Dalet

‘Dalet’, la nueva coreografía de Daniel Abreu, una alegoría de la vida

Los alumnos de 3º del Grado en Artes Escénicas asistieron a la representación de la obra Dalet (DA) la nueva coreografía del creador tinerfeño Daniel Abreu. La representación tuvo lugar en el Centro Cultural Conde Duque enmarcada como actividad dirigida de la asignatura de Taller e Interpretación Escénica I que imparte el profesor Leyson Ponce Flores.

Dalet es la cuarta letra del alfabeto hebreo. También representa el número cuatro y significa puerta. En un sentido simbólico, alude al paso de un lugar a otro distinto al que nos encontramos, que puede conducirnos a algo bueno, malo, mejor o peor en relación a la situación actual. En consecuencia, simboliza el cambio.

Daniel Abreu la equipara a un símil de las etapas de la vida, esas que van pasando del nacimiento al crecimiento, a la adolescencia, a la vida adulta, la senectud, la muerte… “La presencia de Dalet, asegura, nos invita a cambiar de lugar, de mundo”.

‘Dalet’, poesía visual

Cada nuevo trabajo de Daniel Abreu genera expectación. Aun cuando las coordenadas en las que se mueve son ya conocidas, reconocibles y reconocidas, en él lo nuevo siempre parece nuevo. Eso lo sabe ese sector del público que le ha venido siguiendo creación tras creación, verificando cada vez la amplitud y extensión de ese imaginario, tan apegado a la poesía visual y la sugerencia, que parece no tener fin.

Para un coreógrafo que se ha movido en un universo propio, trabajar una nueva coreografía desde un término enigmático y polisémico que sugiere cambios y transformaciones, implica de alguna manera irse de excursión por el mundo que él mismo ha creado. Se trata de explorar a fondo lo inventado, para desvelarnos nuevas estancias, diferentes rincones y parajes de ese mismo lugar, que se ha construido siempre desde la danza expresiva, los gestos y las emociones, el atrezzo, la luz y la música.

La música en directo de Hugo Portas y Elisa Tejedor, la iluminación de colores vivos de Pedro Yagüe, el estilizado dispositivo escénico de Luis Crespo y unos vídeos discretos pero reveladores, fueron cómplices estéticos de una coreografía que ahonda en la plasticidad de los cuerpos y concede relevancia al gesto.

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