“Muchos años después, frente a la pizarra digital, el profesor de la Universidad Nebrija había de recordar aquella remota navidad en la que su padre le regaló su primer ordenador”, y es que el profesor del siglo XXI se enfrenta a retos competenciales a los que ha de responder, habiendo recibido una formación ya obsoleta.
Todos elegimos una profesión por algún motivo, en mi caso fue por amor (pedagógico). Me enamoré del profesorado por su valentía, por ponerse frente a la barrera y capear la disonancia entre lo aprendido en su formación universitaria y la necesidad de responder a una sociedad completamente diferente, cambiante, pero sobre todo exigente. Y decidí aprender de ellos, con ellos y para ellos. Dejar una pequeña huella en el mundo al servicio de la educación, desde detrás del escenario, leyendo el guion entre bambalinas, sin ser vista por el respetable público.
Y es que, en las aulas de hoy ya no se imparten clases magistrales en las que explorar los contenidos de la asignatura, sino que tratamos de poner a disposición redes de información, para invitar al alumno a que sea el protagonista de su propio aprendizaje. El profesorado de hoy no solo ha de preocuparse de transmitir el mensaje, sino que el medio o herramienta, el contenido y la metodología que emplea, requiere de una actualización constante para dar respuesta a ese alumnado que nos lleva amplia ventaja en el nivel de competencia digital.
Ilustración 1. Fuente: www.uemc.es
Si bien es cierto que desde la pedagogía, la sociedad demanda una compleja y variopinta gama de respuestas, la formación del profesorado se presenta como el pilar básico para la reducir la brecha entre dicha demanda y la oferta del servicio educativo. Es en este nuevo papel del profesor de la sociedad de la información y la comunicación, en el que el docente ha de recibir toda la ayuda posible, toda la formación posible, toda la colaboración posible, para que pueda dar respuesta en su no baladí compromiso social.
En teoría todo muy sencillo ¿cierto? Pero en la práctica no lo es tanto. Fue a partir de la primera década de los 2000 cuando se empezaron incorporar herramientas atractivas donde la enseñanza y el aprendizaje parecían vivir una segunda luna de miel, donde la figura del maestro, se podía permitir crear actividades a través de “juegos” y el ritmo de la enseñanza se ajustaba a la nueva forma de aprender, rápida, mediante estímulos breves y un proceso de retroalimentación a tiempo real, efectivo y motivador. Pero tras el flechazo inicial, llegan los reproches, y es que hemos cambiado las herramientas y adaptado a ellas los contenidos, pero seguimos sin tener muy claro de qué forma podemos avanzar a través de nuestra relación.
Ilustración 2. Fuente: idasyvenidasdelastic.blogspot.com
Pues si bien ya conocemos qué enseñar y con qué recursos tecnológicos, no es sino a través del ¿cómo? donde el profesor sabe que está utilizando las herramientas adecuadas, poniendo a disposición de la comunidad educativa contenidos vivos y una metodología adaptada para aprender a aprender y aprender a enseñar.
Afortunadamente, a día de hoy se está avanzando en modelos que sirvan de guía a este matrimonio que no va a dar marcha atrás, modelos exhaustivos en los que la formación del profesorado no se limitan a la utilización técnica de la herramienta, sino donde realmente se ha entendido el empaque señorial de los entornos digitales, y la importancia de estudiarlo desde la investigación en la educación superior.
Fue en mi aterrizaje en la Universidad Nebrija, donde por primera vez desde que me embarqué en el camino de la formación del profesorado en el uso de las TIC, he podido percibir una preocupación real en el uso adecuado de la tecnología como parte clave de la educación superior, donde se siente el respeto suficiente al alumnado del siglo XXI como para trabajar, investigar, diseñar y ejecutar un modelo equiparable a cualquiera de las mejores universidades europeas, donde se trazan rutas que sirvan de faro para nuestros docentes en su tarea de actualización permanente, donde se acompaña compartiendo, aprendiendo entre todos desde el rigor científico en esta ya adolescente área de conocimiento, una universidad donde al fin y al cabo se respira el amor por la educación.
Ana Regatero
Formadora blended