Encina Alonso, profesora de la Universidad de Múnich, pide a los alumnos y a los docentes que se conectan a la clase magistral online que le manden sonrisas porque no los puede ver. No solo eso, sino que también les insta a respirar hondo, soplar fuerte para que se vayan “todas las cosas que nos vienen a la cabeza y no nos hacen falta” y cerrar los ojos. A bordo de unos helicópteros blancos, Alonso les invita a sobrevolar una clase imaginaria donde tienen que fijarse en el aula donde un profesor imparte su clase. Les invita a volver a la realidad y abrir los ojos. “Cuando estéis frustrados como profesores en vuestra vida profesional, volved a coger el helicóptero y recordad viajes como estos”, les explica.
En una sesión de formación para los profesores de español auspiciada por el Máster Universitario en Didáctica del Español como Lengua extranjera (ELE) de la Universidad Nebrija, Encina Alonso resume la columna vertebral de su exposición: “Para mí, la motivación es el querer. Si no la tengo, voy sorda y ciega por el mundo. Si no hay motivación, no hay atención ni concentración; si no hay nada que entre en el cerebro, no hay recuerdos ni aprendizaje ni memoria”. Les pregunta a sus alumnos “virtuales” sobre lo qué significa para ellos la motivación. Ante las respuestas, Alonso comenta que la verdadera motivación viene de dentro. “Si nosotros basamos la motivación en las cosas superficiales, desaparecerá”, afirma.
Para ella, los profesores son como jardineros, que plantan las semillas al principio del curso: “No desesperéis porque no veáis el resultado, porque a lo mejor hemos plantado zanahorias, de las que se aprecian las hojas, pero hay mucho más que no se ve; esos alumnos se acordarán en el futuro de vosotros”. Alonso cree que los docentes muchas veces “nos preparamos clases preciosas, pero nos falta explicarles por qué hacemos las cosas”. A su juicio, un estudiante puede tener una motivación inicial, aunque necesita progreso, “un equilibro entre esfuerzo, reto y resultados” y unos objetivos “concretos” para orientarse.
“Apasionada de las historias”
A través de diferentes tareas propuestas a la audiencia de su clase, la profesora de la Universidad de Múnich, “apasionada de las historias”, les dice a todos los estudiantes de español que no cultiven el “no puedo”, como el elefante de Jorge Bucay, que se convence de que no puede escapar de sus cadenas porque tras unos intentos no ha podido fajarse de ellas. De acuerdo con la docente, “unas de las cosas más importantes” al aprender el español son el “autoconcepto” -la idea que tiene cada uno de cómo interiorizar una lengua-, la “autoeficacia” en la forma de aprender, y los modelos y los criterios para que los alumnos no se pierdan en la persecución de su meta. “Guardad siempre algún trabajo de algún alumno para enseñárselo a otros en el futuro”, recomienda. En su opinión, empezar con la motivación resulta fácil, “lo difícil es mantenerla, estructurar las unidades didácticas, paso a paso, con pausas para digerirlas, ir ajustando siempre para que el alumno no se caiga, y reflexionar con él sobre las causas de su progreso”.
La atención -“la selección y dirección de nuestras capacidades cognitivas y sensoriales hacia algo determinado”- es otro de los pilares en la relación entre un profesor y un alumno. Alonso reclama que la atención ha de concentrarse. “Muchas veces los alumnos más imaginativos y creativos se dispersan y cuando llegan a casa no tienen ni idea de lo que han visto en clase porque hemos utilizado dibujos y colores en los ejercicios que no son funcionales”, asegura. La profesora de ELE defiende realizar pausas cada veinte minutos en el aula, aunque este tiempo depende de la edad de los aprendientes. “Es curioso –añade- ver la transformación del profesor en metralleta cuando ve que los alumnos miran el reloj y les mete toda la materia rápido… así no pueden tragarla”.
Construir rutinas, gestionar el tiempo y despertar la curiosidad para que el cerebro fabrique dopamina son tres acciones que, de acuerdo con la profesora de la Universidad de Múnich, pueden ayudar a conectar con los estudiantes. No obstante, ¿qué pueden hacer los profesores para mantener la atención de los alumnos? Aparte de todo lo expuesto, Alonso lo tiene claro: hacer ejercicios de mindfulness; valorar el silencio; evitar las distracciones; implicarles en tareas, objetivos y responsabilidades; interactuar con preguntas y comentarios; e incluso asegurar aire fresco y comida y bebida apropiada.
La docente de ELE también diserta sobre la memoria, entendida como “la facultad que nos permite aprender”. Para demostrar que para acordarte de algo tienes que dotarle de significado, pone como ejemplo la tarea de memorizar el número 201175121092. Complicado, pero se puede recordar si alguien relaciona sus doce guarismos con dos fechas: la muerte de Franco y el descubrimiento de América. “Es complicado aprender algo si no tienes un conocimiento previo”, reflexiona. Además de enunciar las clases de memoria y sus fases -codificar (obtener la información), almacenar (conservar y consolidar la información) y evocar (extraer, recuperar la información que tenemos almacenada)-, Alonso da una serie de consejos para reforzar la memoria: tener un orden mental, profundizar en lo que se aprende, aprender con emociones, practicar las estrategias metacognitivas, fomentar las técnicas mnemotécnicas, dar importancia al repaso, aplicar lo que se aprende, trabajar de forma colaborativa, realizar una evaluación formativa y practicar la lectura.
Después de charlar con los alumnos y narrar sus vivencias, Alonso les invita a compartir algo de lo que han aprendido en esta clase con sus alumnos presentes o futuros. El helicóptero blanco tiene el horizonte despejado.
Texto: Javier Picos.