Fernando Porras-Isla imagina y ejecuta bosques en la ciudad de Madrid

Su punto de partida es generar “manchas verdes” en Madrid atendiendo a la geografía física y social. “Planificar árboles y bosques donde parecía imposible”, su lema, forma parte de sus proyectos en Madrid, una ciudad que dialoga con sus ríos y sus habitantes. Los alumnos de la Politécnica Nebrija escucharon las disquisiciones del arquitecto Fernando Porras-Isla en dos de sus proyectos estrella: Madrid Río y el Parque Central de Madrid Nuevo Norte.

Antes de entrar en esos casos concretos, el fundador de los estudios Porras La Casta Arquitectos, Mrío Arquitectos y Porras Guadiana Arquitectos resumió el trabajo de su equipo con estas someras palabras: “Dibujamos cosas, las trabajamos entre todos y se convierten en realidad”. En ese empeño siempre aparece el arbolado, “el elemento de construcción más importante de nuestros proyectos”.

Madrid Río, lanzado a concurso en 2005, es una de las intervenciones más emblemáticas de Fernando Porras-Isla, que ha recibido los premios Veronica Rudge Green de Harvard University, FAD de Arquitectura, FAD de Ciudad y Paisaje y el Chicago Athaeum Best Design, entre otros. Con más de seis kilómetros de superficie y más de 30 000 árboles plantados sobre la M-30, Madrid Río se ha convertido en uno de los lugares favoritos de esparcimiento para los madrileños. “Supuso un trabajo intensísimo y una gran coordinación entre empresas e instituciones con seis ámbitos que se complementaron entre sí a lo largo de una estructura continua en el margen derecho del río Manzanares”, afirmó.

Huerto con perspectiva histórica

Sin olvidar el denominado salón de los Pinos, el segundo tramo mira hacia la Avenida de Portugal donde se plantaron cerezos y se decoraron con azulejos “a la portuguesa” las chimeneas de ventilación de humos. La tercera parte tiene relación con el Palacio Real y la Casa de Campo donde los arquitectos diseñaron un talud verde de la continuación del Campo del Moro. Además, el proyecto recuperó un huerto con 700 árboles frutales, desde donde el flamenco Anton van den Wyngaerde dibujó su famoso perfil de Madrid en la segunda mitad del siglo XVI por encargo de Felipe II.

Mientras el cuarto fragmento mima el entorno del puente de Toledo con plantas que van cambiando según la temporada, el parque de Arganzuela domina el quinto sector, “que conecta con mucha intensidad con la ciudad”. Ahí Porras-Isla quiso recrear “el carácter cambiante del río donde el agua en cada estación deja sus surcos”. En esta zona conviven un camino rápido que lleva al Matadero, un camino lento que se retuerce y se cruza con el primero y “el río seco de cantos rodados para los niños”. Entre todas estas vías aparecen bolsas de vegetación propia de la península ibérica.

Por último, el proyecto incorporó el Matadero. “Hicimos un plano casi metafísico para que las naves del Matadero resurgieran, incluso iluminamos todos los edificios de color rojo emulando la sangre de los animales que fueron sacrificados en su día en estas instalaciones”, comentó Fernando Porras- Isla, que también aludió a “la playa” para refrescarse en verano, a los quince espacios de juegos infantiles y a los edificios auxiliares levantados en granito de la sierra de Guadarrama.

Nuevo Norte

El Parque Central de Madrid Nuevo Norte, previsto más allá de 2030, es otro proyecto donde la vegetación será el principal material de construcción. El estudio holandés West 8, junto a Porras Guadiana Arquitectos, trabajarán sobre 14,5 hectáreas de superficie en las vías de Chamartín y su entorno. “Es la mayor operación urbana de Europa en plena gestación en estos momentos”, observó Fernando Porras-Isla.

La incorporación de elementos naturales a un tejido urbano dominado por losas de hormigón es uno de los grandes retos de una planificación que aplicará “de manera científica” análisis ambientales y sociales y patrones entre las personas, las vías y el clima.

La zona sur integrará calles con caminos propuestos mientras la norte va a recibir a todos los viajeros de la estación de tren, pero sin olvidar “que también el espacio tiene que resolver los problemas del barrio”. La “espina central conectará con lo que podría ser un centro de congresos y con el Jardín del Viento, “un vórtice, un artefacto, una gran gruta que recoge puntos óptimos en verano para crear un lugar especial donde la temperatura pueda bajar hasta cuatro grados gracias a su ventilación y su vegetación”.

Pavimentos diversos

Los pavimentos de diferente dureza y resistencia dependiendo si están en las zonas de juegos de niños o destinados a otros usos, los jardines de lluvia, los parterres de polinización, los huertos urbanos y una gran pradera estancial son otras de las claves de este plan que integrará la naturaleza con elementos urbanos.

Juan Carlos Arroyo, decano de la Politécnica Nebrija; Alexandra Delgado, investigadora principal del Grupo Nebrija de Investigación en La Arquitectura y el Urbanismo ante las Transformaciones Sociales, Económicas y Territoriales (At-the-oUTSET), y Alejandro Blanco, profesor de las áreas de Urbanismo y Construcción del Grado en Fundamentos de la Arquitectura de la Universidad Nebrija acompañaron a Fernando Porras-Isla durante su ponencia dirigida a los estudiantes.

Texto: Javier Picos / Fotos: Zaida del Río

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