Javier Pericacho, profesor del Departamento de Educación de la Universidad Nebrija, es autor del libro Actualidad de la Renovación Pedagógica, publicado este año 2016 por la editorial Popular. Inmerso en la Semana de la Educación que organiza la Facultad de las Artes y las Letras, ha sacado tiempo para explicar en esta entrevista algunas de las claves para realizar una adecuada renovación pedagógica.
¿En qué situación se encuentra el sistema educativo en la actualidad en España?
Esta es una pregunta muy amplia que requeriría de mayor espacio. Realizando un esfuerzo de síntesis, se podría decir que España no obtiene buenos resultados en PISA, tiene muy instaladas prácticas didácticas negativas, es líder en desempleo juvenil, población NI-NI y abandono escolar temprano. Veamos con detenimiento: Población NI-NI, el 20,7% de los españoles de entre 15 y 29 años no estudió ni trabajó en 2014. Cifra alta si se compara con el 15% de la media de la OCDE. El porcentaje de paro juvenil es muy alto en términos comparativos, en el año 2013 fue del 57%. El rendimiento educativo de España en las pruebas PISA permanece por debajo de la media de la OCDE. Por otro lado, la tasa de abandono escolar temprano en 2013 fue del 23,5%, es decir, duplica la media europea. Uno de cada tres alumnos se aburre en la escuela y abandona los estudios, el doble de la media europea. Curiosamente, la principal razón aducida por los estudiantes para abandonar los estudios prematuramente es por rechazo. Estos datos y la situación que se genera son insostenibles.
Por otra parte, hay tradiciones didácticas muy implantadas en España (dictadas por la costumbre) que deberían sopesarse con detenimiento ya que, por ejemplo, el uso de procesos evaluativos del profesorado, la colaboración profesional y la enseñanza conjunta con otro u otros profesores es escasa en España. Así, por ejemplo, el 87% de los docentes de enseñanza secundaria nunca ha observado la clase de otro profesor, dato que casi duplica la media de la OCDE (45%).
Tanto en su libro como en un artículo recientemente publicado en la revista “Cuadernos de Pedagogía”, usted habla de la necesidad de una renovación pedagógica, ¿En qué consiste dicha renovación?
Hemos pasado de problemas cuantitativos a problemas cualitativos. Es decir, una vez asegurado una mesa, una silla y un profesor a cada alumno, ahora debemos asegurar una educación integral de calidad. La escuela debe educar en la vida, no para la vida como señalaba Dewey. No contemplar la necesidad de renovación constante de la escuela puede generar el distanciamiento, e incluso el no cumplimiento de las altas expectativas que la sociedad deposita en ella. Haciendo un juego de palabras, seguimos manteniendo una escuela del siglo XIX, con profesores del siglo XX y alumnos del siglo XXI.
Se ha normalizado el aburrimiento y la desafección de los alumnos. En referencia al estancamiento metodológico del modelo de escuela tradicional, hace tiempo escuché a un profesor a punto de jubilarse lo siguiente: “algunos niños salen adelante a pesar de la escuela, no gracias a ella”. Evidentemente, algo estamos haciendo mal en edades tan importantes para el correcto desarrollo de la persona. Algo hemos perdido en el camino.
El modelo de escuela tradicional se encuentra estancado en los requerimientos propios de la Revolución Industrial, no promoviendo el desarrollo integral de los alumnos. Cada vez es más urgente la creación de una nueva cultura escolar que favorezca la posibilidad en los estudiantes de ejercer de forma dinámica, crítica e integral el desarrollo de todas sus capacidades, no la mera respuesta mecánica a problemas desconectados de la realidad. Por ello, debe ser superado a través de una fundamentación científica acreditada y sobre todo, del ejemplo de prácticas metodológicas de reconocida calidad y solidez teórico-práctica. En este sentido, yo estudio la renovación pedagógica española ya que representa una larga trayectoria de compromiso socio-educativo docente, innovación pedagógica y crítica con criterio por la mejora de la educación, la cultura y la sociedad.
La renovación pedagógica es un concepto amplio y flexible que ha estado siempre íntimamente ligado al contexto histórico, político y social. Es la búsqueda de una escuela no sólo configurada como contexto académico, también entendida como motor de mejora personal, cultural y social. Ha sido promovido por parte de los sectores más críticos de la comunidad educativa, partiendo de la necesidad de buscar incesantemente mayor calidad y adecuación de la respuesta educativa a la realidad social. Por tanto, representa una actitud crítica, reflexiva, comprometida e innovadora constante, siempre favorable a la mejora de la institución escolar, y en última instancia, a la sociedad en su conjunto. Parte fundamental de la realidad que alberga podemos dividirla en dos puntos fundamentales: por un lado, diferentes colectivos docentes auto-organizados; por otro, diversos centros escolares críticos con el modelo pedagógico tradicional.
