“Practiquemos el arte de la vida y avancemos en el humanismo, cultivemos la salud y la solidaridad como elixires de longevidad y bienestar emocional, recordemos que lo auténticamente asombroso es sobrevivir cada día y olvidemos los imposibles sueños de inmortalidad, porque la verdad está en la fragilidad y en nuestra maravillosa capacidad de responder ante la adversidad”. De esta forma, el bioquímico Carlos López-Otín finalizó su discurso, titulado Humanismo, gramática y genómica, en la ceremonia de investidura como doctor honoris causa por la Universidad Nebrija.
En un salón de grados del Campus de Madrid-Princesa con aforo completo y tras escuchar la laudatio de Cristina Garmendia, presidenta de la Fundación Cotec, doctora en Ciencias Biológicas y exministra de Ciencia e Innovación, López-Otín argumentó sobre las perspectivas “fascinantes para unos y preocupantes para otros, pero sin duda importantes e interesantes en lo global” de la Biomedicina. “Es posible que muchos de los que hoy ocupáis un lugar en esta biblioteca ni siquiera tengáis en vuestro vocabulario particular la palabra biocracia, pero lo cierto es que estamos asistiendo al amanecer de esta nueva forma de poder basada en la Biología e impulsada por el creciente conocimiento sobre las posibilidades de manipular el ADN de todos los organismos, incluyendo el de nuestra propia especie”, refrendó. Atendiendo a la “resaca social” de la pandemia del coronavirus “estamos ante una buena oportunidad de acercarnos al conocimiento biocrático con atención y curiosidad”. A su juicio, esta es “una tarea global que no se puede improvisar y que se debe afrontar fomentando la adicción a la educación, huyendo de la estéril retórica del tradicional discurso intelectual y promoviendo una comprometida cultura científica y humanista para que no sean otros los que tomen las decisiones por nosotros”.
¿Cómo “sostenernos éticamente en esta sociedad biocrática tan cambiante, pero con un fondo de agresividad y egoísmo tan importante”? Las cuatro propuestas del catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo y académico de número de la Real Academia de Ciencias de España y de la Academia Europea fueron las siguientes: impulsar la educación y la cultura, “pues es la mejor manera de seguir trabajando por la equidad en nuestra sociedad”; fomentar la curiosidad, “manteniendo el principio básico de prestar atención máxima a todo lo que vemos, escuchamos y sentimos”; practicar la solidaridad, “recordando que cada adversidad ajena a la que nos enfrentemos será siempre una lección de humanidad”, y estimular a los jóvenes “para que huyan de modelos banales y construyan futuros tan curiosos como los basados en su conversión en cuidadores de planetas, exploradores del nanomundo, lectores de genomas, escultores de virus, reponedores de emociones, consejeros genéticos, cirujanos genómicos, reprogramadores celulares, ingenieros de sentidos, sembradores de curiosidad y artistas de la conversación”.
“Todavía hay espacio y tiempo para la incertidumbre”
Carlos López-Otín, reconocido internacionalmente por sus investigaciones centradas en el cáncer, las enfermedades hereditarias y el envejecimiento, estimó que en el ámbito de la salud “todavía hay espacio y tiempo para la incertidumbre, ese territorio difuso y gris que no puede llenarse con los algoritmos que predicen enfermedades o definen tratamientos”. A pesar de la incorporación de la tecnología en nuestros cuerpos, “mientras mantengamos un mínimo componente biológico interno la enfermedad acudirá tarde o temprano a su ineludible cita con nuestra anatomía”. Por este motivo, el bioquímico aragonés expresó con estas palabras nuestra imperfección y nuestra imposibilidad de ser inmortales: “Si la perfección biológica nos hubiera acompañado durante nuestra larga aventura evolutiva, seguiríamos siendo microbios, una de esas humildes bacterias que nos precedieron y nos continuarán, pero que seguirán siendo incapaces de pensar y emocionarse. Por eso, el infinito estará más cerca si prestamos más atención a la preservación de la salud que a la búsqueda de remedios imposibles ofrecidos por macrobios vendedores de tiempo que prometen paraísos a los que no se puede retornar”.
