Luana Crego, antigua alumna de la Licenciatura de Derecho, dirige actualmente un centro educativo “no tradicional” donde los niños y niñas tienen a su alcance diversos espacios de aprendizaje, adultos que les acompañan en el proceso de enseñanza y donde son libres de invertir su tiempo en lo que les apasiona.
Quiso ser jueza desde muy joven por su convicción en el valor de la justicia pero sus pasos profesionales y su pasión por otros campos le llevaron finalmente a ser fundadora de un hotel en A Coruña y actualmente al mundo de la educación. En esta entrevista nos habla de su trayectoria y de la importancia de las bases y esencia de la educación “no tradicional”.
¿Cómo recuerdas tu paso por la Universidad Nebrija?
Fue una experiencia maravillosa e irrepetible. Elegí la Nebrija por la calidad del equipo docente y por la ratio de alumnos por clase.
Cuando llegué el primer día me sentía como en Hogwarts y recuerdo que estaban grabando la serie “El Internado”, era como un cuento hecho realidad. Supe que mi elección había sido la adecuada desde el momento en que sentí el ambiente que empapaba a la Universidad.
A día de hoy guardo un grato recuerdo de muchos de mis profesores, como Juan Cayón (actual rector, al que adoro y debo muchísimo), Fernando Díez (un gran amigo actualmente), Guillermo Calleja o María Goñi, entre otros. Todos ellos nos transmitieron conocimientos y valores que iban mucho más allá de lo académico, o de lo que se espera de una universidad, y que me han ayudado mucho en mi carrera profesional.
¿Qué te llevó a cursar la Licenciatura en Derecho?
Desde muy joven siempre he creído y defendido el valor de la justicia y quería ser jueza. Finalmente no oposité por falta de tiempo, básicamente, pues en mi penúltimo año de carrera emprendí un proyecto de un hotel, luego comencé a estudiar diversos postgrados y cursos, fui madre de dos niños y, finalmente, me embarqué en el apasionante mundo de la educación.
De todo lo aprendido en los talleres ofertados por la Universidad, ¿qué conocimientos has aplicado con más frecuencia para llevar a cabo tus proyectos profesionales?
Me quedo con el trabajo en equipo, clave para lograr cualquier objetivo hoy en día. También son esenciales: la innovación, la creatividad, la resolución de conflictos, la empatía…y en general apostar y destacar por tus habilidades personales, que será lo que al fin y al cabo te diferencie del resto.
Si tuviese que elegir talleres concretos de la carrera de Derecho elegiría la simulación de juicios y los debates. Nunca he creído en el sistema tradicional, es decir, memorización de conceptos que ya están en un libro o en Internet, como por ejemplo memorizar el código civil para un examen, si no que siempre he defendido el aprendizaje a través de la experiencia. Simular juicios fue un gran aprendizaje para mí, pues nos acercaba a la realidad profesional y aprendíamos muchísimo más que en una clase tradicional.
También me encantaban los debates que hacíamos, pues, de cara a nuestro futuro profesional, nos daban muchas tablas: éramos capaces de argumentar nuestras ideas y nos aportaba seguridad para hablar en público.
¿Cómo fue la experiencia de fundar el Hotel Os Olivos y hacer realidad el proyecto que iniciaste durante el penúltimo año de carrera?
Fue una experiencia magnífica. Imagínate, una chica con 22 años fundando su propio hotel. Recuerdo que mi entorno me tomaba en broma, supongo que por mi edad, pero eso me dio fuerzas para luchar por conseguir mi objetivo.
Lo inauguré en el verano del 2011, y en el año 2015 ya teníamos reconocimientos como el de Tripadvisor, calificándonos como uno de los mejores hoteles de España. Llevé a cabo acciones pioneras y creativas, como recrear una habitación real del hotel en el aeropuerto. Pero sin duda, el punto clave fue el trabajo en equipo, conseguir remar todos juntos y que se involucrasen en el proyecto.
