El pasado 18 noviembre el Rincón de Lectura Nebrija contó con las voces jóvenes de los estudiantes de la asignatura de Escritura creativa de primero de Periodismo. El debate giró en torno a El gran cuaderno, de Agota Kristof (1935-2011), la primera parte de una trilogía sobre los horrores de la guerra y el totalitarismo.
Tras el encuentro entre lectores, dirigido por Diego Aduriz y coordinado por Rocío Santamaría, los alumnos de la profesora y escritora Ianire Doistua escribieron unos textos sobre la novela de la autora húngara. Por aquí dejamos una selección de cinco puntos de vista. ¡Enhorabuena a todos!
RESEÑA DE EL GRAN CUADERNO, DE AGOTA KRISTOF
Por Carla Daniela Melillanca
La parte de una guerra de la que poco se habla, una parte de la historia que quedó en el olvido, donde las armas ni las muertes en el campo de batalla son protagonistas. Una historia cruda que nos muestra la muerte de la infancia, de la inocencia, simples efectos colaterales de algo mayor.
El Gran Cuaderno, de Agota Kristof, nos narra la historia de Claus y Lucas, dos hermanos gemelos que, producto de la guerra, tuvieron que ser dejados por su madre en casa de su abuela, a quien no conocían. Ambos, al igual que muchos niños, fueron alejados de sus padres para escapar del caos de la guerra en la ciudad, o al menos disminuir su impacto.
Al principio, el contexto de la historia nos puede parecer muy emocional, porque se trata de dos niños y de cómo la infancia fue afectada. Pero, a medida que el relato avanza, nos podemos dar cuenta de que la forma en la que los hechos se desarrollan y cómo la autora avanza en la historia a través de crónicas potencia aún más la brutalidad y crueldad del ser humano, sin rodeos, sin adornar las palabras, con crudeza pura. Una historia que no tiene espacio para la censura, donde predomina la perspectiva impersonal para desarrollar la forma de pensar de los personajes, dejándolos ser, permitiendo que se expongan ante el lector con una objetividad que puede perturbar.
La intención del libro es desnudar la verdad de una parte de la historia que se intenta censurar, donde la atmósfera que se va creando a lo largo de la lectura hace que la moralidad se comience a distorsionar, nos empieza a sofocar. Podemos ver a los gemelos en un entorno lleno de hostilidad que los obliga a desarrollar su propio plan de supervivencia, lo que provoca que su comportamiento y pensamiento se vuelvan cuestionables frente a los ojos del lector.
El Gran Cuaderno es uno de esos libros que, desde la narrativa, intenta desafiar a la literatura como tal, pero que, al mismo tiempo cuestiona e increpa al lector. La historia que nos cuenta es para aquellos que buscan la verdad, que están dispuestos a ser incomodados para conocer lo que no siempre nos cuentan en los libros de historia.
EJERCICIO SOBRE LA MEMORIA FOTOGRÁFICA
Por Jorge Alberto Martínez
Nos ponemos uno frente al otro con dos cuerdas viejas. Cada uno ata su muñeca izquierda a la cuerda, luego la otra al mismo tiempo. Hacemos nudos simples primero, después dobles y triples. Nos aseguramos de que no sea posible soltarnos.
Entre nosotros, en el suelo, colocamos dos piedras planas y ovaladas. Las limpiamos antes de empezar. Cada uno tiene una piedra más pequeña y afilada para escribir. No usamos papel ni lápices, solo las piedras es un lujo que no nos podemos dar. Con movimientos lentos, escribimos palabras simples en nuestras piedras: cubo, manzana, avión.
Cuando terminamos, levantamos nuestras piedras al mismo tiempo, enseñándolas durante cinco segundos. Después las bajamos y borramos con los dedos, frotando hasta que desaparezcan. Ahora debemos memorizar y recordar. Cada uno dice lo que vio en la piedra del otro, con las palabras correctas.
Cada vez escribimos más. Primero frases cortas: «Los peces nadan», «Los niños juegan». Luego frases más largas, llenas de detalles. «El sol ilumina los campos cada mañana, no deja de lado a nadie». No podemos fallar. Si olvidamos, apretamos los nudos de las cuerdas como castigo cada vez más fuerte para generar un impacto.
El ejercicio no se detiene ahí. Cuando las frases ya no son un desafío, pasamos a los números. Al principio son números pequeños: 9, 10, 29. Pero pronto son secuencias largas y complejas: 178, 345, 891, 16,763. Para complicarlo, sumamos capítulos de la Biblia. Leemos juntos un capítulo, lo memorizamos hasta poder recitar al pie de la letra, no se permite ni un solo error cada coma y punto debe ser recitado. Lo que memorizamos no es solo algo aprendido, es algo que ahora nos pertenece y forma parte de nosotros.
