La pandemia de la covid-19 y el cambio climático están incidiendo en la manera de concebir el urbanismo en todo el mundo. El arquitecto José María Ezquiaga sostiene un modelo sostenible asentado en la nueva movilidad y no en el coche privado, y en un modelo de ciudad mediterránea “densa, continua y compacta”.
En el marco de las clases magistrales que el Departamento de Arquitectura de la Universidad Nebrija ha programado este curso, Ezquiaga, Premio Nacional de Urbanismo 2005 y Premio Europeo Gubbio, argumentó su visión profesional a través de tres “desafíos urbanos globales”: la salud y el estilo de vida, la segregación social e inequidad y el cambio climático.
El primer aspecto, potenciado por la actual crisis sanitaria, es “importantísimo para la arquitectura del futuro”. Lo saludable y la mejora de la calidad de vida representan, para él, dos de las responsabilidades que han de profesar los arquitectos y, en especial los urbanistas, “que deben empezar arreglando las infraestructuras de la ciudad” sobre todo en zonas menos desarrolladas como a mediados del siglo XIX acometió Londres saneando las redes de abastecimiento de agua a raíz de las investigaciones de John Snow que determinaron que el agua de una fuente pública era el origen de la epidemia del cólera.
Sin abandonar el campo de la salud, José María Ezquiaga determinó que las medidas planteadas en pleno azote de la covid-19 como los grandes ventanales y los espacios soleados y ventilados ya se dieron en los hospitales de pacientes con tuberculosis.
Equilibrio saludable
Sobre la segregación social e inequidad, el arquitecto de Ezquiaga Arquitectura, Sociedad y Territorio estimó que en ciudades como Madrid la división norte-sur sigue presente. “Donde hay menos renta hay más gente por vivienda, eso está claro, pero no debería repercutir en que determinadas zonas de la ciudad estén más abandonadas y con pocos equipamientos esenciales”, advirtió.
En el tercer bloque de desafíos arquitectónicos, Ezquiaga apostó por un patrón de ciudad mediterránea que integre “un equilibrio saludable entre personas, actividades, bienes públicos e infraestructuras”. Una movilidad limpia alejada del vehículo privado, un elemento “que tiene mucho que ver con enfermedades vinculadas a nuestro actual estilo de vida” representa, en su opinión, una apuesta necesaria. “Ahora no hay agua contaminada, pero sí aire contaminado – más de 17 millones de españoles lo respiramos-; ahora gran parte de la población no pasa hambre, pero tenemos comida basura con exceso de grasa… hay sedentarismo, mala alimentación, mala calidad del aire… hemos rehecho la ciudad para el automóvil, que tiene mucha culpa de estos factores”, indicó el profesor de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, que también consideró el cambio climático como un problema universal que hay que acometer “con visión estratégica y maneras concretas de actuar”.
El problema de las infraviviendas en las ciudades y la simbiosis en el mismo espacio de nuestro trabajo y nuestra vivienda fueron otros de los asuntos tratados por uno de los más reputados urbanistas de España, que además quiso dar algún consejo para los estudiantes de la Escuela Politécnica Superior de la Nebrija: “Estad con todas vuestras antenas desplegadas. Fijaos en todos los detalles como un buen cinéfilo. Es muy deseable no estar encasillado y alimentar una sensibilidad que os permita una mirada amplia”.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.