Emprender tan joven una empresa ha significado un gran aprendizaje para mí y me ha enseñado que nada es imposible, tan solo tienes que creer en ello. Otro aprendizaje ha sido el de los errores cometidos. Cada error ha significado un gran aprendizaje para mí, por lo que a día de hoy, cada vez que cometo un error me alegro de haberlo cometido porque supone que he aprendido algo más y que paso de etapa. Al principio fue duro, porque temes equivocarte y no conseguir tu objetivo, pero una vez vences el miedo al fracaso ya no hay nada que te pare. La vida es un gran aprendizaje basado en nuestra capacidad de superar los obstáculos. Mi consejo es: salta, y ya pensarás cómo aterrizar. No tengas miedo, que nada ni nadie te frene, y sobre todo, cree en ti, eres único, y puedes hacer todo aquello que te propongas.
Cuéntanos un poco sobre la evolución de tu carrera profesional desde el campo de la abogacía a la dirección de un centro educativo.
En el año 2013 nace mi primera hija y tomo conciencia de mi responsabilidad ante su educación, por lo que me obligo a hacer algo por cambiar la educación tradicional, imperante hasta el momento, y en la que nunca he creído.
Siempre he defendido una educación respetuosa, donde primen los intereses y necesidades de cada niño, su individualidad. Una educación para la vida, donde puedan descubrir quiénes son, cuáles son sus talentos y donde se les ofrezcan los recursos y espacios necesarios para poder desarrollarlos. Una educación que no compare, que no discrimine.
Por otro lado, considero que es esencial el juego libre y el contacto con la naturaleza. Creo en una educación vivencial, a través de la experiencia. No creo en los exámenes, los deberes, las calificaciones ni en las clases magistrales.
Hoy en día todo el conocimiento está en nuestras manos, tan solo necesitamos un ordenador. El futuro será un mundo en el que la mayoría de los trabajos sean llevados a cabo por máquinas y donde el ser humano tan solo destaque por aquellas habilidades que no pueda llevar a cabo una máquina, como la creatividad, la empatía, la innovación, la comunicación…
Ya no sirve de nada la memorización de conceptos ni el sistema tradicional en general, en el que se nos evalúa a todos por un mismo examen, independientemente de cuáles sean nuestras distintas inteligencias y habilidades. ¿Qué sentido tiene invertir en clases extraescolares de mates para un niño que las odia, en vez de invertir ese tiempo y dinero en clases de aquello que le apasiona, destacando y potenciando sus habilidades y talentos que lo diferenciarán del resto el día de mañana?
Muchos de nosotros no hemos podido descubrir nuestros talentos hasta que hemos sido mayores (incluso algunas personas nunca llegan a saber qué es lo que realmente les apasiona), pues en la escuela tradicional no se valora la individualidad de cada niño, si no que todos aprendemos lo mismo y se nos mide por el mismo rasero.
Imaginaos que yo, que quería ser jueza, hubiese tenido la posibilidad de aprender desde temprana edad conocimientos jurídicos y de asistir a juicios. Al llegar a mis 18 años tendría muy clara mi verdadera vocación y hubiese comenzado la universidad con otra actitud y con muchísimo más conocimiento. Si logramos que nuestros niños inviertan su tiempo escolar en aquello que les apasiona, tendremos adultos felices trabajando en lo que les gusta y siendo expertos en su área. Imaginad un mundo en el que todos trabajásemos en lo que nos apasiona, vaya cambio, ¿verdad? Y ahora imaginad también que a todos nos hubiesen tratado desde el respeto, sin habernos juzgado ni comparado con otros, y que hubiésemos crecido con autoestima y seguridad, ¿cómo sería esa sociedad?
