La economía espacial es un negocio boyante que movió 630 billones de dólares en 2023 y la estimación para 2035 apunta a que se alcanzarán los 1,8 trillones. Se trata de un negocio altamente competitivo, que ha registrado un crecimiento exponencial en los últimos años.
Estos datos fueron ofrecidos en el marco de la jornada “La seguridad espacial en el contexto geopolítico del siglo XXI”, organizada por el Centro de Investigación Nebrija en Seguridad, Estado de Derecho y Altas Tecnologías (CINSEDAT) en el Campus de la Politécnica y Ciencias Sociales en Madrid-Princesa de la Universidad Nebrija, en una conferencia de Juan Racionero, doctorando del Programa de Seguridad y Análisis de Conflictos.
Cada vez hay más países con capacidad espaciales. La lista está en este momento liderada por Estados Unidos, China, Rusia, India, Australia, Francia, Irán, Israel, Japón, Corea del Norte, Corea del Sur y Reino Unido.
En el contexto geopolítico, este sector es “un elemento estratégico esencial para la modificación del carácter de conflicto y transformación de la guerra, como área de competición global”, apuntó Racionero. Como muestra de la importancia de la economía espacial, solo las cinco empresas tecnológicas más importantes (Alphabet, Microsoft, Apple, Samsung y Meta) alcanzaron un valor de ventas de 1,2 trillones de dólares en 2023 y un valor de mercado conjunto de 7,23 trillones de dólares para ese mismo ejercicio.
La UE como economía espacial de carácter civil
“El espacio se ha convertido en un lugar de competencia global por su beneficio y su prestigio”, indicó el investigador. En este contexto, Europa es la cuarta potencia mundial en fabricación espacial. Acumula el 15 % de la producción mundial de naves espaciales, el 17 % de la industria satelital y de lanzamiento y el 16 % de la infraestructura espacial. El valor de mercado de la industria espacial europea es de entre 53 y 62 billones de euros.
El presupuesto 2021-2027 de la UE como actor espacial es de 14.880 millones de euros. La particularidad es que la UE es la única gran potencia estatal cuyo programa espacial se inició con un carácter civil y no militar, como es el caso de Estados Unidos, Rusia o China. Hay un aumento de actores con capacidades espaciales ofensivas y el derecho internacional espacial “es incapaz de adecuarse a la nueva realidad que existe”, remarcó Racionero, planteando la duda sobre el papel de la UE en este escenario. “El espacio es entendido como un dominio estratégico, un dominio militar en paralelo a los tradicionales y así definido por Rusia y China y Estados Unidos”, apuntó.
El papel de España
Preguntado por el papel de España como actor espacial, Racionero detalló que el hecho de que se haya expandido el cuerpo del Ejército del Aire al espacio sigue la dinámica de otros países como Francia. Con la creación de la Agencia Espacial Española (AEE), “se prevé que esa centralización pueda tener beneficios de coordinación”.
Sin llegar al nivel de Francia, Italia o Alemania, España tiene empresas espaciales importantes. La mayoría están en Madrid pero también en Sevilla, sede de la AEE. “Contribuimos de una forma determinante a la política espacial también en el contexto de la agencia estatal europea”, opinó el investigador.
Basura espacial
El espacio es un dominio estratégico que también está congestionado, con casi 2800 satélites en funcionamiento en la actualidad. Racionero recordó la advertencia de la NASA acerca de que el mayor riesgo del espacio es el residuo espacial o residuo orbital. Se entiende por tal cualquier objeto fabricado por el hombre que esté en órbita alrededor de la tierra que ya no tienen ningún propósito.
Entre esa basura espacial se cuentan hoy más de 25 000 objetos de más de 10 centímetros, y 500 000 objetos de entre entre 1 y 10 centímetros. Más de 9000 toneladas métricas de residuos orbitan alrededor de la tierra (dato enero 2022). Los países que más basura espacial generan son China, India y Rusia. “Las consecuencias son que, a mayor basura, mayor saturación de órbitas útiles, por lo que hay un impedimento en el acceso y una sobrecarga en el espectro de las frecuencias”, indicó el investigador.
EL contexto se agrava con el fenómeno de la irrupción del sector privado en el mundo espacial. “Ha provocado rebaja de costes y una miniaturización de componentes orbitales y un incremento de la actividad espacial”, explicó Racionero. Las soluciones pasan por la implantación de mecanismos de limpieza, pero son caros (por ejemplo redes que recojan, imanes, robots). A ello se añade el problema de que se trata de tecnología dual. Es decir, además de basura, el mismo robot puede coger un satélite de un adversario, ya que no lo distingue. “Esta dualidad es de vital importancia a la hora de entender lo que está sucediendo desde el punto de vista geopolítico”, concluyó el experto.
Operación satélite
La conferencia, introducida por Sonia Martínez Girón, doctoranda Programa de Seguridad y Análisis de Conflictos y directora ejecutiva del instituto ITSS en Verona, fue presentada por Carlos Espaliú Berdud, director del CINSEDAT.
Contó también con la participación del periodista Frediano Finucci, quien presentó su último libro Operación Satélite, y analizó el conjunto de conflictos invisibles entre Ucrania y Rusia que han involucrado el uso de satélites. La Vicedecana de Investigación de la Facultad de Derecho y Relaciones Internacionales, Gracia Abad Quintanal, moderó las preguntas y cerró el acto.
Texto: Abigail Campos. Fotos: Zaida del Río