Tenemos que guardar lo importante, lo que no se puede perder. Cada recuerdo, cada dato esencial, lo guardamos con nuestra memoria fotográfica. Si nuestras piedras se rompen, si nuestras cuerdas se desgastan, no importa. Todo está en nuestras mentes, el lugar más seguro e invulnerable, en tiempos como estos es esencial contar con herramientas como nuestra mente a su máximo potencial.
Cuando terminamos, desatamos las cuerdas y revisamos nuestras muñecas. Hay marcas rojas y moradas. Las miramos, sabemos que no importa cuánto duelan, se aprendió algo más importante. Aprendimos a guardar información esencial en nuestra mente, a guardar lo necesario en silencio y con rapidez.
EL GRAN CUADERNO
Por Luis Gerardo Oviedo
Podríamos ver documentales explícitos que muestran cadáveres explotando, o escuchar anécdotas de niños que sangran por la boca con tal de no llorar y, aun así, no estaríamos ni cerca del horror que un libro nos puede decir. En el club de lectura, pocos se atrevieron a hablar de la historia y nos fuimos a un punto más subjetivo. El me gusta o no me gusta del libro se debió al horror que cada uno experimentó. El gran cuaderno tampoco cuenta con las escenas más descriptivas, tiene un estilo de una obra de teatro. Sin embargo, la atmósfera gráfica fue capaz de causarle pesadillas a más de uno.
Podría ser algo generacional, pero nosotros vimos el libro como película de terror, mientras que los docentes presenciaron un documental acerca de la moralidad. Tal vez no estamos acostumbrados a estas historias o, mejor dicho, hemos visto tantas formas de contar tragedias humanas que al leer algo tan original nos sorprende. Pienso que estar distanciados del contexto y desconocer el mundo hostil nos da una lectura cruel del libro. Por eso los docentes observaron esperanza en páginas ensangrentadas. Incluso los actos atroces de los protagonistas, a ojos de una generación diferente, simboliza amor. Entonces, la crudeza del libro depende del punto de vista.
Puede entenderse que El gran cuaderno es un producto de todas las épocas. El no dar nombres a los personajes, lugares, ni contextualizar la obra ofrece una interpretación atemporal. El silenció habló cuando ambas generaciones acordamos que El gran cuaderno se asemeja a cualquier conflicto bélico. Era claro que nuestra interpretación se veía afectada por la situación de Ucrania y Palestina. Al no ser partícipes y recibir información objetiva nos involucramos con la historia. No estábamos en el pueblo, pero conocíamos las calles. Así como el hedor de los habitantes, las sábanas de musgo, las reglas que debían cumplirse, los chismes, y la urgencia de conseguir zapatos que era imposible no sentirse parte de la novela. Interpretamos las situaciones con sentimientos. Pero los docentes tenían más años en el mundo cruel, y lejos de ver pesimismo, señalaron del libro aspectos como el feminismo, la metafísica, y la humanidad dentro del horror. Interpretaron las situaciones con hechos.
Hemos aprendido a distanciar las emociones y los hechos, tal cual lo hace Agota Kristof. El gran cuaderno es una reflexión, no solo una historia. Dentro de unos años, nosotros veremos humanidad en relatos atroces y los más jóvenes solo entenderán la crueldad de las acciones. Les hará falta vivir más para entender, nos hace falta vivir más para entender. El club de lectura más que un análisis del libro, fue una clase magistral de cómo interpretar las historias.
EL GRAN CUADERNO DE GAZA
Por Luis Gerardo Oviedo
Los nombres son como los sentimientos, en la novela no existen. La madre se llama madre, la abuela se llama abuela, los protagonistas hablan en plural y no hay una individualidad en ellos. El pueblo, otro personaje dentro del relato, tampoco posee un título que sitúe al espectador. Pero tampoco se necesita. Es evidente que la historia sucede durante la Segunda Guerra Mundial, probablemente en una aldea invadida por nazis, en alguna parte de Hungría. Kristof no requiere dar explicaciones del contexto, los diálogos minimalistas ya ofrecen una interpretación lo bastante sofisticada para que el espectador se haga una idea. Además, no darle a la novela un contexto específico le permite crear una atemporalidad a las situaciones. De manera que El gran cuaderno podría suceder en cualquier momento.