López-Otín, Premio Carmen y Severo Ochoa en Biología Molecular, Medalla de Oro de la Asociación Española de Investigación en Cáncer y Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal, entre otros galardones, confesó que sigue empeñado en encontrar respuestas a las grandes cuestiones de la humanidad ya no solo en materia de salud y enfermedad. Lo asaltan preguntas del tipo ¿por qué surge la violencia, la perversión, la envidia, el odio o la desigualdad? Para él, estas cuestiones “no difieren sustancialmente “de las que hace cinco siglos se planteaba Antonio de Nebrija “mientras progresaba en el arte de las letras y construía gramáticas y diccionarios”. En la práctica del altruismo, de la curiosidad y de la empatía de pueden encontrar “respuestas apropiadas”. Resumió de esta forma las ideas de su discurso: “Sin duda, la evolución cultural y tecnológica han mejorado muchos usos humanos y hemos podido crear gramáticas genómicas para entender y practicar el arte de los genes, pero sigue plenamente vigente nuestra difícil convivencia con la enfermedad y con la muerte.”
Sami y Guille escuchan desde la sala
Al acto de investidura de doctor honoris causa acudieron numerosas personalidades académicas científicas y políticas, entre las que se encontraban Manuel Villa-Cellino, presidente del Consejo Rector de la Universidad Nebrija y de la Fundación Nebrija; José Muñiz, rector de la Universidad Nebrija, Federico Morán, director de la Fundación para el Conocimiento Madri+d; Ignacio Villaverde, rector de la Universidad de Oviedo, miembros de su familia, pacientes suyos como Sammy y Guille, discípulos, colaboradores, pacientes suyos y “muchos amigos entrañables incluyendo a los que han venido desde mi pueblo natal”, entre ellos a una alumna de la Universidad Nebrija, María Jesús Echevarría, “puro talento y compromiso que pudo cursar en esta Universidad su Máster en Periodismo gracias a una generosa beca del Ayuntamiento de Sabiñánigo que año tras año abre vías de futuro a los estudiantes más brillantes de nuestro pueblo”.
Todos escucharon las palabras del bioquímico de la Universidad de Oviedo, que en parte reflejaron el trabajo de investigación llevado a cabo en su laboratorio en los últimos 35 años. Tampoco faltaron alusiones literarias y científicas ni un viaje en el tiempo donde el propio investigador acude a la clase de gramática de Antonio de Nebrija en la corte humanista de Juan de Zúñiga y donde entiende “con absoluta nitidez que la literatura representa la más alta expresión de un arte que hoy olvidamos a menudo ante el imparable empuje del mundo de las imágenes: el arte de las palabras”.
Con admiración al “afán de enseñar” del humanista de Lebrija, Carlos López-Otín descubrió “con sorpresa que, aunque él nunca lo supo, Antonio de Nebrija, ADN, portaba en su nombre la esencia molecular de la vida, ese hilo molecular que contiene nuestros secretos biológicos más íntimos y nos conecta con todas las criaturas del tercer planeta del sistema solar”. Antonio de Nebrija fue, por lo tanto “un escultor de gramáticas, ortografías y diccionarios, pues en su nombre portaba las señales de la colosal molécula helicoidal que almacena, organiza y expresa la información necesaria para escribir en lenguaje molecular las claves de la vida, de la salud y de la enfermedad”. Precisamente el desciframiento de genomas, epigenomas y metagenomas, y el establecimiento de sus interacciones significó su “particular manera de aproximarme al humanismo, a la gramática de la vida, al arte de los genes”.
Cien años de soledad, treinta y cinco de investigación
En sus loas por la cultura y la educación, aludió al Instituto de Enseñanza Media “de mi pueblo donde comencé a preguntarme el porqué de tanta grandiosidad y tanta prodigalidad” donde escuchó por primera vez las tesis de Charles Darwin, Isaac Newton o Albert Einstein: “Estos tres titanes del conocimiento hicieron crecer en mí el deseo de saber si tal vez lo más incomprensible de la vida y de las enfermedades es que alguna vez podrían ser entendidas”.
Además de citar vivencias y profesores de la Universidad de Zaragoza y de la Universidad Complutense, donde comenzó su formación en Bioquímica y Biología Molecular, nombró su tesis doctoral en el “imponente” Hospital Ramón y Cajal, su estancia en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, su formación en la Universidad sueca de Lund y sus trabajos en las Universidades de Nueva York y Harvard. López-Otín reflejó que la mayor parte de su labor académica e investigadora se sigue desarrollando en la Universidad de Oviedo desde hace 35 años. “Reflexionando sobre ello, recuerdo el libro que más influyó en mi adolescencia, Cien años de soledad, en el que entre muchas otras cosas aprendí que `el tiempo no pasa, solo da vueltas en redondo´, una recurrente metáfora sobre las dificultades que todavía atraviesan muchos profesores genuinamente comprometidos con la labor de educar a las nuevas generaciones de españoles”, observó.
