El tirón popular de la música urbana en República Dominicana ha tenido dos grandes aliados: la cultura de la colaboración entre los artistas y el uso de la tecnología. Así lo afirmó Santiago Matías, experto en la industria musical latinoamericana y CEO de Alofoke Radio Show en la mesa redonda Rap y Reggeaton: la música como reflejo de la violencia y la represión de los ciudadanos, celebrada en la Universidad Nebrija durante la Semana de la Facultad de Ciencias Sociales.
“La explotación y el uso de la tecnología de los artistas urbanos les ha dado ventaja sobre los intérpretes de salsa o boleros. Incluso las disqueras han usado los géneros urbanos para sus artistas de catálogo”, reseñó Santiago Matías, conocido como Alofoke. Al uso de plataformas musicales se une la interrelación de unos artistas “que viven colaborando de manera permanente, lo que provoca que las canciones exploten instantáneamente”.
Después de nombrar influencias musicales internas y externas como el género dembow e hitos como Ven acá, de Freddy Beras-Goico y Felipe Polanco “Boruga”, considerado el primer rap de República Dominicana, Santiago Matías consideró que los artistas dominicanos urbanos “nacen de forma natural, lo hacen por necesidad, buscando la manera de crecer social y económicamente, como un escape y salida de la pobreza; si lo consiguen, hasta diez familias pueden vivir de su éxito”.
Ante una pregunta de un asistente que seguía la conferencia en línea, el influente dominicano pronosticó que en cinco años el género urbano se habrá consolidado en República Dominicana y habrá “una ola de música urbana en la que los artistas de otros países colaborarán con los artistas latinos”.
Sobre el tema del debate, Alofoke fue tajante: “La censura no puede existir en ningún tipo de expresión artística. Soy defensor de que el artista se exprese de la forma que quiere”. Además, señaló a los Estados como “los que tienen que controlar que determinados mensajes no lleguen a los niños”.
Polémica musical
En la mesa redonda, Victoriano Darias, experto en la industria musical y profesor en el Berklee College of Music, incidió en que la polémica por las letras y las imágenes de ciertos temas de rap y reguetón no es nueva. A su juicio, el jazz y el rock and roll ya experimentaron ese rechazo. “La incitación a la violencia y el odio es un terreno peligroso. No nos ponemos de acuerdo en si la propia condena social sea ya suficiente”, dijo. En un recorrido critico por otros medios como las películas y las series “en las que está aceptada la violencia”, Darias repitió un mantra generacional: “Los padres no entienden la música de sus hijos, eso ocurre siempre, hasta en la música clásica”.
Por último, Diego Herchhoren, abogado del rapero Pablo Hasél –en prisión en la actualidad-, especializado en Derecho Internacional Público latinoamericano, denunció que la sociedad “parece que se está acostumbrando a que los derechos fundamentales se estén limitando”. Para él, “en España todas las actuaciones de censura cultural desde la muerte de Franco son de censura ideológica”. Tras afirmar que el derecho a expresarse libremente “tendría que ser sagrado y ejercitarse diariamente porque, si no, como un músculo, termina atrofiándose”, Herchhoren terminó su exposición con el siguiente mensaje: “Hace falta que las expresiones artísticas deban desobedecer a las leyes injustas. Necesitamos, más que artistas irreverentes, artistas valientes para ser los dueños de nuestros derechos”.
En la mesa redonda Rap y Reggeaton: la música como reflejo de la violencia y la represión de los ciudadanos, también estuvieron presentes Ester Mocholí, decana de la Facultad de Ciencias Sociales, y Luis A. García Segura, coordinador de la Cátedra Nebrija-Santander en Gestión de Riesgos y Conflictos (Universidad Nebrija).
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río y J.P.