Pues bien, cuando me puse a indagar sobre este tipo de educación me encontré con que apenas existían escuelas de este tipo, a diferencia de países como Finlandia, Dinamarca o Alemania donde son mayoritarias, y decidí ponerme manos a la obra. Desde entonces me dedico a colaborar con todas aquellas personas y proyectos que desean conseguir un cambio de paradigma en la educación de nuestro país. Además de dirigir una escuela libre, formo parte de redes y asociaciones que defienden otro tipo de educación, estoy en permanente formación y deseo participar en más colegios, universidades y escuelas de postgrado para conseguir que otra educación sea posible y que nuestra juventud no se frustre ni pierda esa curiosidad innata por aprender. La juventud es el mayor tesoro que tenemos en nuestra sociedad, es el futuro de nuestro país y por tanto debemos invertir en ellos todos los recursos que estén en nuestras manos.
¿Qué cualidades personales y competencias profesionales consideras que se necesitan para trabajar en un puesto de dirección de un centro educativo?
Para dirigir un centro educativo “no tradicional” tienes que ser una persona muy creativa e innovadora. En mi caso, me he inspirado en escuelas de todo el mundo y en pedagogías como Montessori, Reggio Emilia, Pikler, y Waldorf, entre otras muchas, así como en el concepto de bosque-escuelas, en lo que concierne al contacto con la naturaleza.
Además, tienes que permanecer en constante formación y viajar mucho para observar y analizar otros proyectos pioneros a nivel mundial.
Cada día es diferente y aprendes muchísimo con los niños. Si observas detenidamente te das cuenta de que tan solo debes confiar en ellos y, de esa manera, serán niños felices, autónomos y que desarrollarán su verdadera vocación. Tienes que respetar sus ritmos y diferencias, pues cada niño es un mundo, y es precioso ver cómo desarrollan su personalidad, su autoestima y cómo defienden sus ideas cuando no tienen miedo ni se sienten juzgados.
¿Cuál es la esencia de tu escuela?
Se trata de una escuela en la que los niños y niñas aprenden a través de sus propias experiencias, es decir, descubren por sí mismos el conocimiento y tienen una curiosidad increíble (la curiosidad innata con la que nacemos y que el sistema tradicional acaba matando). Tenemos un salón Montessori, donde los materiales son autocorrectivos, y en el que todo aprendizaje se basa en el autodescubrimiento. Por ejemplo, si un niño muestra curiosidad por la gravedad, la maestra le facilitará los materiales para descubrir qué es la gravedad por sí mismo. Cuando el niño comienza a hacer preguntas, la maestra lo guía a través de la reflexión, pero no le da el conocimiento, si no que él mismo llegará a las conclusiones (puede compararse al método socrático de la mayéutica).
Por otro lado, pueden moverse libremente por toda la escuela. No hay pupitres, no tienen que estar sentados atendiendo a la lección magistral, y tampoco hay exámenes ni calificaciones. Simplemente van a la escuela a aprender aquello que desean cada día y a descubrirse a sí mismos.
En nuestra escuela las decisiones no las toman los adultos de forma autoritaria, si no que cada decisión la tomamos en conjunto niños y adultos en una asamblea. Los niños llevan a la asamblea sus propuestas y las defienden con ímpetu para conseguir la mayoría de votos. Os pongo un ejemplo, la norma “no correr dentro de la escuela” ha sido propuesta y aprobada en asamblea. Pues bien, imagínate lo que es no tener que recordar a los niños desde tu postura de adulto una norma, sino que sean los mismos niños los que se autorregulan entre ellos recordándose las normas que han salido de la asamblea, de forma que cuando un niño le dice a otro “no se puede correr dentro de la escuela, lo hemos aprobado en asamblea”, la norma viene desde un igual, no desde la postura del adulto, y en consecuencia todo funciona muchísimo mejor y no hay conflictos. También deciden, por ejemplo, cómo diseñar y decorar el jardín. Han decidido crear una casa del árbol con sus propias manos y lo han conseguido. Eso conlleva que el espacio lo hagan suyo y, por tanto, lo respeten y valoren mucho más.