Teniendo claro que “la investigación está dirigida por hipótesis surgidas de la imaginación de los científicos, que debían someterse a validación o refutación experimental”, López-Otín relató que en 1987, con “nuestra total falta de experiencia en la investigación oncológica y los escasos recursos entonces disponibles en nuestro joven y minúsculo laboratorio asturiano, nuestro principal reto fue tratar de elaborar hipótesis innovadoras que nos permitieran explorar terra incognita, pero alejada de aquella por la que transitaban los principales protagonistas de la Oncología molecular de la época”. Ahí comenzó el estudio de las proteínas responsables de la generación de metástasis, “esas entidades celulares que todavía representan el lado más oscuro de los tumores malignos”.
Investigación sobre el envejecimiento, “que a todos nos iguala”
Hace más de 20 años, el equipo de López-Otín pretendió establecer relaciones causales entre las alteraciones en los niveles de una determinada proteasa y el desarrollo o progresión del cáncer. “Pacientemente, fuimos generando una galería de ratones modificados genéticamente que nos permitieron definir un papel causal y no redundante para algunas proteasas en la progresión del cáncer”, comentó. Algunas de las proteasas que habían descubierto en un contexto oncológico desempeñaban funciones decisivas en procesos tan diversos como el metabolismo del hierro, la formación de los huesos, la percepción del dolor o el control del envejecimiento del organismo: “Esta última e inesperada observación fue el punto de partida para introducirnos en la investigación sobre la senescencia celular y el envejecimiento, ese complejo proceso biológico que a todos nos alcanza y a todos nos iguala”.
Para Carlos López-Otín, el cáncer y el envejecimiento, “fronteras actuales del conocimiento” parecen procesos antagónicos “pues el cáncer implica una ganancia aberrante de eficiencia biológica, mientras que el envejecimiento representa una pérdida continuada de dicha eficiencia; sin embargo, ambos sucesos poseen un mecanismo común que deriva de la acumulación de daños moleculares en el genoma y en los restantes lenguajes de la vida”.
Su trabajo en el ámbito de la senescencia celular y los síndromes progeroides se vio reforzada por los análisis de los mecanismos moleculares asociados al envejecimiento normal y en sus estrechas conexiones con los procesos tumorales. La comprensión detallada de los mecanismos implicados en todas estas claves del envejecimiento “permitirá diseñar futuras estrategias de intervención sobre cada una de ellas, de manera que se pueda mejorar la calidad de nuestras vidas y, eventualmente, extender la longevidad”.
Siguiendo su trabajo de orfebre de la ciencia, con sus estudios en ratones, en 2008, surgió la oportunidad de participar en el Consorcio Internacional para el estudio de los Genomas del Cáncer (ICGC) basada en la acumulación masiva de datos o Big data. Se abría una nueva era en la que los resultados de los proyectos sobre “la Gramática del cáncer” estaban proporcionado “una información fundamental acerca del paisaje genético de los tumores malignos” y consolidaban la idea que no hay dos tumores iguales. “Por eso -incidió- el futuro marca un camino en el que, necesariamente, habrá que buscar soluciones individuales para cada tumor de cada paciente”.
Sammy y Guille
En su proceso vital como investigador, el catedrático de la Universidad de Oviedo lanzó un guiño a Sammy, “un gran superviviente” que estaba en la sala. Lo conoció cuando tenía poco más de doce años, “cuando le quedaban pocos meses de vida”. Con los avances en la investigación con ratones, el equipo de López-Otín pudo modificar las rutas metabólicas de Sammy, que de paciente pasó a discípulo de laboratorio y llegó a maestro: “Uno de mis catorce días de felicidad fue ver cómo logró su doctorado en Italia”. También se refirió a su amigo Guille, que sufre una mutación rara que tiene una proporción de una entre 3 000 millones. “¡Bien jugado, Guille”, le dedicó.
