“Mi trabajo curatorial tiene un profundo compromiso con los derechos humanos”

El Pabellón de Chile causa asombro y sigue cosechado excelentes críticas en la 60° Bienal de Arte de Venecia. Cosmonación, el proyecto de Valeria Montti Colque curado por Andrea Pacheco, profesora del Máster en Mercado del Arte y Gestión de Empresas Relacionadas de la Universidad Nebrija, dirigido por José Luis Guijarro, se compone de cinco obras que provocan la reflexión sobre el exilio, la migración y la diáspora.

Pacheco se ha centrado en las prácticas artísticas que abordan temas de nuestro tiempo como los desplazamientos humanos, la memoria, las narrativas históricas, el racismo y las perspectivas decoloniales. Ha sido comisaria invitada en museos e instituciones de arte de Europa y América Latina como Matadero Madrid, CentroCentro Cibeles, Museo de la Solidaridad Salvador Allende de Santiago de Chile o Museo MAMU de Bogotá. Además, ha sido jeja de Exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo, MAC Quinta Normal, en Santiago de Chile. Ha trabajado con destacados artistas latinoamericanos y actualmente está implicada en la exposición con Asunción Molinos Gordo, en el CA2M, y en una muestra sobre las colecciones del Museo Thyssen-Bornemisza.

Dentro del campo del comisariado, idear un pabellón en la Bienal de Venecia representa uno de los más prestigiosos encargos que se pueden recibir.

Pregunta: ¿Por qué el proyecto Cosmonación del Pabellón de Chile está siendo uno de los más aclamados en la última Bienal de Arte de Venecia?

Respuesta: No sé si uno de los más aclamados, pero sí que es un pabellón destacado porque estamos tocando un asunto que tiene que ver con la memoria histórica de Chile, aunque también representa la memoria histórica de muchos países que han estado atravesados por procesos de violencia, gobiernos, dictaduras y cuya población ha tenido que exiliarse, migrar y se han transformado en refugiados políticos. En Chile, a mediados de los setenta y principios de los ochenta hubo un éxodo enorme de chilenos a diferentes partes del mundo y concretamente a Suecia, que fue uno de los países que acogió una gran comunidad de chilenos exiliados por el compromiso profundo que había entre el gobierno sueco y el derrocado gobierno de Salvador Allende.

Yo creo que hasta ahora no habíamos tenido un ejercicio artístico sobre el posexilio, sobre la generación posterior al exilio de la que forma parte Valeria, que es una artista hija de padres chilenos exiliados y que nació en Suecia. Entonces, de qué manera se conforma esa identidad, digamos, multinacional o binacional o cosmonacional -el concepto que estamos utilizando-; cómo eso se refleja en la obra artística y cómo esas piezas artísticas se insertan en los relatos del arte nacionales tanto de un país de origen como del país de residencia. De todo eso habla este pabellón y yo creo que es un asunto de enorme actualidad, de enorme coyuntura; es una problemática que hoy está sobre la mesa, ¿no? Vivimos en un mundo habitado por identidades múltiples. El concepto de nación no consigue reflejar lo que es la complejidad y la diversidad de las comunidades que habitan las sociedades contemporáneas. En ese sentido, creo que nuestro pabellón está muy conectado con el presente, muy conectado con lo que está pasando hoy en día en el mundo en términos identitarios y en términos de conformación de una identidad cultural.

Andrea Pacheco. Bienal de Venecia

P: Desde el plano personal y profesional, ¿qué ha supuesto para usted comisariar esta propuesta?

R: Comisariar un pabellón nacional siempre es un enorme desafío y si el proyecto es exitoso, como ocurre en mi caso, representa una satisfacción enorme. Es un momento muy importante de mi carrera no solo porque es la Bienal de Venecia, el evento de arte contemporáneo más importante en el plano internacional, por lo que implica o simboliza, sino también porque creo que cristaliza o culmina un proyecto expositivo a través de la obra de la artista Valeria Montti Colque. Esta propuesta reúne una serie de intereses, de deseos y de preocupaciones de mi práctica como curadora. Llevo ya bastantes años trabajando en torno a la migración, a los desplazamientos humanos, a las comunidades de diáspora. Yo misma soy una persona diaspórica, una chilena que lleva veinticinco años en Madrid, que tiene una familia también mixta -mi hija es chileno-española-.

