El ilustrador Nacho Nava lleva más de un mes hablando sobre el “poliédrico” Giangiacomo Feltrinelli en librerías, foros culturales y encuentros vis a vis. El cómic, editado por Altamarea, está dando a conocer en España a una figura que encarna la segunda mitad del siglo XX. Su pingüe herencia, su apuesta por las ediciones de bolsillo para que la cultura llegara a las clases populares y su radicalismo en los años de plomo salen a la palestra en una conversación mantenida entre Nava y Diego Aduriz, coordinador del Rincón de Lectura Nebrija, en el Campus de la Politécnica y Ciencias Sociales en Madrid-Princesa.
Sin pretender ser un manual de historia, sino una “ficción novelada”, la tesis narrativa de Feltrinelli, según Nava, aborda el personaje como “un insatisfecho vital”. La ambición del divulgador cultural y activista italiano “lo lleva a intentar cambiar el mundo y dejar una huella en él”. Su condición de multimillonario comunista lo aleja de encajes y etiquetas, pero los tres autores del cómic -los guionistas Guillermo Gracia y Aitor Iturriza y el ilustrador Nacho Nava- han podido encerrarlo entre viñetas, aunque sus múltiples caras dieran para “diez tomos más y dos temporadas en Netflix”.
Deshojando la margarita de Giangiacomo Feltrinelli, Nava observa valores como la capacidad de sacrificio y sus renuncias vitales, pero también su omnipresencia en acontecimientos históricos. “A medida que me iba adentrando en su figura y consultando documentos me di cuenta de que Feltrinelli salía en todas las fotos al estilo del camaleón Zelig, la comedia de Woody Allen”, reseña en el encuentro lector. Con Fidel Castro jugando al baloncesto, en el rodaje de Doctor Zhivago o en las portadas de la revista Vogue, horas antes de pasar a la clandestinidad, “el bigotudo con gafas de pasta siempre está ahí”.
Blanco y negro crudo y expresionista
Algún modus operandi de la tricefalia creativa desliza Nacho Nava, que forma parte del equipo de Audiovisuales de la Sección de Comunicación de la Universidad Nebrija. Durant el proceso, Guillermo Gracia compartió con sus compañeros el “abismal” archivo familiar de Carlo Feltrinelli, el hijo de Giangiacomo, y que alimentó su tesis sobre los grupos armados de los partisanos.
Con el “gran reto” de trasladar ese material ingente a la ficción, Aitor Iturriza ideó un guion en viñetas mientras Nacho Nava le daba vida con sus formas en un blanco y negro “crudo y expresionista del cine alemán” y deudor de los dibujantes Frank Miller y José Muñoz, con algún alivio de color “en picos emocionales y en las portadas originales de los libros” que aparecen en la trama. Eso sí, Nava también introdujo más viñetas donde Iturriza a veces solo había propuesto una, porque, para aquel, la página, más que la viñeta, es el elemento que da unidad al cómic. “El dibujante, en el cómic, es el director, el que toma las decisiones creativas que va a ver el lector”, opina.
Esos vasos comunicantes entre el cine y la novela gráfica, “dos artes que no son compartimentos estancos”, no acaban en esa referencia. A Nava se le hacen los ojos chiribitas cuando se refiere a encuadres, secuencias, trávelin y demás movimientos de cámara. En la pantalla de su cabeza, antes de plasmarlo en el papel, ha imaginado escenarios y personajes en una amalgama de movimientos y escenarios.
Cameos y evocaciones
Admite, ante las embestidas de Diego Aduriz, que la documentación para recrear una etapa histórica resulta esencial, pero “muchas veces tienes que tirar de instinto de lo que has visto y leído”. En todo el proceso hay cabida también para el juego. Nava introdujo en Feltrinelli algunos cameos de personajes e imágenes míticas. Ante la insistencia de los asistentes a la presentación del cómic en la Universidad Nebrija, el ilustrador y guionista destripa dos: las recreaciones de la portada de The Freewheelin’, segundo álbum de estudio de Bob Dylan, y de una de las secuencias icónicas de Matrix con el agente Smith de protagonista.
Las viñetas suelen contener, como los planos del cine, historias y personajes secundarios que a veces pasan inadvertidos a los ojos del lector o del espectador. Feltrinelli bebe de eso. De hecho, Nacho Nava confiesa que esta aspiración e inspiración pueden venir de sus lecturas de Astérix y Obélix, donde en el fondo de los primeros planos aparece el perro Ideafix enterrando un hueso o dos legionarios con el susto en el cuerpo.
“El estilo, al servicio de la narrativa”
Dejando claro que “el estilo tiene que ser algo que se ponga al servicio de la narrativa”, Nava desvela que le encanta “poner los mitos en proceso de desromantización”, como ocurre con los claroscuros de Feltrinelli. El editor italiano, un representante “de libro” del bon vivant, termina en el cómic “más oscurecido mientras todo se va desdibujando”.
En la charla, Diego Aduriz le dice al ilustrador que los tres autores podrían haberse metido en “más charcos” de la vida de Feltrinelli. Nava, con las katiuskas puestas, le contesta que el personaje es “muy complicado” y admite, con humildad, que, aunque la estructura “está bien pensada” el cómic también presenta fallos como buena ficción que es.
Una de cal y otra de arena. El coordinador del Rincón de Lectura lo alaba “por bailar bien los silencios” en el cómic y por interpretar revoleras a las mujeres mientras Feltrinelli se muestra estático ante ellas. “Son secuencias de mujeres en perpetuo movimiento mientras él permanece detenido, pensativo, con los pies en la tierra”, sonríe Nava.
Pájaros en la cabeza
Los pájaros también asoman como hilo conductor del cómic, una circunstancia que no pasa inadvertida para los lectores. Cuervos, flamencos, cóndores… “estas aves nos hablan de los pájaros en la cabeza de Feltrinelli”.
El encuentro del Rincón arroja más claves y desvela más secretos, pero lo mejor es que cada lector los descubra e interprete por sí mismo. “Soy uno de los padres del cómic, pero él ya tiene una vida propia”, admite Nava, que recomienda la lectura de libro Senior Service, de Carlo Feltrinelli, y los visionados del funeral de Feltrinelli y el coloquio en la RAI de Giangiacomo Feltrinelli con sus colegas editores Valentino Bompiani y Arnoldo Mondadori.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.