Energía eólica y solar, una red eléctrica que transita desde las grandes centrales a una red de muchos productores que reparten y comparten energía, consumidores activos y responsables frente a la reducción de CO2 y la irrupción de la digitalización, que informa en cada momento sobre los precios, son los componentes que, según Carmen Becerril, presidenta del Operador del Mercado Eléctrico (OMIE), conforman la transición energética que pronto fructificará en nuestra vida diaria. “En este mundo que está por venir, con sus luces y sombras, todo esto será realidad si se produce también el gran reto de la humanidad: almacenar energía eléctrica”, señaló Becerril, que intervino en la primera jornada de la Semana de la Facultad de Ciencias Sociales.
Desde el primer momento, la presidenta de la OMIE, presentada por Gonzalo Solana, director de la Cátedra Global Nebrija-Santander en Internacionalización de Empresas, y con 25 años de experiencia en su materia, se refirió a la energía como un tema de un impacto social “tremendo que determina un esquema de desarrollo social” y que va más allá de un sentido “abstracto”. “Cuando hablamos de transición energética, debemos darnos cuenta de que todos nos vamos a ver afectados y mediatizados”.
En la adopción de medidas, Carmen Becerril insistió en el proceso de cambio climático que sufre nuestro planeta y que se traduce en España, “un país particularmente sensible”, en una desertificación acelerada, sequías, más incendios forestales, incremento del nivel del mar y la desaparición de ecosistemas como los humedales. Aunque las cumbres mundiales del clima nacen en Río de Janeiro en 1992 no es hasta 2015 cuando “se consigue un entorno favorable en la adopción de medidas”. El Acuerdo de París establece un compromiso para que la temperatura de la Tierra no suba por encima de los 2 grados con respecto a la temperatura preindustrial e incluso se plantea el objetivo del tope de 1,5 grados. Si continuamos con el ritmo actual, de acuerdo con la presidenta del OMIE, alcanzaríamos ese incremento en 2034.
A su juicio, la Unión Europea ha enarbolado “el estandarte” de la lucha contra el cambio climático al comprometerse con la reducción en 2030 de un 40 % de emisiones de CO2. “Aunque la covid-19 todo lo ha trastocado, en estos momentos el Consejo y el Parlamento Europeo están tramitando incluso un 55 % de reducción de emisiones”, subrayó. En ese doble sentido entre las instituciones y los ciudadanos, “tenemos que ser conscientes de un cambio en nuestro modo de vida y en nuestros hábitos de consumo” en una línea de eficiencia energética, de un aumento del peso de las energías renovables, de descarbonización y de digitalización. “Antes, a más PIB, mayor consumo; ahora, aspiramos a mantener nuestro nivel de vida, pero con un menor consumo de energía”, resumió.
Cuando hablamos de electricidad y de una factura de la luz que “no se entiende” están detrás, en su opinión, elementos “transparentes, pero difíciles de contar, muy condicionados por la meteorología o el coste del CO2”.
Para finalizar, Carmen Becerril, instó, durante su conferencia, a ser conscientes del la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, recientemente aprobada por el Congreso de los Diputados, en la que uno de los objetivos es lograr en 2050 un parque de vehículos que no emitan CO2. En 2040 ya no se podrán vender turismos ni vehículos comerciales ligeros que emitan CO2.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.