Para mí es una fortuna, un privilegio poder cruzar mis intereses personales con mis preocupaciones como habitante de esa diáspora en mi trabajo. Esta propuesta supone un punto muy importante en mi carrera, el reconocimiento de que todos esos asuntos que he estado investigando y he estado trabajando tienen sentido no solo para mí, no solo para mi historia personal o para la de mi propia comunidad, por ejemplo, para la comunidad latina en Madrid, sino también para muchas personas en muchos territorios. Sentir que tu trabajo conecta y reúne sensibilidades muy diversas y muy distintas es tremendamente satisfactorio. He sentido el cariño, el afecto, el reconocimiento y la empatía de muchísimas personas en diversos lugares. La manera en que el contexto artístico y cultural sueco ha recibido este proyecto ha sido muy bonito, ha sido de una enorme satisfacción ver cómo sentían como propio este contenido, esta historia que efectivamente une a Chile y a Suecia a través de una parte de nuestra vida, de nuestra historia común que es el exilio provocado por las dictaduras. Me llena de honor presentar el pabellón Cosmonación con una artista que es hija del exilio cuando se cumplen 50 años de aquella Bienal de 1974 en la que hubo una serie de exposiciones en torno a la idea de libertad para Chile. Para mí como persona chilena me llena de honor.

P: ¿Cuáles han sido los momentos más duros y los más satisfactorios?

R: Los momentos más duros y más difíciles siempre tienen que ver con los procesos de trabajo, con la parte más técnica, pero quizá lo más complejo y lo más desafiante de este proyecto ha sido el tiempo. Nosotras hemos hecho un pabellón en cuatro meses, mientras otros países disponen como mínimo de un año para preparar el proyecto. No sé realmente cómo conseguimos sacarlo adelante. Esto ha sido muy difícil, un trabajo incansable del artista, de todo el equipo que trabajó alrededor de ella y de muchas personas. No obstante, el trabajo de Valeria congrega a mucha gente y esto es lo que ha permitido sacar adelante este proyecto.

P: ¿Por qué en sus investigaciones curatoriales hace hincapié en los desplazamientos humanos y en la memoria histórica? ¿Cómo resulta el proceso de trasladar estos conceptos a una exposición?

R: Bueno, yo creo que trabajo sobre los desplazamientos humanos y sobre la memoria histórica porque son preocupaciones vinculadas al contexto donde yo he nacido, he crecido y me he formado. Yo nací en los setenta en Chile, durante la dictadura de Pinochet y yo creo que la memoria histórica y la necesidad de construir la historia de manera constante, como un cuerpo cambiante y en constante evolución, necesita ser repensada, necesita tener tensiones que llegan desde el presente, y no pensarla como algo que está fijo, está vinculada con el lugar y el tiempo histórico en el que yo he nacido y he crecido, con la necesidad de cuestionar de manera constante esos relatos y con la necesidad de pensar que la memoria histórica conforma y determina nuestro presente.

Siento que trabajo con la memoria como un material del presente y con la historia como una herramienta para entender el mundo contemporáneo, el mundo que habitamos hoy. Y en ese marco, las migraciones, los desplazamientos humanos, el exilio están estrechamente vinculados. Uno de los asuntos más complejos que toca abordar hoy como sociedad es precisamente el asunto de los desplazamientos humanos y todo lo que ello conlleva: el sufrimiento, el dolor y la violencia Los desplazamientos humanos son un fenómeno natural en la historia de la humanidad desde que existen seres humanos sobre la tierra. Las personas se han desplazado siempre con el objetivo de buscar una mejor vida. Ha sucedido en todos los momentos de la historia. Hoy estos desplazamientos, desde ciertos territorios o desde ciertos espacios que funcionan desde una cierta hegemonía, se han criminalizado y se han transformado en un problema que hay que atacar y atajar.

