El Campus de Ciencias de la Vida en La Berzosa, un oasis de sosiego y naturaleza, sufrirá turbulencias en lo que queda de curso. El cubano Luis Gárciga Romay, Artista en Residencia de la Universidad Nebrija, ya está trabajando en un proyecto que combina arte, biología y cultura material. Las instalaciones, el vídeo mapping –proyecciones de imágenes sobre superficies reales-, los guiones expandidos y los efectos lumínicos y sonoros estarán al servicio de una peculiar “fábula vegetal y audiovisual que generará un vínculo entre cultura y naturaleza”. Impulsado por el Departamento de Artes de la Facultad de Comunicación y Artes, dirigido por Pablo Alvarez de Toledo, la propuesta se volcará en tres talleres donde los alumnos de la Universidad Nebrija conectarán con las técnicas de vanguardia y tradiciones como la cestería; incluso se abrirán paso entre un léxico nuevo como la biotransculturación, lo bioartesano y el software artesanal. Parte de El palmeral de la Berzosa, título de la iniciativa, se expondrá en junio en la galería madrileña Planta 1.
Todo comienza cuando unos seres vegetales del antiguo continente Gondwana llegan a La Berzosa por equivocación. Allí se topan con Luis Gárciga, que intenta arreglar un dron de juguete que tiene un ala rota. En la conversación intervienen otros seres de los alrededores como los pinos del Campus, la enredadera que cubre parte del edificio central, macollas de esparto de Hoyo de Manzanares y otros que han sido arrastrados por la estela del vehículo que los ha transportado: corales del mar de Tethis, una palmera de abrigo endémica de un poblado cercano a la casa en Cuba del artista, una pareja de palmeras de El Paseo de El Prado, objetos de cestería que aparecen en cuadros del Museo del Prado y enormes pufs de polipiel sintética. “Para continuar el viaje deben revelar una contraseña pues se percatan que donde el artista los ha metido es en una especie de divertido y retador juego de escape que sigue el guion de una fábula”.
Luis Gárciga, máster en Artes Visuales, ingeniero, docente e investigador, desarrolla su labor entre la innovación tecnológica y el respeto a las tradiciones. Algunos de sus proyectos artísticos han sido exhibidos en la Bienal de Mercosur (Brasil), la Bienal de La Habana (Cuba), la Bienal de las Américas (Estados Unidos), la Bienal de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), el Instituto Cervantes (Holanda), el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, el Festival Loop (Barcelona), el Matadero (Madrid), el San Francisco Art Institute, el MUCA Roma (Ciudad de México), el Queen Museum of Art (Nueva York), el Instituto de Arte de Grenoble (Francia) o el Beijing Today Art Museum (China). Su obra se encuentra en colecciones públicas y privadas de Europa y América. Ha recibido becas y reconocimientos como la Ayuda PICE para la Internacionalización de la Cultura Española (2019), las Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica y Haití FONCA/AECID (2014), los Premios del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba y del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam (2010) y el Premio de Curaduría de la AECID, España (2005). Ha impartido docencia y conferencias en diferentes universidades y ha publicado artículos en prestigiosas revistas. Es miembro del Consejo Científico Asesor de la Revista Accesos de la Universidad Complutense de Madrid.
Pregunta: ¿Cómo aborda esta residencia en la Universidad Nebrija?, ¿qué quiere enseñar a los alumnos y qué cree que puede aportar en su nueva etapa?