En su esfuerzo por “extender la longevidad levemente”, los estudios genómicos del envejecimiento condujeron a López-Otín a descubrir dos nuevos síndromes de envejecimiento prematuro, “a los que hemos denominado síndrome de Néstor-Guillermo (los pacientes en cuyo honor nombramos esta enfermedad) y síndrome progeroide neonatal atípico causados por mutaciones recurrentes en los genes BANF1 y LMNA, respectivamente”.
Las medusas inmortales
El descubrimiento de estos dos nuevos síndromes de envejecimiento prematuro y los estudios genómicos al análisis de organismos como diversos tardígrados “que presentan comportamientos insólitos respecto a sus maneras de vivir y envejecer” fueron hitos de su equipo explicados por el bioquímico de la Universidad de Oviedo. No obstante, su alusión a “las medusas inmortales” concitó toda la atención de los presentes a la investidura honoris causa. “La inmensa mayoría de los seres vivos, tras la etapa reproductiva, avanzan en un proceso característico de envejecimiento celular y tisular que culmina con la muerte del organismo. Sin embargo, Turritopsis dohrnii -una diminuta medusa de tan solo unos pocos milímetros de longitud- “tiene la asombrosa capacidad de revertir la dirección de su ciclo vital hacia un estadio anterior llamado pólipo y rejuvenecer una y otra vez”, afirmó.
La secuenciación del genoma de Turritopsis dohrnii y el de su hermana mortal Turritopsis rubra, y el empleo de herramientas bioinformáticas de genómica comparativa les han permitido identificar genes amplificados o con variantes diferenciales características de la medusa inmortal. Estos genes “están relacionados con la replicación y la reparación del ADN, el mantenimiento de los telómeros, la renovación de la población de células madre, la comunicación intercelular y la reducción del ambiente celular oxidativo”. ¿Todo esto puede derivarse a la longevidad y el envejecimiento saludable desde una perspectiva humana? “La reciente publicación de este trabajo ha suscitado un notable interés, pero conviene enfatizar que nuestra labor de investigación no pretende hacer realidad los sueños de inmortalidad humana que algunos anuncian, sino entender las claves y los límites de la fascinante plasticidad celular que permite que algunos organismos sean capaces de viajar hacia atrás en el tiempo. De este conocimiento esperamos encontrar respuestas frente a las numerosas enfermedades asociadas al envejecimiento que hoy nos abruman”, aclaró Carlos López-Otín.
La relevancia de la secuenciación de genomas para profundizar en el conocimiento de la biología humana y en el estudio de procesos “tan complejos” como el cáncer y el envejecimiento, y la transmisión de la idea de que “el vocabulario de la salud y de la enfermedad siempre se escribe con un mismo alfabeto de cuatro letras nucleotídicas, una vocal (A, de Adenina) y tres consonantes (C, G y T, de Citosina, Guanina y Timina)” fueron dos de los ejes “universales” del discurso del catedrático de la Universidad de Oviedo que sin embargo dejan también vía libre a una “incipiente Medicina personalizada, predictiva y de precisión”.
En este sentido, López-Otín defendió que, aunque entre los “determinantes de la gramática biológica” hay que seguir considerando el genoma como “el primer gran lenguaje de la vida”, debemos incorporar los datos de otros lenguajes “extraordinariamente ricos” como el varioma (hace referencia a la diversidad genómica entre dos individuos de una especie), el epigenoma (“los códigos epigenéticos definen la manera en la que se expresa la información genómica”) y el metagenoma. (“alumbra la sorprendente idea de que la mayor parte de la diversidad génica que albergamos en nuestro cuerpo deriva de microorganismos que conviven con nosotros en perfecto equilibrio”).
La irrupción del dataísmo
En el continuo avance de la Biología Molecular –“una ciencia que tal vez pueda llegar a incluirse entre las Humanidades del siglo XXI”- surge también, a su juicio, el dataísmo, “donde la respuesta antecede a la pregunta, pues nada se postula a priori, nada se imagina, fabula o intuye, y hasta los más brillantes imaginadores, fabuladores e intuicionistas están ya en grave riesgo de ser alcanzados por abrumadoras tormentas de información”. De esta forma “no nos queda más opción que abrir bien los ojos, observar los vendavales de datos con agnóstica mirada humana y permitir que nos cuenten todas las historias que portan. Después, ya correrá de nuestra cuenta convertir esas historias en hipótesis y transformar los datos en relatos”.