Actualmente, los niños de Gaza sufren por los atentados de Israel hacia su país. Viven en las páginas de un libro más cruel: la realidad. Si quieren ser tratados deben buscar equipo médico debajo de los escombros. La comida es el aire. El aire es pólvora. Y la pólvora es la memoria de lo que antes era su pueblo. Ajenos al conflicto, los niños de Gaza son quienes reciben las balas, el dolor, la pérdida, y las enfermedades del polio y odio humano. Tal cual El gran cuaderno, los protagonistas son los niños porque la historia recordará los hechos, pero nadie sabrá los nombres. Estos niños sin comida deben conseguir alimentos de formas cuestionables. Estos. niños han tenido que enterrar a sus familiares. Estos niños se ejercitan para asimilar la crueldad. Estos niños están hechos de carne y no de palabras.
Hablar del contexto también moldea la forma de presentar una historia. Los libros de la Segunda Guerra Mundial se diferencian de las notas acerca de Gaza por una simple razón: acercamiento. Agatha Kristof escribió en francés, lengua no materna, y tuvo que huir de la guerra y trabajar para levantar a su familia. Acciones que ocurren en su novela. Mientras que los periodistas de Gaza no necesariamente están ahí viviendo los sucesos. Esto influye en el mensaje del texto. Aunque Agota no narra emociones, aún se percibe el dolor y la apatía de sus personajes. Por otro lado, las notas se limitan a narrar hechos, aún con testimonios, esta cercanía no se percibe de la misma manera.
El gran cuaderno es una reflexión acerca de las consecuencias de una guerra. Los niños son quienes tomarán las decisiones del futuro de una nación. Por ello al deshumanizarlos existe el riesgo de perder equilibrio y carecer de valores como empatía, amor, solidaridad, y justicia. Entonces la novela es una enseñanza para el futuro. Sin embargo, la situación de Gaza nos demuestra que la historia se repite. Ya sea en 1944 o en 2024, la pérdida de la infancia será un problema hasta que la última gota de sangre se haya evaporado.
SOBRE EL CLUB DE LECTURA DE EL GRAN CUADERNO
Por Matilde Migliavacca
Al entrar en el aula donde iba a tener lugar el club de lectura sobre El Gran Cuaderno, me pareció entrar en un cine, a causa de las sillas con el asiento que se tira abajo. Aunque, en realidad, me encontraba en una biblioteca, rodeada de vidrieras de libros. En frente a las primeras filas de sillas, claramente vacías, había un escritorio, demasiado grande para una sola persona. En ese asiento elevado estaba el moderador, que a decir la verdad no moderaba sino coordinaba el discurso, dando la palabra a cada uno. No hubo debate. Solo largos monólogos. Claramente, los participantes, teniendo solo un turno para comentar el libro, se vieron obligados a regurgitar a lo loco todas sus reflexiones, haciendo resultar difícil seguir un hilo lógico. Hubo muchas contribuciones interesantes gracias a la variedad de personas presentes. De hecho, estaban presentes estudiantes, profesores universitarios, la bibliotecaria y una psicoanalista. Esta última tocó temas como la dualidad presente en los dos protagonistas que parecen no escindirse nunca. También el uso, involuntario, por parte de Claus y Lucas de varias técnicas de adormecimiento del dolor, similares a las utilizadas en el mundo de la psicoterapia. Enfatizó que esta aparente apatía, dada por un distanciamiento emocional de los niños respecto a los abusos que sufrían, es un mecanismo de defensa. Mecanismo utilizado por personas que han sufrido un trauma y, de alguna manera, deben continuar con sus vidas.
Las intervenciones se basaron principalmente en los abusos sufridos por los niños que llevaban a los lectores a reflexionar sobre el estilo con el que la autora había narrado los hechos. De manera desapegada, objetiva y, por tanto, apática, haciendo que la historia resulte más un retrato histórico que una novela de ficción. Ese era el objetivo.
Se trata de un libro bastante crudo que nos lleva a centrarnos en ciertos aspectos, perdiendo el cuadro más amplio. Cuadro que ha sido puesto de relieve por el moderador durante la última intervención: «Sé que muchos de vosotros no estarán de acuerdo conmigo, pero creo que es una increíble historia de amor». Esta afirmación me hizo reflexionar. Claus y Lucas viven bajo el signo de la brutalidad, pero sus acciones, por más absurdas que sean, tienen como fuerza motriz el amor. Como cuando al entrar en la casa de la vecina encuentran a Cara de Liebre muerta en la cama y a la madre sentada esperando que la muerte la tome. «¿Deseas morir de verdad?», le preguntan los niños y, al recibir respuesta, le cortan el cuello y queman la casa; acabando el sufrimiento de la anciana vecina.