Con sesentaiún años de bagaje en la profesión, desde que frisaba los seis, Lluís Homar comparte andanzas, desventuras y filosofía de vida con los alumnos de Artes Escénicas de la Universidad Nebrija. Los invita a ser generosos, humildes, entregados y a confiar en sí mismos incluso cuando las “sacudidas” surgen en el camino: “Los malos momentos acostumbran a ser muy útiles, siempre he aprendido con lo que no me ha salido bien”.
Actor, director de teatro, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y maestro de actores, habla de la serenidad cuando las crisis “te cambian y te hacen crecer”. Defensor de respetar los procesos y los tiempos de cada uno, maneja las combas donde juegan las palabras y las emociones: “No podemos no tenernos en cuenta a nosotros mismos”.
Homar, Premio Nebrija CREA de Artes Escénicas, saca pecho de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y de la evolución de sus actores. El año que viene Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina, dirigido por Sarah Kane, y La alojería, a partir de textos de Agustín Moreto, María de Zayas y Lope de Vega, entre otros, dirigido por Cristina Marín-Miró, encandilarán a los espectadores.
“Poder influir” en una franja de edad que está en formación lo llena de satisfacción, pero también le genera dudas: “En la profesión he recogido cosas y creo que llega el momento de transmitir esos valores, pero a veces me falta el cómo hacerlo”.
Silencios y aplausos
Por los silencios y los aplausos, por esa y otras causas que tienen que ver con la autenticidad a la hora de salir a escena vive Lluís Homar en el teatro. No disimula ese amor, aunque la cautela aparece de nuevo en su discurso: “Este trabajo es maravilloso, pero nunca debemos dejar de lado cómo somos como personas, el viaje hacia uno mismo”. Lo expresa un meditador, un paseante de la naturaleza, un admirador de los árboles.
Acompañado de Antonio Sierra, director del grado en artes Escénicas de la Universidad Nebrija, aconseja “darlo absolutamente todo” en las tablas. “Los actores somos muy dados a encontrar excusas. Lo más difícil en el teatro es hacer la misma función todos los días porque hay algo que se mecaniza”, apunta. Recuerda a Carlos Gandolfo cuando equipara actuar a navegar en vela porque los vientos en los dos casos serán distintos cada jornada. Menciona al actor y director argentino y a otros maestros como Uta Hagen, sin rehuir de voces versátiles actuales como Iñaki Recarte, Adriana Ozores, David Boceta, Beatriz Argüello, Rafa Castejón o Charly Alberti.
Respuestas a los jóvenes
La poesía del teatro clásico y el poder transformador de las artes escénicas también asoman en sus respuestas a las preguntas de los aprendices que poco a poco han germinado en sus respuestas. Al principio nadie ha levantado la mano. Le recuerda a su timidez juvenil en el Teatre Lliure de Barcelona donde todos decidían todo. Él no hablaba y un compañero al final de la asamblea le solía decir: “Muy bueno eso que has dicho”. Los silencios ya lo seducían.
“No renunciéis a nada, todo está en vuestra mano”, arenga a los estudiantes antes de sumergirse de nuevo en la vorágine de El gran teatro del mundo, auto sacramental de Calderón de la Barca que hasta el 24 de noviembre acoge el Teatro de la Comedia. Él dirige el montaje, también toma notas cada tarde desde el palco 9. Nada se le escapa.
Texto: Javier Picos / Fotos: Zaida del Río