En los laboratorios se genera el avance natural de las ciencias. Pero la ciencia social, particularmente la economía, no tiene los niveles de experimentación que se dan en otros ámbitos. Por tanto, es fundamental entender lo que representa esta carencia y las oportunidades que se abren al ser solventada.
La ciencia sigue protocolos estrictos para materializar las ideas en forma de teoremas, leyes, publicaciones, patentes y demás. Para ello se deben recabar datos que:
- Pueden provenir de la observación de cierto fenómeno en su ambiente natural.
- Se originan en condiciones específicas, vía experimentos.
Es en el segundo camino en el que la presencia de un laboratorio cobra vital importancia. Sobre todo en el ámbito económico, donde su implementación encuentra todavía alguna, pero cada vez menos, reticencia (al menos en muchas redes académicas).
Los obstáculos
A la experimentación en economía le puede ser difícil encontrar escenarios reales de forma natural. Esto, por supuesto, supone posibles divergencias y previene la generalización de los resultados obtenidos. Lo que funciona bajo un escenario específico puede no aplicar en otro.
Por otro lado, los aspectos éticos concernientes a la realización de pruebas deben ser considerados, anticipados y cubiertos adecuadamente.
Además, se debe advertir que los individuos pueden alterar su comportamiento al conocer que son sujetos de un experimento social.
Las oportunidades
La experimentación también ofrece un lado muy amable: al tener control sobre las variables que forman parte del experimento la confianza al establecer causalidades es mucho mayor. Por ejemplo, se podría establecer que una baja demanda se debe exclusivamente a un tipo de publicidad y no a ningún otro factor.
Así, al centrarse en determinados aspectos específicos del problema de estudio, y no en todas sus dimensiones, se evita llegar a conclusiones con ruido por la interferencia de otros factores.
La aleatoriedad al escoger a los participantes y al establecer los grupos de control evita sesgos en los resultados y establece más fácilmente cuál es el impacto de una variable sobre otra.
Es más, el diseño meticuloso de los experimentos facilita el seguimiento de los datos y la posibilidad de replicar las metodologías. Esto permite extrapolarlas a otras poblaciones, comparar y ofrece robustez a los resultados. Volviendo al ejemplo de la publicidad, podríamos encontrar regiones en donde se logran resultados similares.
Así, las conclusiones obtenidas a través de pruebas calzan mejor los detalles del entorno en que nos movemos.
Lo anterior no implica que se desconozca lo avanzado en la ortodoxia económica. En lugar de ser una corriente sustituta es, más bien, complementaria.
La teoría neoclásica, con su homo economicus racional y percepción del riesgo, puede ser debatida y ajustada para una mejor descripción de la realidad. Esto ya lo han realizado, desde la economía del comportamiento, por ejemplo, los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky con su teoría prospectiva; y el economista Richard Thaler con sus amables empujones , y sus aportaciones en finanzas conductuales.
Un laboratorio físico representa un enorme avance pero requiere inversiones considerables para el uso de tecnologías como las de seguimiento ocular o eye-tracking que, mediante el procesamiento de imágenes y el uso de algoritmos, permite determinar hacia dónde está mirando la persona, o el escaneo cerebral. Estos altos costes limitan el acceso al conocimiento a estudiantes e investigadores.
El mundo virtual
La virtualidad, por otro lado, facilita la reproducción del experimento, posibilitando sinergias en comunidades académicas y extendiendo este alcance al mundo empresarial, por ejemplo.
Así mismo, la virtualidad puede adaptarse más fácilmente a los escenarios cambiantes que a los ambientes físicos. La visualización de datos desde herramientas específicas de software facilita el análisis de escenarios y plantear hipótesis o soluciones. El desarrollo de tecnologías como las realidades aumentadas o virtuales complementan estos avances.
Desmaterializar la experimentación abre nuevas posibilidades a la enseñanza, permitiendo al alumno acceder a resultados mucho más concretos que los alcanzados por métodos más tradicionales. Así mismo, supone una ventaja para la eficiencia en el manejo de los datos.
Dentro de la economía experimental y del comportamiento se han mostrado dinámicas de mercado y comportamientos mucho más cercanos a la cotidianidad.
En los laboratorios se puede, por ejemplo, invitar a un grupo de participantes que simulen compradores y vendedores en un mercado de un bien. A ellos se les puede indicar confidencialmente el precio de reserva de cada uno (esto es, el precio máximo al que un comprador está dispuesto a adquirir o el mínimo al que un vendedor está dispuesto a vender), e indicarles que pueden comerciar libremente.
Con esta información, más algunas otras pocas variables, se puede replicar las características de un mercado real y anticipar comportamientos de oferta, demanda y su correspondiente equilibrio. Esto permitirá contrastar lo que indica la teoría con lo que sucede en este ambiente controlado.
Así mismo, se puede analizar la conducta de inversionistas y medir efectivamente sus niveles de aversión al riesgo y su concordancia con el nivel de racionalidad que aducen tener. Los resultados suelen ser sorprendentes.
Así pues, los laboratorios de economía complementan ese aspecto descuidado dentro de la ciencia económica y proporcionan grandes posibilidades para la investigación académica, la enseñanza y educación. Además, para el desarrollo de políticas, se constituyen en una poderosa herramienta de entrenamiento empresarial y de monitoreo a la salud financiera.
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Carlos Ariel Ramírez Triana, profesor de Economía, PhD en Management, Universidad Nebrija
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.