López-Otín, autor de libros como La vida en cuatro letras o El sueño del tiempo, cree que este “gigantesco y creciente catálogo de datos” contribuye a mejorar nuestra capacidad de cuantificar el riesgo de desarrollar un cierto tipo de tumor o de desvelar su origen y de usar terapias dirigidas, “cuyas raíces surgen de este largo viaje de conocimiento al centro de la gramática genómica del cáncer”. Los diferentes trabajos de su grupo reafirman “la gran utilidad” de la secuenciación de genomas para el estudio de las enfermedades hereditarias “por raras que estas sean”.
“Sociedad adormecida para el pensamiento y anulada para la reflexión”
La “gran mentira” de la invulnerabilidad humana instalada en “esta sociedad hedonista, egoísta y narcisista, orgullosa de su progreso, pero adormecida para el pensamiento y anulada para la reflexión” fue otro de los mensajes que el bioquímico aragonés lanzó en su discurso. El coronavirus SARS-CoV-2, “una sencilla criatura que carece de vida independiente y cuya gramática biológica consta de menos de treinta mil letras genómicas, una minucia comparada con los más de tres mil millones de esas mismas piezas nucleotídicas que todos nosotros necesitamos para pensar, sentir y ser” fue capaz de “desnudar nuestras más humanas debilidades incluyendo las económicas, las sociales y las políticas”. López-Otín se preguntó si “el altísimo precio pagado por esta gran lección sobre la fragilidad humana” había merecido la pena. Su conclusión despejó dudas: “Miro alrededor y busco respuestas, pero lo que percibo es un insoportable ruido social que demuestra que nuestra sociedad no acaba de entender que la información no es lo mismo que el conocimiento. Por eso, tenemos que seguir progresando en la educación para disminuir el riesgo permanente de que nuestra especie pueda verse diezmada por nuevos microorganismos capaces de sobrepasar nuestras barreras inmunológicas”.
Las nuevas disciplinas médicas y el “enorme progreso tecnológico que deberá encontrar su espacio en unos sistemas públicos de salud que son más frágiles de lo que creíamos” están en el centro del debate. Por este motivo, “es necesario prestar tanta atención al progreso de la Ciencia y, tras apartar nuestra frecuente arrogancia tecnológica y científica, debemos examinar las luces y las sombras que esperamos encontrar durante este viaje de conocimiento al centro de la salud”. Estarán a la orden del día las terapias individualizadas -“adaptadas a las necesidades particulares de los pre-pacientes, una nueva categoría de seres humanos cuyo número se multiplicará a medida que se desarrollen nuevas estrategias moleculares para predecir nuestro futuro patológico”, los tratamientos “para un número creciente de cuasi-enfermos”, las células reprogramadas y cuyos genomas se habrán editado con métodos tan ingeniosos como el sistema CRISPR/Cas9, las células inmunitarias CAR-T educadas para eliminar células tumorales, los virus alterados genéticamente para dotarlos de nuevas capacidades, los ARN modificados como los usados para crear vacunas frente al coronavirus SARS-CoV-2, y proteínas recombinantes surgidas de la imaginación científica y no de millones de años de evolución biológica, las impresoras 3D que satisfagan las demandas tisulares u orgánicas de los usuarios, y los medicamentos basados en el empleo de nanopartículas y nanorrobots capaces de alcanzar el último rincón celular donde se haya producido una “traición” molecular.
En el lado de las sombras, dos décadas después desde que se publicara la primera edición de la gramática genómica, López-Otín pidió prudencia ante la implementación de “un dataísmo médico extremo” porque “entraríamos en una paradójica espiral sin fin, que culminaría no cuando todos estemos sanos, sino cuando todos seamos considerados enfermos o cuasi-enfermos”. Otro de los riesgos que apuntó el científico fue que el progreso científico nos lleve a una nueva forma de discriminación social. Por eso, “habrá que discutir cómo afrontar el elevado coste de incorporar estos nuevos elixires de salud a la rutina clínica de los hospitales públicos, aunque también deberíamos preguntarnos cuál será el coste de no implementarlos”.
Un científico humanista
En la investidura honoris causa, Cristina Garmendia, presidenta de la Fundación Cotec, doctora en Ciencias Biológicas y exministra de Ciencia e Innovación, brindó su laudatio a Carlos López-Otín que, en su condición de “científico humanista” y develador de una medicina de la salud, es “importante” para la sociedad y “marca el presente y el futuro” de la medicina. “Estoy segura de que Antonio de Nebrija hubiese gozado de su compañía y de la conversación erudita con un sabio de nuestro tiempo como Carlos López-Otín”, afirmó.
