Hablar del silencio no es fácil (véase el titular de esta crónica), pero el arte puede ayudar a desentrañar los misterios de la ausencia de ruido. Pablo Álvarez de Toledo Müller, director del Departamento de Artes de la Universidad Nebrija, organizó de esta guisa la mesa redonda Hacia una estética del silencio: arte y silencio en el siglo XXI, con la participación ora silenciosa ora de palabra del escultor y fotógrafo Javier Viver y del artista visual Santiago Ydáñez. Pablo d’Ors, escritor y fundador de la red de meditadores Amigos del desierto y autor de Biografía del silencio, no pudo sumarse al debate por los duendes electrónicos. Su vacío bien vale una metáfora poderosa del silencio.
Con la premisa de las ideas que Susan Sontag plasmó en su ensayo Estética del Silencio -“El silencio continúa siendo, inevitablemente, una forma del lenguaje (en muchos casos, de protesta o acusación) y un elemento del diálogo”-, Pablo Álvarez de Toledo inquirió a sus invitados por sus experiencias artísticas “y transformadoras” en silencio y para el silencio en “este encuentro pequeño, cercano y entrañable en la recta final de la pandemia, donde todos estamos necesitados de humanidad”.
Javier Viver, imaginero de profesión, escultor, fotógrafo y autor de fotolibros, reivindicó el descubrimiento del silencio como motor creador: “Si uno está en silencio es para primero escucharse a sí mismo y luego a los demás. Fruto del silencio es esa cascada de lo que sucede, tus intuiciones, tus impresiones… El silencio permite ese tipo de comunicación, ese escuchar, ese acoger, ese atender y como consecuencia está la comunicación y la empatía. En mi obra todo esto sucedió cuando dejé todo lo impostado”.
En una “mezcla tremenda” entre su vida personal y su profesión, Viver aludió al arte como “un espacio de silencio”, que permite “que las cosas te dejen mella”. Siguió elucubrando sobre el silencio, escoltado por sus obras colgadas en la pared de su casa-estudio: “Lo más importante de las obras es lo silencioso, lo que no se ve… el arte permite una atracción brutal de dedicarle ese espacio al silencio, es tan potente lo que te sucede cuando te metes en la creación pura…”.
Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense y miembro asesor de la Comisión de Cultura de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Javier Viver aconsejó a los estudiantes de bellas artes a indagar en una doble vertiente en su aproximación al arte: bucear en tus orígenes y contrastar tu obra. “Es imposible crear sin autenticidad, pero tienes que plantearte si es una paranoia tuya o si hay gente que conecta contigo; si esto no se produce, esa obra no es una manifestación artística”, aseguró.
Ordenar y crear
Santiago Ydáñez, graduado en Bellas Artes en la Universidad de Granada, ha realizado talleres, entre otros, con Juan Genovés y Mitsuo Miura. Ha obtenido premios tan relevantes como el Premio de Pintura ABC en 2002 y Premio de Pintura Generación 2002 de Caja Madrid. Su obra se encuentra en las colecciones de la Fundación Botín o del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Actualmente vive y trabaja en Berlín y Jaén, pero en esta tertulia no vino a hablar de sí mismo sino de su relación con el silencio desde una mirada irónica: “El silencio es orden para ordenar y para crear, salen mucha ideas y apariciones creativas… el silencio por agotamiento también te deja KO y es muy creativo; luego está el silencio dentro de la propia obra, que, en mi caso, tiene mucha presencia, pero hay otros registros con mucho ruido”.
Confesando que la música le sirve como “interruptor” en su labor en el taller, Ydáñez admitió su admiración por las personas realmente silenciosas. “Como yo no lo soy, ellas me aportan mucho”, añadió. Como su colega Javier Viver, Santiago Ydáñez aprovechó la cercanía digital con los estudiantes de Bellas Artes para aportarles un consejo: “Armaos de paciencia y de valor, merece la pena la espera”.
Al concluir el debate, Pablo Álvarez de Toledo anunció el fallo del jurado del concurso Observatorio del Silencio, convocado por la Universidad Nebrija para facilitar al estudiante ganador, mediante una beca, su participación en una escuela de verano organizada por la Fundación Vía del Arte en el Monasterio de Guadalupe. El primer premio recayó en Julia Hernández-Bueno, estudiante de 2º del Doble Grado en Artes Escénicas + Comunicación Audiovisual, por su texto Atracón en el silencio. “Julia ha escrito un relato de ficción con tintes autobiográficos, muy descarnado y en el que relata, desde el silencio, su silencio, cómo su generación sufre y lucha contra los trastornos alimenticios como la bulimia. El jurado ha valorado su coraje, la gran capacidad expresiva y la creíble carga psicológica del narrador. Un texto quizás corto en su longitud, pero inmenso en su dimensión humana”, explicó el director del Departamento de Artes de la Universidad Nebrija.
Después de este aviso, Pablo Álvarez de Toledo cerró el acto con este mensaje: “Desconectemos ahora de lo digital y volvamos al silencio de la cotidianeidad y de la tarde”.
(Silencio…).
Texto: Javier Picos. Fotos: J.P.