También hacemos trabajo comunitario, como poner en funcionamiento y recoger el comedor, limpieza del jardín, hacer de pinches de cocina, etc.
Tenemos una moneda interna (llamada escama), creada por los chavales en startups (aula donde realizan sus propios proyectos) y han hecho otros proyectos como un mercadillo ecológico o una protectora de animales virtual.
En nuestra escuela los niños también ofrecen talleres, como por ejemplo taller de mitología, taller de gimnasia artística, teatro… y para poder asistir hay que pagar con escamas.
En definitiva, se trata de un lugar en el que los niños y niñas tienen a su alcance diversos espacios de aprendizaje, adultos que les acompañan desde el respeto, donde todo es ecológico y se inculca el respeto por el medio ambiente y la naturaleza y, en definitiva, donde los niños son libres de invertir su tiempo en lo que les apasiona. Un caso real para acabar: si una niña de 10 años quiere ser maestra de Infantil de mayor, ¿qué mejor que comience ya a colaborar en una escuela infantil y se vaya formando en educación? Si a mí me hubiesen permitido invertir mi tiempo en la escuela en lo que realmente me apasionaba, estoy segura de que a día de hoy hubiese emprendido muchos más proyectos y poseería muchísimos más conocimientos. Para mí la escuela ha significado pérdida de tiempo, pérdida de contacto con la naturaleza, frustraciones, pérdida de autoestima y, lo peor, desconexión con mis intereses.
¿Qué papel consideras que juega en la actualidad el modelo de enseñanza “no formal” y cómo crees que evolucionará en un futuro cercano?
Juega un papel tremendamente importante para la sociedad y estoy segura de que en muy pocos años veremos muchas más escuelas públicas (ya hay varias) con aprendizaje basado en proyectos, con materiales Montessori, con un acompañamiento mucho más respetuoso…
Nuestro sistema educativo no ha cambiado desde la era industrial y ya es hora de que en nuestro país tomemos las riendas de algo tan importante como la educación y nos pongamos a la altura de países como Finlandia.
¿Qué es lo más satisfactorio de trabajar en el ámbito de la educación?
En este tipo de escuelas lo más satisfactorio es observar que los niños no se sienten juzgados ni comparados, que se sienten orgullosos de cómo son y que defienden sus ideas sin miedo. Es muy gratificante poder ofrecerles un espacio donde puedan conocerse a sí mismos y desarrollar todo el potencial que llevan dentro.
Estamos colaborando de alguna manera a que esos niños sean en un futuro adultos seguros de sí mismos, sin miedo al fracaso y puedan trabajar en lo que realmente les satisface.
Volviendo a los tiempos de la Universidad, fuiste seleccionada para representar a la Universidad Nebrija, ante los Reyes (entonces Príncipes de Asturias), en la presentación de la Fundación Príncipe de Girona. ¿Cómo fue esa experiencia?
Recuerdo que me sentí muy agradecida y que viví esa experiencia con mucha ilusión, me hizo darme cuenta de cuánto me valoraba el entorno de la Universidad y de que tenía que creer mucho más en mí.
Fijaos, es curioso, comencé el primer año de carrera faltando muchísimo a clase, hasta tal punto que mi tutor tuvo que intervenir, pues no tenía ninguna motivación, salvo conocer Madrid y salir de marcha con mis compañeras. Pero un día me di cuenta de la importancia que tendría para mi futuro profesional el saber aprovechar al máximo mi paso por la universidad así que mi actitud cambió por completo. Finalicé la carrera con varias ofertas de trabajo, que tuve que declinar por haber emprendido mi hotel, habiendo hecho prácticas en un despacho de gran prestigio, Garrigues, y llevándome grandes amigos y experiencias de la Universidad. Si pudiese volver a la Universidad, aprovecharía muchísimo más los contactos, las charlas con los profesores en las que te cuentan sus experiencias personales y el feedback de los compañeros y profesores.
Define la Universidad Nebrija en una palabra.
Diferente.