Usted habla de una renovación alejada de modas educativas transitorias e innovaciones huecas. ¿Cómo se lleva a cabo sin caer en estas prácticas?
En tiempos de ruido y velocidad, parece necesario parar y reivindicar la labor del profesor reflexivo, creativo, investigador, comprometido, ilusionado y de una gran talla intelectual. Profesores cuya cotidianidad sea ejemplo de ocupación y preocupación real por los alumnos. Debemos re-apasionar lo elemental, aunque parezca modesto, buscar fórmulas donde no haya tanta distancia entre el tiempo para vivir y el tiempo para aprender. Como docentes debemos ser sujetos críticos pero con criterio y no caer en etiquetas y modas educativas que van y vienen, algunas veces con más ruido que contenido.
Las recetas educativas no existen. La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes, por tanto, yo prefiero hablar de profesores ocupados y preocupados en generar una educación integral de calidad y con mayúsculas, no tanto de conceptos educativamente “cool” que van y vienen. Debemos estar totalmente receptivos a las nuevas innovaciones educativas que vayan surgiendo pero, igualmente, tener criterio para diferenciar el trigo de la paja. En educación hay algo muy sencillo: lo que demos a los alumnos en las escuelas, los alumnos darán a la sociedad de adultos.
En este sentido, ¿qué caracteriza su labor docente? ¿Cómo realiza sus clases en la universidad?
Creo que hay no hay que perder de vista nunca que la universidad es una institución fundamental en la elevación cultural, la evolución del saber y el progreso de la sociedad. Un centro superior de conocimiento con capacidad de formar personas de pensamiento y acción inteligente. Desde esta idea siempre intento promover en los alumnos un posicionamiento intelectual elevado y justificado.
La metodología que utilizo es variada, siempre conjugando teoría y práctica, potenciando aprendizajes significativos, fomentando la crítica con criterio y favoreciendo el intercambio de ideas y reflexiones. Fundamentalmente, la metodología se vertebra a través de lo siguiente: talleres, discusiones e investigaciones sobre temas históricos y actuales de relevancia, seminarios prácticos, debates, clases magistrales, cine fórum, role playing, todo tipo de prácticas y dinámicas individuales y de grupo y comentarios de lecturas.
¿Cuáles son los primeros pasos que deben tomar los profesores que quieran trabajar en esa renovación?
Uno no educa en lo que quiere, educa en lo que es. Desde nuestro desempeño laboral debemos ser ejemplo de coherencia, revisar a fondo los esquemas teórico-prácticos en los que hemos sido formados y en los que se fundamenta y cobra sentido nuestra cotidianidad. Hablo de permitir ejercer la palabra a los alumnos y no condenarlos al silencio; educar en la pregunta, no en la respuesta; educar para aprender a convivir en un mundo plural, la democracia no se aprende, la democracia se practica. En definitiva, pasar de una visión academicista centrada en la asignatura y el libro de texto a una visión centrada en la vida y el ser humano. Tal como señalaba Paulo Freire: la educación no debe brillar por su sonoridad sino por su fuerza transformadora.
¿Son las nuevas tecnologías una ayuda al respecto?
A la hora de implementar nuevos medios y contenidos en los procesos educativos que tienen lugar en las aulas, como las TIC y el segundo idioma, no debemos confundir entre el instrumento con el que se trabaja algo y el fin que se pretende alcanzar. Es decir, el uso de uno u otro medio novedoso o la implementación de nuevas asignaturas, no constituyen en sí mismas una mejora o innovación si su puesta en práctica se sigue realizando desde un generalizado tradicionalismo pedagógico que condena al alumno al silencio y la apatía intelectual.
¿Es posible una reorganización de los centros en cuanto a espacios u horarios para favorecer a las nuevas pedagogías?
No solo es posible sino que se ha realizado (la historia de la educación está llena de iniciativas que muestran que casi todo está ya inventado) y se está realizando ahora mismo en una gran cantidad de centros, pero, evidentemente, cada centro a su forma, atendiendo a sus características y posibilidades, a sus debates internos y sin ser algo homogéneo. No hay llaves maestras o claves mágicas en educación, sí orientaciones más favorables que otras atendiendo al contexto socio-cultural, al momento histórico, a los profesores implicados, etc. Por tanto, cada claustro, en su realidad, debe reflexionar sobre cómo puede construir una escuela mejor, más educativa, una escuela con mayúsculas.
¿Qué valores, conocimientos, destrezas o habilidades deberían tener los estudiantes al finalizar su etapa formativa para poder hablar de un sistema educativo adecuado?
Tal como se señala en el artículo 27 de la Constitución española, en el artículo 26 de la Declaración de los Derechos Humanos y en la legislación educativa vigente, la finalidad de la educación es el pleno desarrollo de los alumnos. Por tanto, para hablar de un sistema educativo adecuado la escuela debe educar y brindar a todos los alumnos una educación integral de calidad.