratar temas vergonzosos en su segunda lengua que en su lengua materna. Con la introducción de nuevos métodos de investigación, se abrió la puerta al estudio de este distanciamiento emocional en un idioma extranjero utilizando métodos clásicos para medir la reactividad emocional, como la conductancia de la piel, la resonancia magnética funcional y la dilatación de la pupila. En este sentido, Ayçiçegi y Gleason (2003) estudiaron la reacción de la conductancia de la piel de los bilingües presentándoles palabras que variaban en valencia emocional, desde palabras positivas a negativas, neutras, reprimendas y expresiones tabú. La reacción emocional de los bilingües a las reprimendas y las expresiones tabú fue mayor en su lengua materna que en su lengua extranjera. Este resultado se complementa perfectamente con el hecho de que los bilingües prefieren usar su lengua extranjera para blasfemar (Dewaele, 2004, 2010), lo cual se ha replicado con varias muestras bilingües diferentes (Caldwell-Harris y Ayçiçeǧi-Dinn, 2009; Eilola y Havelka, 2011).
En línea con investigaciones anteriores, Iacozza, Costa y Duñabeitia (2017) exploraron este distanciamiento emocional utilizando otra medida de activación del sistema nervioso central: el tamaño de la pupila. Se sabe que cuanto más grande es la pupila, mayor es la activación del sistema nervioso central (Steinhauer et al., 2004). En cuanto a este respecto, Iacozza, Costa y Duñabeitia se centraron en las emociones negativas y neutras y, al usar oraciones sin contenido autobiográfico, encontraron diferencias en el procesamiento del contenido emocional negativo, ya que, en el segundo idioma, el tamaño de la pupila aumentó menos en comparación con la lengua materna. Además, los participantes mostraron un tamaño de pupila más grande cuando leyeron las frases neutrales en su segundo idioma, probablemente reflejando el mayor costo cognitivo asociado con el procesamiento de un idioma extranjero (Alnaes et al., 2014). Estos resultados muestran que la reducción emocional en un segundo idioma no se limita a expresiones particulares con una gran carga autobiográfica, sino que también se extiende al contenido con poco equipaje autobiográfico. A partir de estos hallazgos, uno de los aspectos científicos de particular relevancia para esta Red será promover y desarrollar investigaciones sobre la reducción emocional asociada con la lengua extranjera en diferentes escenarios y contextos lingüísticos.
Curiosamente, el desapego emocional en un idioma extranjero también se puede utilizar estratégicamente para obtener ciertos beneficios psicosociales. Por ejemplo, uno podría imaginar fácilmente el uso del idioma extranjero para disculparse como una forma de reducir el coste emocional asociado a la disculpa. Además, y en línea con una línea de investigación desarrollada por el Dr. Albert Costa y algunos de los miembros de esta Red de Investigación, también podría emplearse un idioma extranjero para reducir el impacto cognitivo de mentir en situaciones en las que el engaño podría ser un ventaja. Así, la pregunta que representa un desafío para esta Red de Investigación es si el uso de un idioma extranjero puede modular de manera sustancial la producción y/o la percepción de la mentira.
La detección de declaraciones falsas producidas en un idioma extranjero podría ser diferente de hacer lo mismo cuando estos se producen en un idioma nativo por varias razones. Primero, hablar un idioma extranjero es difícil y a menudo conduce a una salida más ruidosa. Esto puede dificultar la fiabilidad con la que el oyente puede usar ciertos marcadores que distinguen las declaraciones verdaderas y falsas. Segundo, mentir y hablar un idioma extranjero son actividades cognitivamente exigentes. Por lo tanto, se podría pensar que las declaraciones falsas producidas en un idioma extranjero serían mucho más evidentes que las producidas en un idioma nativo. De hecho, los pocos estudios previos sobre mentir en un idioma extranjero mostraron mayores respuestas psicofisiológicas (es decir, mayores niveles de conductancia de la piel y dilatación de la pupila más grande) en comparación con mentir en un idioma nativo (Caldwell-Harris y Ayçiçeği-Dinn, 2009). Esto sugiere que el costo cognitivo de mentir se suma al de hablar en un idioma no nativo (costos acumulativos y no interactivos; ver Duñabeitia y Costa, 2015). Tercero, un aspecto notable que impacta la detección de mentiras es la confiabilidad de los hablantes y su acento (es decir, estado nativo; Chebat, Filiatrault y Perrien, 1989; Tigue et al., 2012). Las personas con un discurso con acento pesado son percibidas como menos confiables y creíbles (Kinzler, Corriveau y Harris, 2011; Lev-Ari y Keysar, 2010).
Dadas estas observaciones, una de las preguntas que constituirán un tema guía de esta Red de Investigación es si la producción y detección de declaraciones verdaderas versus falsas se ve afectada por el idioma en el que los hablantes las producen (idioma nativo versus idioma extranjero).
Por otra parte, y en línea con el posible uso estratégico de la lengua extranjera, vale la pena preguntarse si podría haber un impacto beneficioso del uso de la lengua extranjera en entornos psicológicos clínicos. Ya a principios del siglo XX, Freud informó de que, en situaciones que podían alcanzar altos niveles emocionales, algunos de sus pacientes preferían cambiar a su idioma extranjero para aumentar la protección y el distanciamiento emocional (Freud, 1918). Esta observación fue luego corroborada por Marcos (1976) y, de esta manera, la Psicología, desde la práctica clínica, se familiarizó con la idea de que el impacto emocional de los idiomas difiere según su estado de origen y extrañeza.
El componente final de la actividad de investigación que quiere ser respaldado, desarrollado y hecho visible en esta propuesta es la posibilidad de que el contexto del lenguaje puede ser un factor que afecta la reactividad emocional de las personas y la elección de estrategias de regulación. La relación entre el uso de lenguas extranjeras y los procesos emocionales tiene una larga historia en el contexto de la salud mental (ver Martinovic y Altarriba, 2013, para una revisión). De hecho, los pacientes bilingües a veces prefieren usar su segundo idioma cuando hablan sobre temas relacionados con la ansiedad (Freud, 1893; Foster, 1992; ver Costa y Dewaele, 2014).
Sin embargo, la mayor parte de esta investigación se ha centrado en autoinformes y estudios de casos, lo que resulta en una falta de evidencia experimental clara sobre el fenómeno. En 2016, el Dr. Albert Costa, con algunos miembros de esta Red, comenzó una línea de investigación para estudiar este efecto experimentalmente. En un estudio (García-Palacios et al., 2018), se demostró que la adquisición del miedo estaba influenciada por el contexto del lenguaje. Usando un paradigma experimental de adquisición del miedo (Phelps et al., 2001), descubrieron más concretamente que su adquisición era más fuerte si el participante estaba en un contexto de primer idioma que si estaba en un contexto de segundo idioma. Este estudio fue el comienzo de una prometedora línea de investigación cuyo objetivo final es utilizar esta evidencia científica para mejorar la comprensión de los trastornos emocionales y utilizar el contexto del lenguaje para mejorar la psicoterapia.