El libro La práctica profesional del peritaje de obras de arte, coordinado por Diana Angoso, investigadora y profesora de la Universidad Nebrija y de la Universidad Complutense, y editado por Tirant Lo Blanch, se ha convertido en pocos meses en un manual imprescindible para el sector. Sus 392 páginas integran tres secciones y diecisiete capítulos de una veintena de investigadores y profesionales en activo que escriben sobre el perito de arte en el ámbito judicial e institucional y la multidisciplinariedad del peritaje, y exponen cinco casos prácticos de expertizaje y peritaje.
La obra, en palabras de Angoso, viene a cubrir un “vacío” historiográfico que cuenta con pocos antecedentes como el tratado de peritaje de Vicente Poleró, aparecido en prensa por primera vez en 1868, o la tesis doctoral de Luciano Delgado El peritaje de obras de arte. Creación de un modelo (2017).
En el impulso de La práctica profesional del peritaje de obras de arte, presentado en el Campus de la Politécnica y Ciencias Sociales en Madrid-Princesa de la Universidad Nebrija, también contribuyeron tanto las jornadas El Peritaje de Obras de Arte, que lleva organizando el Máster en Mercado del Arte y Gestión de Empresas Relacionadas desde 2020, como una línea de investigación del Grupo Nebrija de Investigación en Estudios Transversales en Creación Contemporánea (ETCC).
Transferencia, estudio y conocimiento
Además de Pablo Álvarez de Toledo, director del Departamento de Artes de la Universidad Nebrija, intervinieron algunos de los autores de un libro que, de acuerdo con Diana Angoso, “quiere contribuir al debate y la transferencia de este tipo de práctica profesional y fomentar su estudio y conocimiento”.
Yolanda Bergel, profesora titular de Derecho Civil de la Universidad Carlos III de Madrid, definió la labor del perito como “fundamental” porque “aporta seguridad jurídica y mucha confianza al mercado”. Esta destreza, “variada” dependiendo a lo que se comprometa con su cliente que puede ir desde labores de autentificación a la tasación de una obra de arte, “ha de realizarse de manera rigurosa y diligente para no incurrir en responsabilidad jurídica si se actúa con impericia”.
El libro detalla las obligaciones del perito y de qué manera puede cumplir con ellas para situarse en una zona “segura” desde el punto de vista jurídico. Los contratos con el cliente siempre por escrito y la aplicación de conocimientos científicos para que el perito llegue a “una conclusión razonada y razonable” son algunas de las recomendaciones del volumen de Tirant Lo Blanch.
Categorías jurídicas
Andrea Pérez Envid, consejera Técnica del Ministerio de Cultura, desarrolló los conceptos de multidisciplinariedad y conocimiento “holístico” del perito y tasador, que debe formarse en legislación. El derecho civil, el derecho procesal y cómo se desarrolla el proceso profesional en otros países deben alimentar la pericia para determinar las categorías de protección que determinan las categorías jurídicas.
En su opinión, la exportación y la importación de bienes y la lucha contra el tráfico ilícito de obras de arte son dos de los asuntos que el perito debe tener en cuenta, además de cultivar sus habilidades para buscar información en las fuentes y saber interpretarlas.
Pérez Envid, que defiende la ruptura de la tensión y el establecimiento de una relación de confianza entre el perito y el Estado, se mostró satisfecha de participar en un volumen que incorpora los últimos cambios en las leyes como la última actualización de diciembre de 2023 a la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo, “que mejora las condiciones por parte de coleccionistas y de personas que quieren invertir en arte”.
Las ropavejeras
Por su parte, Isabel Menéndez, fundadora de Tasaciones de Arte Madrid, recurrió a la historiografía sobre el peritaje, que tiene su primera presencia en el siglo XIX cuando los artistas “comenzaron a reivindicar su papel creativo y su papel de tasadores”. En esta reivindicación donde esta figura adquiere “una dimensión intelectual y profesional”, entran en escena las ropavejeras, corredores o chamarileros, “agentes que suponían una competencia desleal a los artistas que pretendían ser peritos”.
Las ropavejeras, “unos personajes fascinantes”, eran mujeres que tenían una relación muy especial con la clase adinerada, que se introducían en las alcobas de las nobles, y que eran representadas de una forma “grotesca” porque eran las ultimas en el escalafón del sector del arte con respecto a los anticuarios, aunque estas tuvieron de forma pionera una normalización de su trabajo antes que aquellos.
La referencia de Vicente Poleró
Vicente Poleró (Cádiz, 1824-Madrid, 1911), pintor, escritor y restaurador del Museo del Prado, aparece como el primer gran referente en la bibliografía del sector. Isabel Menéndez citó su tratado Circunstancias que deben concurrir en los peritos tasadores de objetos de Bellas Artes, aparecido en la revista El Arte en España en 1868, como “un texto esclarecedor que trata de dar luz a una profesión que no tenía reglas y que intenta crear un protocolo para la buena praxis”. Los profesores de bellas artes o pintores de cámara, personas de reconocido prestigio, podrían ejercer de tasadores.
“El exquisito tacto e inteligencia”, la costumbre de ver y apreciar cuadros, un estudio serio de la historia del arte, el conocimiento de los precios y “una rectitud inquebrantable, sin plegarse ante incentivos personales o exigencias del cliente” son las más reseñables condiciones que establece Poleró a los peritos que se dignen de llamarse así. Lo que está claro, es que a partir de ese momento, “el ojo experto requiere una regulación adecuada”, según la fundadora de Tasaciones de Arte Madrid.
Más allá de detectar falsificaciones
En el último turno de palabra, Gustavo Perino, licenciado en Peritaje de Arte y director de Givoa Art Consulting, afirmó que el “gran” índice de resolución de conflictos extrajudiciales puede explicar el bajo número de peritos en este sector. Con una experiencia de 15 años y 250 trabajos de pericia con su equipo, Perino reivindicó las labores menos reconocidas de los peritos como la producción de conocimiento y documentación, alejadas a veces de las falsificaciones, “asunto por el que los medios de comunicación casi siempre vinculan a la profesión”.
En La práctica profesional del peritaje de obras de arte. Nuevos retos y multidisciplinariedad han participado los siguientes investigadores: Diana Angoso, Luciano Delgado, Yolanda Bergel, Pablo Luis Gasipi, Cristina Inglada, Ana Suárez Gisbert, Andrea Pérez Envid, Isabel Menéndez Martínez, Isabel de Armas, Andrés Sánchez Ledesma, Begoña Valdivielso, Cinta Krahe Noblett, Greta García Hernández, David Juanes, Livio Ferrazza, Gemma María Contreras, Gustavo Perino, María Alejandra Leyba y Elisa Mª Díaz González.
Texto: Javier Picos / Fotos: Zaida del Río