Lo suyo no ha sido un simulacro, sino prácticas reales contra el monstruo de la COVID-19. Estudiantes y recién egresados de Enfermería del Centro San Rafael-Nebrija han mostrado su cara más profesional y humana en unas condiciones muy duras. Laura Colino, Francisco José García y Laura Valero relatan sus vivencias, positivas y negativas, en medio de un ritmo frenético.
Laura Colino estudia tercero de Enfermería y es técnico en imagen para el radiodiagnóstico en el Hospital Ramón y Cajal. Habitualmente trabaja en la Unidad de Resonancia Magnética y Tomografía Computerizada, aunque esporádicamente también baja a las urgencias. Entregarse en cuerpo y alma tiene su precio. En febrero en su hospital ya había casos de coronavirus “y aún no íbamos protegidos, con lo cual decidí no quedar con mi hermana y mis amigas”. La estudiante del Centro San Rafael-Nebrija añade: “Mi familia es de un pueblo de Salamanca, y desde diciembre no los veo; además, mi padre es persona de riesgo. Ellos están preocupados por la situación que vivimos, hablamos por videollamada casi todos los días”.
El “calvario” laboral por el que pasó sobre todo en los primeros pasos de la crisis es un fiel reflejo de cómo el virus cogió a todo el sistema sanitario con el pie cambiado. Desde febrero, el número de pruebas por TAC aumentó bastante, “aunque no sabíamos a que se debía”, con mucha patología de pulmón. En marzo, cuando se declaró el estado de alarma, “trabajábamos con mascarilla quirúrgica, una que nos dan a principios de turno, y no había EPIS (Equipos de Protección Individual) suficientes”. Gracias a las donaciones de la Comunidad de Madrid y de familiares, empezaron a trabajar con monos como EPIS y dos mascarillas quirúrgicas en vez de la Fpp2, “que es la que recomiendan”. Colino y sus compañeros realizaron esos días de 800 a 900 radiografías diarias en las plantas y en las UVI del hospital. En abril, les empezaron a equipar con material adecuado y ella volvió al TAC, tras el aumento de pacientes con posible tromboembolismo pulmonar. “Ahora trabajamos de dos en dos, para que uno se vista y el otro se mantenga limpio, e intentar contaminar lo menos posible”, afirma.
Laura Colino también cree que el material sigue siendo “escaso”, echa en falta formación para ponerse o quitarse un EPI – “había días que nos daban bolsas de basura como EPI”- y protocolos de actuación estables. Varias de sus compañeras han necesitado ayuda psicológica. El 27 de abril “por fin” hicieron la prueba a los sanitarios.
Doblar el trabajo
Francisco José García, estudiante de primer curso de Enfermería, trabaja actualmente en dos hospitales que prefiere no mencionar, uno de ellos está siendo “uno de los más castigados de toda España ante esta crisis sanitaria”. Su labor ha ido cambiando con el paso del tiempo y ha pasado por unidades de Hospitalización, Psiquiatría, Hematología o Cardiología. “Llevaba ocho meses trabajando en Hemodiálisis y Diálisis Peritoneal, pero ante esta emergencia he sido desplazado de mi puesto para atender en una unidad improvisada en las salas de espera de las consultas hospitalarias. Llegamos a tener 26 camas”, comenta.
En este espacio, los residentes de distintas especialidades médicas se hicieron cargo de los pacientes: “El ambiente laboral y de equipo por parte de Enfermería fue muy bueno ante esta crisis y nos apoyamos mucho entre nosotros. Los residentes de Medicina también estaban coordinados con el equipo de enfermería y eso facilitó las cosas. Nos han faltado medios, hemos tenido sed y no podíamos parar a hidratarnos… En nuestro hospital falleció un enfermero de quirófano, una trágica escena. Siempre estará con nosotros porque solo muere quien es olvidado”.