Cuando yo observo la manera en que Europa, de modo general como continente, aborda las migraciones desde África, no puedo dejar de pensar en la manera en que América Latina desde mediados del siglo XX acogió las migraciones y los desplazamientos humanos desde Europa cuando Europa estaba inmersa en sus guerras. La manera en que Chile acogió, por ejemplo, a todos los refugiados políticos de la guerra civil o anteriormente cómo se acogió a los italianos en Argentina, a los alemanes en el sur de Chile después de la guerra… Quiero decir que la memoria es muy frágil y parece ser que hay unos desplazamientos humanos o unas migraciones que son más válidas que otras. Mi trabajo curatorial tiene un profundo compromiso con los derechos humanos y tiene una profunda empatía con el mundo en el que vivimos. Además, hay una serie de artistas que trabajan en la misma dirección cuyas vidas y cuyas biografías probablemente también están tocadas por estos asuntos de diferentes maneras. Es ahí donde se produce el encuentro entre lo que es mi práctica curatorial y el trabajo de los artistas.

P: Como profesora del Máster en Mercado de Arte y Gestión de Empresas Relacionadas, ¿qué consejos generales puede dar a todos aquellos que quieran dedicarse al comisariado de arte?

R: Creo que hay un consejo muy importante que le doy a mis alumnos y a mis alumnas todos los años desde que empecé a dar clases en el Máster hace creo más de cinco años: que trabajen con lo que conocen, que trabajen con lo que les apasiona, que trabajen con lo con lo que atraviesa su biografía -como me pasa a mí-, con lo que atraviesa sus intereses de manera profunda, sus deseos, sus preocupaciones. El arte, tal y como yo lo entiendo, más que nunca necesita tener este compromiso con la verdad, este compromiso con el mundo. En esa línea, el comisariado es una profesión hermosa.

Pabellón Chile Andrea Pacheco

P: ¿Cree que el tiempo corre a favor de esta profesión, que en el futuro habrá, si cabe, más oportunidades en este sector?

R: Esta profesión es muy camaleónica, no una profesión fija con ciertos parámetros o ciertos marcos de trabajo. Te permite hacer muchas cosas diversas. Tú puedes comisariar una exposición, pero también puedes comisariar un festival de música, un programa de actividades, un encuentro de conversaciones, una serie de paseos por el campo; o sea, es una profesión que te permite siempre experimentar tanto como se experimenta desde la práctica artística. Creo que la práctica comisarial cada vez más es una práctica más cercana a lo que es la práctica artística que a la práctica más académica de la teoría o de la historia del arte. Yo lo quiero entender así, como una práctica más experimental, más conectada de una manera quizá más intuitiva y más orgánica con la serie de materiales con los que se relaciona. No desde un lugar puramente intelectual, no desde un lugar puramente teórico, sino abriéndose a muchísimas fuentes de conocimiento.

Yo al menos trabajo de esa manera y creo que ahí, la línea que tú escojas de trabajo, va a determinar el éxito en la profesión y esa línea tiene que ser honesta contigo mismo. A mí también me gusta mucho hablar con los alumnos de honestidad. Uno tiene que tener un trabajo tan honesto como los artistas.  Los grandes artistas son honestos con su obra y consigo mismos. Aquí lo artificial, la postura, la moda, la superficialidad se notan enseguida. Yo creo que hay comprometerse con el trabajo y ese compromiso solo puede venir de una conexión muy profunda con las propias preocupaciones, los deseos e incluso la historia de vida personal. El pabellón australiano, galardonado con el León de Oro a la Mejor Participación Nacional en la 60ª edición de la Bienal de Venecia, es la historia de vida de un artista, de su árbol genealógico. Ahí reside la clave, en la manera en que los artistas están transformando una historia personal en una historia común, en cómo lo individual se transforma en algo colectivo y permite que, a través de esa historia personal, esa historia individual, tú también puedas entender tu propia historia de vida y la de la comunidad a la que perteneces.

P: Además de su intervención en la Bienal de Arte de Venecia, este año tiene previstas exposiciones en el CA2M, en CNAC (Chile) y en el Museo Thyssen-Bornemisza. ¿Puede contarnos algo de estos proyectos o de otros que tenga en mente?