Respuesta: La estancia en Nebrija para mí es muy importante porque aterriza en un contexto madrileño, diferente al que he venido trabajando. Justamente la obra tiene que ver con esto, con uno seres que se trasladan en el tiempo y llegan a un Madrid diferente al que ellos esperaban. Son realmente viajeros en el tiempo, de millones de años, seres vegetales con cierto parentesco con las palmeras. Intercambiar experiencias con los estudiantes es un elemento relevante. El proyecto es sobre todo multimedia, parte de culturas casi neolíticas, llega al arte digital -modelación, proyección con vídeo mapping y audiovisual- y tiene un gran nivel de complejidad. Creo que muchas veces el artista en su formación desdeña posibilidades de sistemas de representación que pueden ir a su favor. En este caso, el lado ecológico o ecosófico, que el arte está tratando en la actualidad, quiero anclarlo en la tradición pictórica española, que, en la colección del Museo del Prado, plasma la cestería. Me interesa abordar cómo puede intervenir la cultura en su relación con la naturaleza y en qué dimensiones. Las piezas las trabajo en una escala ergonómica. La artesanía, y en concreto la cestería, como modelo no ha tenido un gran roce con la alta cultura. Para mí, la cestería es el modelo en el que nos deberíamos relacionar desde la cultura con la naturaleza.
P: ¿Este trabajo también persigue la combinación de arte y archivo, instalación y vídeo mapping; estas son tres de las prácticas artísticas que deben conocer los estudiantes de cara a su futuro profesional?
R: Es importante que miren no solo a la zona de innovación sino también al análisis de la producción simbólica cultural, afinar la mirada a todo aquello que está significando y cómo nosotros podemos desviarlo para llamar la atención sobre algo. Parece que ha habido una sobreexplotación de temas, pero lo interesante es cómo podemos seguir con nuestras obsesiones sobre el amor y la muerte sin rechazar el tema de la tecnología, el tema de la naturaleza o el tema del archivo. El arte es entrenamiento y sensibilidad. Por ejemplo, la cestería en los cuadros está desdeñada en otro plano, esa es la clave. Esta estancia en Nebrija es muy dramatúrgica porque las piezas se ponen en el espacio con un sonido, subtítulos y proyecciones de luces e imágenes… hay un elemento de teatralidad.
P: Dentro de ese espacio escénico, La Berzosa se transforma… usted incluso utiliza elementos tan dispares como las proyecciones audiovisuales, la cestería o un dron de juguete “de plástico ligero y con una de sus hélices rota”.
R: Sí, el dron es un personaje. Cuando estos seres, los visitantes, llegan, se encuentran conmigo en La Berzosa. Yo estoy recogiendo el dron que se ha roto y no funciona. En mis conversaciones con ellos estoy preocupado por saber reparar algo.
P: ¿Por qué ha titulado el proyecto con el sugerente nombre de El palmeral de La Berzosa, un vergel de arte, biología y cultura material?
R: En un primer momento, hay un elemento de literalidad que nos está atravesando… todos somos autores y tenemos que encontrar la manera en la que tenemos que escribir en un chat. Estamos usando el lenguaje escrito todo el rato y me parece que no podemos perder la jerarquía o la maestría del arte para nombrar las cosas. El palmeral de la Berzosa, precisamente, busca hacer chocar estas cuestiones, llamar la atención para un abordaje… Cuando yo vine me encontré aquí con dos palmeras, una muy chiquitita y bastante afectada y otra que está sobreviviendo. Hay una intención de esa ansia de la vida, como en los trópicos. Todo es una argucia, un truco.
P: ¿Un truco que va unido a la mezcla entre arte y naturaleza?
R: Me interesa que el delirio del arte contemporáneo se ancle en la tradición. En un artículo que escribí junto a Loreto Alonso sobre el vídeo mapping que lleva por título ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza tratamos ese delirio que nos hace ver lo que no está y que a veces nos ayuda a entender lo que hay. Por eso quería expresar que aquí sí que hay, hay palmeral, pero no es un palmeral de palmeras, sino un palmeral de otras oportunidades.
P: Usted es artista e ingeniero, ¿de qué manera conjuga la abstracción con su faceta más práctica?
R: Yo me formé en ingeniería estructural, una variante de puertos y caminos. Realmente la modelación mecánica y la matemática constituyeron esa zona de abstracción. Hace unos años a partir de tipos de culturas que estaba trabajando empecé a utilizar Excel para modelar estructuras y formas tridimensionales. Este programa no se utiliza para nada con este fin. Las formas de vídeo mapping y de modelación 3D que utilizo, con independencia de mi conocimiento de softwares más industriales, provocan tiempos más lentos, pero de una comprensión más profunda. En el vídeo mapping utilizo softwares que no son los más habituales. Además, las modelaciones 3D las llevo a la misma artesanalidad que la inspiración en la cestería. Es una forma de relacionarte más comprometida, de entender el origen de la innovación.
