“La conducta suicida es un problema de salud pública, está asociada a tabúes y estigmas, es prevenible, se disponen de medidas de intervención y recursos eficaces y la solución pasa por la corresponsabilidad. La implicación de todos y cada uno de los agentes de la sociedad es esencial. Cualquiera puede ayudar a cambiar una vida. Hablar del suicido ayuda a prevenirlo”. Eduardo Fonseca, vicerrector de Investigación e Internacionalización de la Universidad de La Rioja y un referente en salud mental, resumió en estas palabras una conferencia de dos horas y media que impartió a los alumnos y profesores de la Facultad de Ciencias de la Vida y de la Naturaleza de la Universidad Nebrija.
Bajo la atenta mirada de Ana Sanz, directora del Máster en Psicología General Sanitaria, y del rector, José Muñiz, Fonseca instó a los psicólogos a dotar de herramientas a las personas “ante los avatares de la vida” para “generar esperanza a través de la acción”. El investigador asturiano no eludió las cifras de fallecimientos por suicidio -las daremos al final de esta crónica-, pero las arrinconó en su “barrido general” del estado de la cuestión.
Su hilo expositivo transitó por sus críticas al modelo biomédico, por los factores de riesgo y protección, por los nuevos modelos psicológicos, por un correcto protocolo de evaluación desde los diferentes ámbitos de la salud, haciendo hincapié en la prevención y en la promoción, y por los tratamientos psicológicos y la efectividad de intervenciones breves como el plan de seguridad de Stanley y Brown.
Tema “radicalmente psicológico”
Sin dejar de reseñar que España carece de un plan nacional para la prevención de la conducta suicida, Fonseca, autor de más de 200 publicaciones científicas indexadas, apostó por la formación de los profesionales en este tema “radicalmente psicológico”. “Aunque los psicólogos participamos de los mismos sesgos y tabúes que el resto de la sociedad, debemos profundizar en el compromiso con el bienestar social y con la ciencia y abordar la conducta suicida de una manera global independientemente de nuestra especialización”, expresó.
La formación, la información, la sensibilización y la concienciación para poder actuar atañe, a su juicio, a toda la sociedad. “La conducta suicida es un comportamiento reactivo ante una situación límite para la cual la persona no encuentra mejor solución que acabar con su vida. No es un trastorno mental ni un problema cerebral. La conducta suicida, caracterizada por la presencia de un gran sufrimiento vital y de un dolor psicológico intolerable (psicalgia), es un drama de la vida y el psicólogo tiene que dotar de herramientas a la persona teniendo en cuenta la ambivalencia del deseo de morir y de quitar el sufrimiento”, argumentó.
Para explicar sus argumentos, el psicólogo ovetense usó la metáfora del pez enganchado al anzuelo que el psiquiatra Karl Menninger empleaba para describir el comportamiento de las personas con dificultades: “Sus giros pueden parecer extraños para los otros peces que no comprenden las circunstancias; pero su chapoteo no es su sufrimiento, es su esfuerzo para liberarse de su sufrimiento”.
La principal causa de muerte infantojuvenil
Atendiendo a la conducta humana “poliédrica y dinámica”, Fonseca apeló a los psicólogos a dar la mejor respuesta a los jóvenes antes de que se produzca una tentativa de suicidio, la principal causa de muerte infantojuvenil del mundo. En el Estudio PSICE (Psicología basada en la evidencia en contextos educativos), editado por el Consejo General de la Psicología de España, un 4,9 % de los adolescentes indicó que en algún momento había intentado quitarse la vida.
Aunque hay factores de riesgo identificados como el perfeccionismo, la desesperanza, las razones para vivir, la presencia y la búsqueda de sentido de la vida, la derrota o el atrapamiento, Fonseca aludió a trabajar con otras variables como el sentido de la pertinencia, -“los que tiene mayor sentido de pertenencia tiene menor prevalencia de suicidio”- y las medidas contra el acoso –“se puede reducir hasta un 22 % la conducta suicida trabajando en este sentido”-.
El apoyo social, las herramientas de resolución de problemas, los entornos seguros o la resiliencia conformaron otras de las medidas que señaló Eduardo Fonseca siempre con la participación de los psicólogos, “auténticos flotadores y botes salvavidas”. Para reflexionar sobre todos estos aspectos, el vicerrector de Investigación de la Universidad de La Rioja aconsejó la lectura de El individuo flotante. La muchedumbre solitaria en los tiempos de las redes sociales, de Marino Pérez Álvarez, y la comprensión del concepto japonés moai, que potencia el apoyo estrecho entre las personas.
Modelo tutifruti de la conducta humana
En su parte más técnica de la conferencia, Eduardo Fonseca detalló tres modelos para entender el comportamiento humano: cebolla, en el que “empiezo a quitar capas y no encuentro la causa de un problema”; melocotón, en el que “quito las capas y encuentro el porqué, pero esa no es la única causa”, y el tutifruti, “el modelo que me gusta, hay que analizar un poco de todo”.
En los modelos de abordaje de estudio de la conducta suicida, Fonseca se mostró partidario de un modelo de redes y de un sistema dinámico complejo “donde todo está relacionado con todo, pero no del todo”. Basada en los procesos de Hoffman y Hayes, este sistema plantea, en la psicoterapia, el problema como la conexión en los nodos mientras los síntomas serían los circulitos, y las rayitas de unión, la relación positiva o negativa. El objetivo sería cambiar la red, mejorar esas conexiones.
En su discurso en el Campus de Madrid-Princesa de la Universidad Nebrija, Fonseca dio muchas referencias de manuales y estudios como En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia (UNICEF), Estrategias generales de prevención de conducta suicida (Organización Panamericana de Salud -OPS-) o la Guía de aplicación para la prevención del suicidio (OPS), donde se proponen claves eficaces basadas en la evidencia: limitar el acceso a los medios de suicidio, interactuar con los medios de comunicación para una información responsable, desarrollar las aptitudes para la vida de los jóvenes y detectar a tiempo a todas las personas afectadas.
Preguntas directas en las sesiones profesionales
En las sesiones profesionales con las personas en la comprensión de la conducta suicida, las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud apuntan a plantear preguntas directas como “¿sientes deseos de quitarte la vida?”. Todo en una evaluación clínica de la conducta suicida donde el profesional debe mostrar empatía y mantener la calma, además de no ignorar la situación o no hacer parecer el problema como algo trivial, entre otras claves.
El Plan de seguridad de Stanley y Brown (seis pautas de intervención breve), la MINI Entrevista Neuropsiquiátrica Internacional, la Escala Columbia de gravedad suicida para evitar el suicidio, la Escala Paykel de suicidio, la Escala SENTIA, (el primer test de cribado para la prevención de la conducta suicida en jóvenes españoles, desarrollado por el Grupo PRISMA) fueron algunas de las herramientas profesionales que citó Eduardo Fonseca durante su intervención.
En definitiva, ante la conducta suicida, “voluble, cambiante y dinámica”, el investigador defendió una mejor formación e información sobre este asunto porque “la salud mental es un derecho que hay que proteger con una atención psicológica de calidad”.
Los datos, al final
Aunque algún porcentaje se ha asomado en un párrafo, dejamos aquí, en la esquina más alejada de la crónica, los últimos datos generales sobre suicidios.
En el año 2022 se produjeron en España 4227 fallecimientos por suicidio, un 5´6 % más que en 2021. Por cada suicidio hay 20 tentativas. En 2022 se calcula que hubo más de 80 000 tentativas de suicidio en España.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.