Lo primero que hicieron los talibanes al tomar Kabul fue ir a la televisión pública afgana (RTA) donde estaba trabajando la periodista y presentadora Khadija Amin. Cambiaron los puestos de dirección y expulsaron de la plantilla a las mujeres. A los tres días de permanecer en casa, Amin decidió volver a RTA para hablar con el nuevo responsable de la televisión y le dijeron que las mujeres no podían retomar sus trabajos. Desde el control talibán de los medios de comunicación se han registrado al menos 30 casos de violencia y vejaciones a periodistas. “En Afganistán ya no existe la libertad de prensa; desde que los talibanes han tomado el poder, solo quieren que la televisión diga cosas positivas, no la realidad de lo que está ocurriendo”, denunció Khadija Amin en una mesa redonda encuadrada en la Semana de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en Nebrija: Periodismo amenazado.
El encuentro, celebrado en la Universidad Nebrija el Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas, recogió las opiniones de Jesús Javier Perea, secretario de Estado de Migraciones; de Alfonso Armada, presidente honorífico de Reporteros Sin Fronteras España, de la propia Khadija Amin; y de Luis de Vega, periodista de El País. Pilar Bernal, reportera internacional para Telecinco y profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Nebrija, ejerció de moderadora.
Khadija Amin ahora reside en Salamanca gracias a la cooperación española, pero tuvo que huir de su país ante las amenazas que en una semana recibió como consecuencia de su reivindicación como periodista y de su participación en varias entrevistas a medios internacionales. “Puedo ser la voz para los que están allí –afirmó-, estoy en contacto con ellos, pero su situación cada vez es peor, hay periodistas escondidos que, si los encuentran, van a matarlos”. Durante el acto organizado por RSF y la Universidad Nebrija, la presentadora afgana confesó que todos los días recibe llamadas y mensajes de periodistas a los que no puede ayudar. “La situación es particularmente horrible allí, en especial, para los periodistas porque son la voz de la libertad”, denunció.
Respeto a los derechos humanos
Ante una audiencia de estudiantes de Periodismo, Khadija Amin recordó que, por la experiencia de veinte años atrás, los talibanes no han cambiado y reclamó la ayuda de los periodistas extranjeros y la comunidad internacional para exigirles que respeten los derechos humanos.
Precisamente, su colega Luis de Vega ha estado recientemente en Afganistán donde ha elaborado para El País una serie de reportajes. En la mesa redonda constató que el 70% de los periodistas afganos ya no ejerce su profesión y ningún diario en papel llega a los lectores, de acuerdo con los datos de la Unión Nacional de Periodistas Afganos (ANJU). “Hay que tener mucho cuidado con los que se ha dado por llamar los talibanes 2.0; una de mis premisas en Afganistán era no olvidarme quiénes eran los que me había firmado los salvoconductos; el hecho de que me dejaran pasar no los convertía en hermanitas de la caridad. No dejan de ser una dictadura atroz”.
En su primera estancia en Afganistán, el fotoperiodista de El País admitió haberse beneficiado de la seguridad del régimen “naciente” de los talibanes, que se encuentra amenazado por los atentados del grupo terrorista autodenominado Estado Islámico a la vez que no tiene capacidad de gestión en temas como finanzas o salud. “Se están repartiendo cargos a personas sin capacidad ni experiencia ni formación”, relató. En un país, “sumido en la incertidumbre, donde va a llegar el invierno con la mitad de su población sin techo ni trabajo ni comida”, el dilema, según De Vega, es “cómo poder ayudar a esos afganos sin dar crédito al régimen talibán”.
Como Khadija Amin, el periodista español recibe muchos mensajes de personas que contactó in situ y quieren salir del país, “que están en una especie de limbo sin saber qué va a ser de ellos, en una burbuja de sospecha, miedo y odio larvado”. Luis de Vega, que calificó la situación de “tremendamente complicada en la que no sé si el pueblo acabará levantándose”, elogió la labor de los periodistas locales que se encuentran en “una oscuridad creciente” frente a la necesaria labor de sus colegas extranjeros que “solemos ir de paracaidistas, pero luego nos retiramos y la vida sigue”. En este sentido, “allí donde no hay guerra, también hay noticias, porque tan importante es cubrir una guerra como su posguerra”. Para él, resulta importante hablar en las informaciones del desarraigo y la incertidumbre, “ir más allá de la geoestrategia y la diplomacia de los titulares pomposos que abren los telediarios pero que, quizás, nos alejan de los seres humanos”.
Hacer frente a lo impensable
En el debate, Jesús Javier Perea, secretario de Estado de Migraciones, explicó el operativo de acogida en la base militar de Torrejón de Ardoz de los cientos de personas evacuadas de Afganistán. “27 000 militares y personal civil de España han estado dos décadas en Afganistán; todos ellos han sentido una gran deuda moral con los 1 800 colaboradores afganos de España que han recibido protección internacional aquí”, dijo. Después de remarcar la complejidad de un dispositivo “que hizo frente a lo impensable”, el secretario de Estado afirmó que “el verdadero éxito no está solo en la acogida sino también en la integración, no solo en cubrir las necesidades inminentes, sino en llenar de vida todas sus horas”.
El encuentro sobre la libertad de prensa en Afganistán comenzó con el tácito apoyo de la Universidad Nebrija a la labor de Reporteros Sin Fronteras, formalizado en un convenio y en las palabras de Gregorio Martínez, director de Relaciones Institucionales, y con las palabras de la profesora y reportera Pilar Bernal, que denunció que el 90 % de los crímenes contra periodistas nunca se esclarecen.
Asimismo, Alfonso Armada, en su último acto como presidente de RSF, instó a la ONU a crear un “delegado especial” ante los “preocupantes indicios de deterioro generalizado” de la libertad de prensa en el mundo. A su juicio, en Afganistán como en otros países, ejercer el periodismo equivale a “dibujarte una diana en el pecho”. Armada quiso cerrar el acto, en formato híbrido, recitando el poema de Wisława Szymborska, Premio Nobel de Literatura en 1996, Notas para una expedición al Himalaya, en el que versos como Heredamos la esperanza, /regalo del olvido./ Verás cómo entre ruinas/ parimos niños dejaron paso a los corrillos entre periodistas.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.
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