Ucrania 22

Francisco Veiga presenta ‘Ucrania 22. La guerra programada’

Autor heterodoxo, de ideas singulares, basadas, sobre todo, en su experiencia personal y en sus investigaciones, Francisco Veiga acaba de publicar Ucrania 22. La guerra programada. Editado por Alianza editorial, el libro se presenta como un análisis urgente sobre el contexto, las causas, el periodo histórico y las razones que han provocado la invasión rusa a Ucrania. El catedrático del departamento de Historia Moderna y contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) presentó su último trabajo en la Universidad Nebrija ante los alumnos del Grado en Relaciones internacionales y del Máster en Relaciones Internacionales, flanqueado por uno de sus profesores, Carlos López, y su directora, Adela Alija.

“Es un libro eruptivo. Surgió de una manera muy apasionada, pero es un libro sin posicionamiento. Llevo años dando vueltas por todos los países del Este. Nunca me he casado con nadie y aquí lo que pretendo es que el usuario, tras la lectura, se monte su propia visión”, señaló el autor al comenzar la presentación.

En un país donde las ideas intelectuales se simplifican y se recluyen en dos celdas, derecha o izquierda, los libros de Veiga se resisten a las etiquetas. Este no podía ser menos.

Justo cuando se cumple un año de la invasión rusa, Ucrania 22. La guerra programada examina los hechos no solo desde el punto de vista del historiador, sino también, desde el punto de vista del testigo informativo de un “conflicto largamente anunciado” y desde el punto de vista de las imágenes. “Es una guerra sin mucha información. Desde el principio, lo que nos iba llegando de Ucrania eran noticias, no eran informaciones. No sabemos el número real de bajas y no la tenemos a propósito. Nos faltan datos del impacto económico en Europa. Así que con este libro no quise generar más contenido sino interpretaciones”.

Orígenes del conflicto

Veiga explicó a los alumnos del máster que lo que ha pretendido con Ucrania 22 es estudiar los orígenes del conflicto en el período anterior a la disolución de la Unión Soviética. El autor puso el foco en las nuevas alianzas internacionales, “como los acuerdos de Abraham (2022) que de alguna manera arrinconaron a Rusia”, y en otros actores que tuvieron relevancia en el escenario, “como Turquía, Polonia, Hungría o Israel”.

Confesó que el subtítulo, en cierto modo, es provocador, más que nada porque “ninguna guerra es inevitable”. Veiga juega con las palabras porque, para él, todo lo sucedido ha sido fruto de cómo se han estructurado las relaciones internacionales desde la caída de la URSS (1990) y el final de la Guerra Fría (1991).

En ese momento, los analistas y los historiadores centraron su atención en conflictos como Croacia y Bosnia, Oriente Medio, el 11 M o el yihadismo. “No vimos venir todo esto, por lo menos yo, como historiador, no lo vi venir”.

Recordó Veiga que, como explica en Ucrania 22, tras la caída de la Unión Soviética la Casa Blanca, de alguna manera u otra, apoyó a los partidos nacionalistas europeos en un intento de establecer un nuevo orden mundial, liderado por Estados Unidos. Un movimiento que frenaría cualquier plan que pretendiera reinventar una nueva Unión Soviética. Así, las potencias occidentales, con el brazo armado de la OTAN, reinventaron una nueva Europa que alimentó los temores de Moscú

La situación empezó a complicarse con los primeros compases de la guerra de Kosovo (1998). La OTAN mostró su músculo y se movilizó contra Serbia. Para Veiga existe un paralelismo entre la declaración de independencia decidida unilateralmente por Kosovo y el referéndum organizado por Putin en Crimea para su anexión a Rusia en 2014. Sostiene que, al haber cubierto aquellos conflictos en persona, “todo esto no ha sido más que un déjà vu, puesto que hay una relación de causa y efecto entre ambos escenarios”.

Ucrania, un polvorín

En la resolución del conflicto de Kosovo, la diplomacia rusa quedó ninguneada y no se le dio el protagonismo que esperaba. “Aquello era un polvorín. No le hicimos el caso que deberíamos haberle hecho. Recordemos que cuando Putin tomó Crimea dijo: os habéis quedado con Kosovo, yo con Crimea”.

Así las cosas, Putin invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022 pensando que aquello iba a ser una guerra relámpago. Un año después estamos ante una contienda de difícil solución. “Desde la Guerra fría ningún bloque, ni americanos ni soviéticos, han ganado una guerra convencional”. La pesadilla de Vietnam o el fantasma del fracaso en Afganistán revolotea por las mentes de quienes toman decisiones en los dos bloques. “Ambos necesitan una victoria clara, pero esto no parece que se pueda lograr mediante una ofensiva directa”. Por la fuerza, “es una guerra que no va a ganar nadie”. LA OTAN no se puede permitir el lujo de movilizarse porque es consciente de la reacción de Rusia y viceversa.

Un día después de la presentación de Ucrania 22 y cuando faltan tres días para cumplirse el año de la invasión, Putin en su discurso ante la Asamblea Federal acusó a Occidente “de empezar la guerra para imponer sus valores totalitarios” y anunció la suspensión del cumplimiento por parte de Rusia del START III o Nuevo START, el último tratado de desarme nuclear aún vigente entre Rusia y EEUU.

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