P: ¿Cree que cuando se acabe su residencia artística, quedará algo en el recuerdo de los universitarios, sobrevivirá algo de ese relato?
R: Trabajo con la docencia y la construcción de conocimiento y de pensamiento. A mí lo vegetal me ha enseñado mucho. Las palmeras endémicas que sembré en La Habana, con un 2 % de germinación, parecía que se iban a extinguir; sin embargo, hay un pequeño remanente. Algo quedará de todo, pero no puedo demostrarlo. Está claro que uno puede meter algo en régimen turbulento por un rato. En ingeniería hay un régimen laminar y otro turbulento. Te olvidas de donde estás mientras estás en un régimen laminar, cuando estás en un avión, por ejemplo, pero cuando hay una pequeña perturbación sabes dónde estás. El palmeral de la Berzosa, de alguna manera, es una pequeña perturbación, un microrrégimen turbulento que puede quedar en el recuerdo, incluso metabolizado, no tiene que haber una cita de lo que vieron. Al menos uno aspira a que quede algo.
P: Su obra es una suerte de tecnología pasada por el tamiz de lo social, como Jababacoa o Casi 100 pensamientos claves. ¿Un cambio de enfoque, una mirada audaz también puede servir para desatascar puntos de vista y opiniones?
R: Nuestra preocupación social está en todo, desde el material artístico que utilizas. El vínculo o la relación entre cultura y naturaleza no creo que exista explícitamente, es una estratagema metodológica, a veces desde una oportunidad histórica ilustrada, para entender el mundo. Yo creo en otro tipo de roce entre estas zonas. Ha habido momentos en que ha sido muy oportuno hablar de lo social, más o menos de forma evidente. Con el tiempo ha habido un exceso de prácticas que apuntan al compromiso y al utilitarismo de cierto arte y se quedan descubiertas otras zonas interesantes desde donde hablar de las mismas preocupaciones, pero sin ponerlas en primer plano, de una forma menos explícita. En este sentido, me ha parecido muy oportuno entre esas piezas que citaba y las actuales cultivar unas obras de transición en los que la ciencia ficción ha entrado como un elemento importante. Usas una especie de leyenda, de cambio de nominación, sin herir ni ofender. Para mí, hay un tema importante: el de la comunidad, qué la conforman, qué vínculos se establecen…Estos seres van a hablar de eso, incluso desde una perspectiva vegetal. Ahí entra otro elemento importante: la especulación. Podemos regalarnos desde el arte la posibilidad de no llegar a la demostración; muchas veces se le ha exigido al arte un elemento demostrativo. Podemos apelar al gusto y no buscar la utilidad. Simplemente no hay que buscar verdad. Nos sentimos liberados porque desde el arte hay que experimentar la libertad. Justamente uno rompe las relaciones con la verdad o con la utilidad. No es mi caso porque yo mantengo ciertos vínculos y prefiero tamizar esos intereses, pero sí hay ahora en el arte un exceso de representación de un compromiso exacerbado. La libertad a lo mejor es algo que tenemos que experimentar para salir de tantas ansiedades y melancolías.
P: En la actualidad presenta el videoarte Dejar de ser esfera para el Festival Internacional de Video Arte (FIVA), Buenos Aires, y prepara la exposición personal Otros contrapunteos para el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba para 2023…
R: Estamos preparando esa exposición que tiene una perspectiva de imbricación de lo sociológico con la naturaleza apoyado en la figura del gran antropólogo cubano Fernando Ortiz, que tiene un texto que se llama Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Mira dos especies de explotación económica, pero lo interesante es cómo podemos ver eso desde otras perspectivas. Hay dos proyectos en los que estamos involucrados, pero me gustaría dejarlo en suspenso. Todo está en ciernes, no puedo avanzar demasiado.
Javier Picos / Fotos: Nacho Nava