R: Está siendo un año de locura. En 2024 tengo tres grandes proyectos sobre la mesa. Uno es el pabellón de la Bienal de Venecia hasta noviembre. El otro es la exposición de Déjà vécu. Lo ya vivido, en el Centro de Arte 2 de Mayo (CA2M), con la artista española Asunción Molinos Gordo, una muestra que inauguramos en febrero y estará hasta fin de agosto. Ahora, el 25 de junio, inauguro en el Museo Thyssen- Bornemisza la exposición La memoria colonial en las colecciones Thyssen-Bornemisza que hemos comisariado un grupo de cuatro curadores, tanto del museo como externos, y que plantea un ejercicio histórico desde una perspectiva decolonial y antirracista de las colecciones Thyssen. Los tres proyectos están muy vinculados a la memoria, a la necesidad de tensionar las narrativas oficiales o los relatos que se construyen siempre desde perspectivas e intereses concretos. No hay que olvidar que la historia siempre está escrita por alguien. Sigue siendo muy necesario tensionar esos relatos, los relatos históricos de la identidad española, por ejemplo, los relatos históricos que existen sobre la ciudad de Madrid, que es lo que de alguna manera se presenta en la exposición del CA2M, y también los relatos que cuentan las obras y los que no cuentan también. Tanto en el proyecto del CA2M como en el proyecto del Thyssen, ponemos mucho el acento en aquello que ha sido borrado, que ha sido silenciado, que ha sido mutilado de esas historias.

Creo que hoy en día también las obras de los artistas presentan esta dimensión narrativa de una manera muy contundente y muy fuerte. En esas narrativas estamos creando a veces desde la ficción, desde la ficción especulativa, por ejemplo, o desde ese imaginario visual que configura la obra de un artista; estamos queriendo aportar otras miradas sobre la historia, sobre el pasado y que es finalmente hablar sobre el presente.

Andrea Pacheco

P: ¿Qué exposición -valen las utópicas- le gustaría comisariar?

R: Me cuesta contestar a esta pregunta. La verdad es que estoy comisariando ahora prácticamente todo lo que yo quería comisariar. La exposición de Valeria y Cosmonación era un proyecto que yo tenía en la cabeza hacía muchísimo tiempo cuando me puse a investigar y a trabajar en torno a las diásporas. No sabría decir ahora mismo qué proyecto utópico me gustaría comisariar porque tengo la fortuna de estar haciendo realidad en este momento mis utopías. Hace cinco años me habría resultado casi imposible imaginar generar un proyecto desde una perspectiva decolonial con una colección emblemática de la ciudad de Madrid como es la colección del Thyssen. Lo que me gustaría realmente es que estos proyectos en los que estoy trabajando se movieran por otros lugares. La exposición de Déjà vécu, de Asunción Molinos Gordos, es una exposición que debería verse en todo el territorio español, no solo en Madrid, porque es una exposición que creo que reivindica sobre todo la naturaleza compleja y múltiple de la identidad nacional española, la forma en que esa identidad se ha configurado con elementos tan diversos y en algunos casos tan complejos para el relato oficial como es el aporte de la cultura musulmana. A mí me parece que todos estos proyectos que han salido adelante este año deberían reproducirse de múltiples maneras y sobre todo moverse por distintos territorios.

P: ¿Con qué artistas le gustaría compartir espacio y tiempo?

R: Me gustaría trabajar con Sandra Gamarra, la artista que actualmente está en el pabellón de España en Venecia. Me gustaría trabajar con Sandra Vásquez de la Horra, una artista chilena que lleva muchos años en Berlín. Me gustaría trabajar con artistas chilenas escultoras que no necesariamente están trabajando estos temas de los que te hablo, pero cuya obra en términos materiales, en términos formales me interesa mucho como son Francisca Sánchez o Alejandra Prieto. Mi trabajo entra muy profundamente en la práctica de los artistas y en ese ejercicio de estudio, por así llamarlo, ese ejercicio del taller. Yo soy una curadora, una comisaria de taller, de estudio, no soy una comisaria de biblioteca, aunque también visito las bibliotecas y leo e investigo y estudio, pero para mí lo que más me habla, lo que más me inspira, lo que más me abre a pensar proyectos y a pensar exposiciones y a pensar líneas de investigación es la propia obra de los artistas.

He tenido la fortuna de trabajar con artistas enormes en el pasado también, Teresa Margolles, Los Carpinteros, Dagoberto Rodríguez, gente muy potente que me han permitido entrar a practicar y pensar con y junto a ellos. Me siento tremendamente realizada porque estoy realizando las exposiciones que hace unos años me parecían casi imposibles de tener cabida en algún espacio.

Javier Picos. Fotos: A.P.

Los comentarios están cerrados.