Con referencias a la investigadora Margarita Salas, Garmendia recordó cómo el conocimiento “puede ayudar a salvarnos y no solo en un sentido estrictamente físico” y en ese contexto “Carlos y su grupo han contribuido con aportaciones novedosas, innovadoras y de alcance global” con la identificación y caracterización bioquímica de más de 60 nuevas proteasas humanas. Su combate contra el cáncer, según enunció la exministra, también ha generado el análisis de dos nuevos síndromes de envejecimiento acelerado. Con más de 450 artículos y más de 60 000 citas “y otros datos abrumadores”, López-Otín, además de su perfil investigador, “es un ser humano excepcional” cuya “entrega” a sus alumnos, a los pacientes y a la sociedad “genera comprensión, empatía y esperanza”.
Asimismo, Garmendia elogió la decisión del científico de desarrollar su carrera en Oviedo “cuando ha tenido la oportunidad de trabajar en muchos de los mejores centros de investigación del mundo, que cuentan con más recursos”.
Fuente de inspiración
José Muñiz, rector de la Universidad Nebrija, también brindó palabras de agradecimiento a Carlos López-Otín, que “tiene una trayectoria investigadora impresionante, pero, sobre todo, es una gran persona, siempre dispuesto a ayudar a los demás y a devolver a la sociedad el legado de su saber. Sirva de botón de muestra su reciente y exitoso Tour del cáncer de la Asociación Española contra el cáncer”. Sus ideas y planteamientos son “una verdadera fuente de inspiración” en un momento en que la Universidad Nebrija está desarrollando la nueva Facultad de Ciencias de la Vida y de la Naturaleza, un nuevo Máster de Bioinformática y un grado de Ingeniería Biomédica. Ante “una salud del futuro adaptativa e informatizada”, el rector sintetizó que López-Otín “encaja a la perfección” en el ecosistema de la Universidad Nebrija avivado por la pasión por saber y la pasión por emprender.
Tras recordar a Santiago Gascón, bioquímico “egregio”, y presidente del tribunal de oposiciones que en su día hizo catedrático de la Universidad de Oviedo a Carlos López-Otín, José Muñiz aludió al discurso del bioquímico en relación con Antonio de Nebrija, del que se cumplen cinco siglos de su fallecimiento. De las tres palabras del título, dos, humanismo y gramática, “van directas al corazón de Nebrija, incluso la tercera, genómica, entronca con el lenguaje, en este caso con el lenguaje de la vida”.
Muñiz transitó por el pasado y el presente sin perder de vista el futuro de la mano del polímata Antonio de Nebrija: “Hoy de nuevo estaría en primera línea, enfrentándose al fantasma de la nueva inquisición que recorre los campus universitarios, ahora en forma de espacios seguros, cancelaciones, posverdades, tiranía de las redes sociales, y la peor de las censuras, la autocensura, inducida por lo políticamente correcto”. Para el rector, “el espíritu inquisidor nunca muere, muta, pero siempre reaparece adoptando formas diversas”.
En su “espíritu independiente y su pasión por saber” entroncó a Nebrija con el nuevo doctor honoris causa, “un científico de primer nivel mundial, un verdadero lujo para cualquier claustro universitario, un faro inspirador para los investigadores y estudiantes”.
Muñiz, en la clausura del acto, rememoró cómo en su revisión para la revista Psicothema del libro La vida en cuatro letras, de López-Otín, ya plasmó que el honoris causa entendía mejor que nadie el diálogo entre los distintos niveles epistemológicos, “explicando con maestría el papel de la epigenética y del metagenoma, alejado de reduccionismos estériles. Por decirlo en sus propias palabras: …somos más, mucho más que la suma de nuestros genes. Somos holobiontes, el conjunto formado por un organismo complejo y todos sus microorganismos asociados,”.
Según el rector, Carlos López-Otín “recuerda que contenemos multitudes, que constituimos una extraña unidad en la diversidad, al lado de la cual el misterio de la Santísima Trinidad es un juego de niños. Nuestra existencia no se entiende sin la interacción diaria con los virus, co-evolucionamos con ellos, como expone, en su libro Viral, Juan Fueyo, un investigador asturiano afincado en Estados Unidos”.
Aquí puedes ver un video resumen del acto.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.