Ante la fase aguda de la crisis, Francisco José García sintió que todavía podía hacer más y dobló su trabajo en otro hospital: “Me dijeron que me ponían a trabajar los días que quisiese -cosa que nunca ha pasado y que refleja la falta de personal y medios en la sanidad pública gracias a los recortes-”. Allí desarrolla su labor en una unidad de hospitalización de afectados por la COVID-19, aunque la mayor parte de las veces sube a la unidad de ictus.
Laura Valero, enfermera del Hospital Universitario Príncipe de Asturias (Alcalá de Henares), se graduó en Enfermería en 2016 y estudió el Máster en Enfermedad Crónica Avanzada y Atención Paliativa de la Universidad Nebrija en 2018. Trabaja en una planta de hospitalización de agudos, donde todos los pacientes tienen la COVID-19. “La crisis ha impactado en mi vida profesional de lleno”, confiesa. Antes del comienzo de la pandemia, trabajaba en otro hospital en el aérea de consultas externas y en una consulta de enfermería de fibrosis pulmonar idiopática. Desde el 5 de marzo inició su labor en la planta de aislamiento de pacientes con COVID-19 en el hospital de Alcalá de Henares.
Como sus dos colegas, “el hecho de enfrentarme a una pandemia desconocida y a una enfermedad tan agresiva ha sido un cambio radical; está siendo la peor época de mi corta carrera profesional porque hay escenarios que no había visto nunca y son estos los que se graban en tu memoria y arrastras en casa”. Estas vivencias “tan fuertes hacen que cambies tu carácter” y tampoco ayuda la necesaria distancia de seguridad: “Todo se complica más debido a la falta de un abrazo de un familiar o de un gesto de cariño”.
El día más emotivo
En una mezcla de relato objetivo y rienda suelta de emociones, Laura Colino alimenta la esperanza: “Me acuerdo del día que dieron el alta a un celador, que en la UVI estaba pronado para que respirara mejor. Cuando lo trasladaban a planta, todos los compañeros subimos a aplaudirle. Fue el día más emotivo en meses”. Sobre los pacientes, Colino apunta que al principio sufrían un miedo generalizado. “Cuando estaba en rayos, casi el primer contacto que tenían era con nosotros al hacerles la radiografía de tórax, y te preguntaban que iba a pasar, cómo veíamos la situación, algunos lloraban por miedo a ingresar y estar solos en las habitaciones, sin ver a sus familias. Ahora cuando bajan de las plantas a hacer los controles por TAC, están más tranquilos, según ven su evolución, pero echan de menos ese contacto físico con la familia”, explica.
También Laura Valero ahonda en la sensación de soledad de los pacientes al no tener a nadie querido cerca, lo que ha aportado el papel de confidente al enfermero: “No olvidemos que los pacientes son las víctimas directas. Muchas veces quieren contarte sus preocupaciones respecto a su familia, si están todos bien, o simplemente quieren contarte que su familiar está empeorando y necesitan desahogarse. El miedo y la angustia son palpables en la planta. Son las emociones que nos refieren los pacientes, pero es verdad que siempre se nota gratitud y emoción. Dejas de ser una enfermera cualquiera y pasas a ser Laura, `su enfermera de estos días´, con la que ha podido compartir preocupaciones y recuerdos”. Una muestra de esa gratitud fue cuando Valero estaba preparando la medicación de la cena y vieron cómo los pacientes habían comenzado a aplaudir desde las habitaciones y a darles las gracias uniéndose a la iniciativa social de las ocho de la tarde.
