Como ocurre con sus tramas en los cines, Álex de la Iglesia llena la sala principal del campus de Comunicación y Artes en Madrid-San Francisco de Sales en una charla programada por el Máster en Dirección y Realización de Series de Ficción que dirige Acoidán Méndez. Con su habitual humor, con un afán por quitar seriedad a los temas para acercarse a los jóvenes estudiantes, el director, guionista y productor de Pokeepsie Films los anima a perseverar en sus desvelos creativos: “Es insalvable una película perfecta, cuando es perfecta me aburre”.
Se pone como ejemplo de imperfección. “Hago películas para corregir la anterior. No hay ninguna que me parezca ni medianamente presentable, todas mis películas son un cúmulo de errores e intenciones que no terminan de cuajar. Mi obra es una caída constante, pero lo que veo son ganas”, bromea.
Precisamente equipara la profesión de cineasta con el hecho de caer, con “convertirte en un perro apaleado”. En su opinión, “eso mola mucho porque sabes de dónde vienen los palos”. El director de El día de la bestia y Balada triste de trompeta confiesa a los estudiantes, manteniéndose fiel a su estilo, que sus gustos no coinciden con su cine.
Vittorio de Sica y Alfred Hitchcock
Como sus películas no se las llevaría a una isla desierta, Álex de la Iglesia, ante las embestidas de los estudiantes, les recomienda títulos como Milagro en Milán, de Vittorio de Sica, “de una belleza increíble”; Vértigo, La ventana indiscreta, Con la muerte en los talones y Pero… ¿quién mató a Harry?, de Alfred Hitchcock, “el director que ha construido el lenguaje cinematográfico que utilizamos todos”; o La matanza de Texas, de Tobe Hooper, un título de “arte y ensayo donde no hay sangre”.
Al explicar su propia experiencia en la profesión y el proceso en el que se tiene que embarcar alguien que quiere rodar una idea, el director vasco ironizó con la envidia y el engaño.
“Empecé a hacer cine por envidia, la envidia es un motor esencial en la vida y está lejos de ser un problema. Es muy bueno desear algo con pasión y descubrirlo en los demás”, señala. A finales de los setenta, cuando el Super 8 era el formato cinematográfico de los que empezaban, su amigo Enrique Urbizu logró rodar un largo. “Eso me voló la cabeza, me cambió la vida. El mundo mitológico del cine no estaba en el olimpo”, recuerda. El logro de Urbizu “me provocó un ataque de envidia que me dejó sin dormir semanas, y ese fue el abono con el que construí mi carrera”.
El “difícil” acceso al mundo de la industria
A pesar de que con el móvil y su tecnología 4K, y con las subidas de contenido a YouTube u otras plataformas, ya se puede conseguir hacer algo de cine, De la Iglesia admite ante los estudiantes que “lo difícil es profesionalizar” ese deseo inicial, entrar dentro del mundo de la industria.
“Lo más importante es venderos bien, ya no es necesaria esa envidia”. Este mensaje cala en unos estudiantes que están inmersos en el II Concurso de Pitch Nebrija, que se acaba de presentar antes de la clase magistral (el ganador podrá disfrutar de una beca total del Máster en el próximo curso académico). El propio Álex de la Iglesia hizo un pitch –presentación breve en la que alguien intenta convencer de una empresa o acción propias– “que me salvó la vida” ante Pedro Almodóvar, “al único que le podríamos plantear” una alternativa al cine “muy riguroso y serio” que se hacía en esos momentos
El engaño que no se nota
“En un pitch no contéis la película que vais a rodar, hay que averiguar quién es el que os escucha, qué necesita, qué es lo que está buscando… si te dice que una comedia, tu película es una comedia; si te dice que un drama, haces un drama. Como en el mentalismo, hay que hacer preguntas para que esa persona te revele cierta información, pero no se tiene que notar ese engaño”, afirma.
Ahí aparece el engaño. A través de “cambios radicales en tus intenciones y diez mil maneras de enfocar tu idea” en el pitch, la propuesta puede calar entre los mandamases. “Ahora las plataformas buscan un éxito instantáneo, que se puede calcular automáticamente; si tu pitch no coincide con ese mecanismo que la plataforma propone como piedra filosofal estás perdido”.
Álex de la Iglesia también reconoce la existencia de “magos con talento que te cuentan una historia y te acaban hechizando”, que tienen su origen en el propio nacimiento del cine “con viajes a la luna, monstruos y serpientes marinas, cuando el cine era una atracción de feria en su origen”.
Apelar a toda condición humana
Al cineasta de Pokeepsie Films, iniciativa que lidera con Carolina Bang, no le asusta el engaño ni la envidia cuando entra en juego la posibilidad de rodar una película. “Merece la pena -confiesa con humor- apelar a cualquier condición humana para conseguirlo”.
Sin perder de vista las inquietudes de los aprendices de Nebrija, Álex de la Iglesia, fiel a su estilo, les dedica unas últimas palabras: “Espero que no me hagáis caso en nada de lo que os he dicho y pasadlo bien, que es lo más importante”. Lo dice un referente en el mundo de la producción y la dirección de películas y series que ha sido presidente de la Academia de Cine y que sigue encerrado de alguna manera en las páginas de los cómics que le despertaron su pasión por el arte y sus laberintos.
Texto: Javier Picos / Fotos: Zaida del Río.