La aplicación de la neurociencia en el aprendizaje

El laboratorio de Ciencia Cognitiva tuvo también su espacio durante la Semana de la Facultad de Lenguas y Educación para dar a conocer los estudios que están realizando y, como explicó la investigadora Claudia Posch, “llevar los resultados a la sociedad y al aula”.

En esta sesión los doctorandos que trabajan en el laboratorio explicaron las distintas herramientas que están utilizando como el eye tracker, un dispositivo de seguimiento ocular para ver movimientos oculares y la dilatación de la pupila que da información a los investigadores sobre puntos de atención del sujeto estudiado.

El estudio de la captura atencional

Según explicó la doctoranda Clara Planchuelo, con el eye tracker “podemos estudiar la percepción, la memoria, la emoción” y aplicar este conocimiento a los procesos de aprendizaje. Con esta información puede estudiar los mecanismos cognitivos involucrados en la lectura que puede ayudar a mejorar el aprendizaje “para niños con trastornos como la dislexia”.

Otra de las aplicaciones que tiene es estudiar “la gestión cerebral de las lenguas, cómo cambia el código en hablantes bilingües y multilingües y cómo es su respuesta”. El investigador principal y director del Centro de Ciencia Cognitiva, Jon Andoni Duñabeitia, están llevando a cabo un estudio sobre cómo influye el factor emocional en el aprendizaje de lenguas extranjeras. Se ha detectado un cierto distanciamiento emocional, llamado disglosia emocional, cuando una persona estudia una lengua extranjera que podría deberse a la manera en la que se aprenden estas lenguas y el entorno o la necesidad en la que se encuentra la persona cuando habla esa lengua. Con los estudios del Centro de Ciencia Cognitiva pretenden llegar a entender estos procesos para mejorar este aprendizaje.

Con el eye tracker se puede estudiar la captura atencional, -en qué puntos de la visión el sujeto pone más atención-, lo podría ayudar a mejorar el comportamiento y el aprendizaje de niños con trastorno de espectro autista o enfermedades como el alzhéimer o enfermedades neurológicas.

Fuera del aprendizaje y la salud, estos estudios también tienen otras aplicaciones como el neuromarketing, -para saber dónde nos fijamos y colocar ahí la información publicitaria más importante-; y para el diseño de videojuegos que busca crear determinados efectos en el jugador durante la experiencia.

Las emociones que influyen en el aprendizaje

Francisco Rocabado, también doctorando de la Facultad de Lenguas y Educación, explicó su investigación en la que analiza cómo la realidad virtual puede funcionar como herramienta en el aprendizaje “con la creación de un entorno ficticio para realizar experiencias inmersivas mediante estímulos visuales y auditivos”. En su proyecto, Rocabado analiza cómo crear mediante esta realidad virtual un entorno de aprendizaje en el que todos los elementos favorezcan la concentración de los alumnos y la comprensión de los contenidos: “La idea es introducirlo en nuevas metodologías de aprendizaje si vemos que es realmente efecto”. Con la tecnología disponible en el Centro de Ciencia Cognitiva pueden modificar todos los elementos del entorno, – iluminación, sonido, espacios, disposición del aula…- para ir introduciendo las mejoras oportunas. Además, los estudios indican que los factores emocionales adquieren un papel fundamental en el aprendizaje de los alumnos. Los elementos y el entorno creado en esta realidad virtual del proyecto de Rocabado pueden ser modificado “para que se facilite la regulación emocional”.

Neurociencia aplicada

La investigadora Teresa Rossignoli también explicó la línea de sus estudios en el Centro de Ciencia Cognitiva. Rossignoli estudia cómo aplicar el neurofeedback en el TDAH. El neurofeedback es una técnica que se aplica al proceso de aprendizaje para regular la actividad cerebral: “Recibimos la información de la actividad eléctrica cerebral que recogen unos electrodos en el cuero cabelludo y esa información es procesada por un ordenador para analizar el desempeño que tiene el sujeto de estudio. La idea es poder regular determinadas ondas cerebrales y que el sujeto aprenda a focalizar su atención, dirigirla al punto que se le pide y controlar la impulsividad”.

En este estudio realizan diferentes actividades que ayudan a los niños a aprender a controlarse, “aunque ellos lo ven como un juego adaptado a sus capacidades y aumentando de nivel según van aprendiendo”.

Este autocontrol viene gestionado por las funciones ejecutivas que deben aprender todos los niños, Rossignoli aseguró que “las funciones ejecutivas deben potenciarse desde el currículum escolar porque pueden mejorar los resultados académicos y favorecer la adaptación de niños con algunas dificultades”. Para ello, los profesores necesitan “una formación específica para llevar a cabo estas actividades de manera efectiva”.

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