Entre todo ese manojo de experiencias y emociones, Laura Valero “se toma la licencia” de contar dos momentos, de primera mano y sin intermediarios: “Uno, cuando el paciente se encuentra en la fase terminal de la enfermedad y te acercas para que note que estás ahí. Le hablas y sientes que te agarra la mano con fuerza mientras te dice gracias. Ser `su último contacto´ apretando las manos de esa persona que no conocías de nada con anterioridad, al que no te unen lazos sanguíneos, pero que hoy sientes como familiar, es una sensación tremendamente amarga. Para equilibrar la balanza y que de esta crisis sanitaria saque algo positivo, hay situaciones que nos devuelven la luz y parece que se va abriendo paso al arcoíris. Me acuerdo de una paciente de edad avanzada que no tenía dispositivo móvil para hablar con su marido y estaba muy preocupada por su estado. Conseguimos el número de teléfono del marido y la ayudamos a hablar con él. Llevan toda la vida casados y parecían dos adolescentes declarándose su amor. Fue precioso ser testigo de esa conversación donde había tanta emoción. Cabe destacar que la paciente mejoró muchísimo en ánimo y se encontraba mucho más tranquila”.
Los programas psicológicos también son servicios de primera necesidad y al que recurren con frecuencia los propios sanitarios. Así lo desvela Francisco José García. Afrontar momentos crudos también implica seguir y aferrarse a la vida: “Hay muchos días que quiero llorar. Es muy duro escuchar entre ahogos a una persona decirte `gracias por cuidarme, habéis sido muy buenos conmigo´ y al día siguiente enterarte en el parte que ha fallecido. No se merece nadie este sufrimiento constante. Debemos remar todos en la misma dirección; por favor, prudencia y conciencia”.
Estudiar en la crisis
¿Cómo compaginan estos héroes de bata sus estudios con la lucha contra el coronavirus? Resulta muy complicado. Francisco José García aprovecha los turnos de noche cuando los pacientes pueden descansar, “aunque sean diez minutos me pongo a estudiar cualquier asignatura”. A pesar de la solidaridad con sus compañeros en los trabajos en equipo, acumula retraso en la entrega a sus profesores. A Laura Colino, le han ofrecido completar el prácticum el año que viene, realizar trabajos adicionales para los créditos que quedarían libres y exámenes online.
Para terminar, Francisco José y las dos “Lauras” quieren dar una serie de recomendaciones generales a la ciudadanía, algo que todavía dignifica más su esencial labor.
Francisco José García: “Todo Saldrá Bien, de verdad que ocurrirá. No salgas innecesariamente a la calle. Comprad pan para varios días y congeladlo. Respetad las normas y lavaos las manos. Nosotros no estamos luchando por salvar al máximo número de personas para volver al punto de partida. No sirve de nada ponerte los guantes y tocar el medio externo y tocarte la cara con los guantes. Las mascarillas tienen una banda de metal que se ajusta a la nariz, tápatela cuando vayas a comprar. Si te asfixias con la mascarilla, como me han dicho, imagínate cómo estamos los que trabajamos hasta diecisiete horas al día. Hay que tener conciencia y ser prudente”.
Laura Colino: “Yo recomendaría que salieran lo menos posible de casa, y que cuando lo hagan por necesidad, mantengan la distancia de seguridad y que todo el mundo vaya con mascarilla. Cuando toquen algo, que se laven las manos. Que respeten las recomendaciones del Gobierno. Si estamos trabajando tanto es para que ellos estén seguros, que hagan las cosas con responsabilidad”.
Laura Valero: “Es una situación de crisis nueva para toda la población. Me gustaría poder pedirles calma y respeto por las normas. Si cumplimos con las normas básicas de seguridad e higiene, podremos cerrar el capítulo de la pandemia. Es muy importante el lavado de manos. Los profesionales sanitarios lo llevamos como un mantra y es hora de que la población comprenda la importancia de llevarlo a cabo, sobre todo los más pequeños. Por supuesto, hay que mantenerse actualizados en los cambios de recomendaciones a través de las webs oficiales”.
[Entrevista a Lara Martínez Gimeno, enfermera y profesora del Centro Universitario San Rafael-Nebrija. “He compartido días de desesperanza, pero también mucho coraje por vivir y por cuidar de la vida”].
Texto: Javier Picos.