Autora: Cristina Herrero Fernández
Somos profesores del siglo XXI. Nuestras clases tienen que ser divertidas, interactivas, prácticas y, al mismo tiempo, debemos trabajar en poco tiempo todos los contenidos de la asignatura, ya sea esta Español como Lengua Extranjera, Derecho Procesal o Macroeconomía. Se trata de una ardua tarea que puede parecernos aún más complicada cuando nuestros alumnos no solo no se encuentran en el mismo espacio durante la clase, sino que pueden estar en diferentes lugares del planeta, unos desayunando y otros cenando. Diferentes contextos y un único producto deseado: una clase igual de divertida, interactiva y práctica para todos.
La metodología clásica basada en la exposición de contenidos teóricos y la clase magistral se ha quedado obsoleta en el nuevo escenario educativo en el que nos encontramos. Hace mucho tiempo que el profesor debería haber dejado de ser un gurú del saber y se debería haber convertido en un guía que ilumina las vías del conocimiento y facilita las fuentes de información para que el estudiante construya su propio aprendizaje.
Por suerte, los profesores contamos con una gran ayuda en este sentido: las nuevas tecnologías y los nuevos modelos educativos como el de la clase invertida. Pero, ¿en qué consiste exactamente este modelo?
Surgido en EEUU para ayudar a los alumnos que no podían acudir a clase, el modelo de la flipped classroom pretende ofrecer solución a los profesores que quieren aprovechar la clase para llevar a cabo las actividades que más esfuerzo cognitivo requieren y dejar que la mera exposición a los contenidos nuevos tenga lugar fuera del aula.
Modelos como este nos hacen darnos cuenta de que, en realidad, antes lo hacíamos todo al revés. Las tareas más complicadas para los alumnos y para las que mayor apoyo del profesor necesitaban, es decir, todas aquellas relacionadas con la aplicación y la creación de contenido, se realizaban generalmente fuera de clase, en solitario, mientras que en el aula los profesores nos limitábamos a exponer conceptos. Hoy, gracias a las nuevas tecnologías, podemos hacer que nuestros alumnos estén expuestos a los nuevos contenidos antes de que la clase dé comienzo en el escenario de acción donde el aprendizaje real es posible: el aula. Esta debe dejar de ser un simple auditorio donde los profesores pronunciamos nuestros monólogos para convertirse en un espacio de diálogo, debate, aclaración de dudas y, sobre todo, creación y experimentación.
Uno de los aspectos que más inseguridad nos pueden generar a la hora de implementar este nuevo modelo es el hecho de que nuestros alumnos no consulten la información facilitada antes de acudir a clase. Para evitar que esto ocurra, debemos:
- Proporcionar materiales interesantes y motivadores para nuestros alumnos.
Tradicionalmente se ha asociado el método de la clase invertida con la elaboración de vídeos sustitutorios de nuestras clases magistrales. Sin embargo, podemos facilitar muchos materiales alternativos: infografías, textos reales web, canciones, etc. Cualquier material motivador nos puede servir para presentar el contenido de la sesión. En caso de tratarse de vídeos, sería adecuado que realizáramos vídeos cortos y en ningún caso monótonos. El objetivo es tratar de captar la atención de nuestros alumnos y, si los materiales son variados y originales, seguro que lo harán.
- Asegurarnos de que los alumnos han consultado y comprendido la información proporcionada.
En este sentido, es necesario realizar pruebas de comprobación en los primeros minutos de la clase o, incluso, antes de comenzar la sesión. Plataformas como BlackBoard nos ofrecen la posibilidad de hacer este tipo de tests con formato quiz al principio de la clase. Si no trabajamos con Blackboard, también podemos usar otras herramientas como Socrative, Kahoot o Poll Everywhere.
- Llevar al aula actividades realmente significativas, para cuya realización sea indispensable haber consultado los materiales proporcionados previamente.
Cuando las tareas de clase son altamente motivadoras, los alumnos no quieren perder el tiempo de clase consultando el material que no han consultado antes.
- Invertir la clase al 100%.
Cuando invertimos la clase, indicamos que fuera de la misma nuestros alumnos solo deberán consultar los materiales de la clase siguiente. Esto quiere decir que las “tareas individuales” deberán realizarse íntegramente dentro del aula virtual. Si proporcionamos tarea previa y posterior a la clase, el trabajo que deben hacer los alumnos es doble y se rompe “el tratado” de la clase invertida.
Otro aspecto que nos puede resultar preocupante es el tiempo que nos llevará la creación del contenido. Es cierto que la “inversión” de una asignatura completa puede resultar costoso en un primer momento, pero muy rentable a largo plazo. Por otro lado, cada vez son más los profesores que apuestan por este nuevo modelo que ya han creado sus propios materiales y que los comparten a través de la red. En este sentido, es necesario que nos actualicemos e informemos sobre las páginas y herramientas de curación de contenido que podemos encontrar en esa gran mina de materiales: Internet.
Muchas son las ventajas de este modelo y muchos los profesores que se han entusiasmado ante los resultados de su implementación. Sin lugar a dudas, el camino hacia la inversión total de nuestra asignatura no será un camino fácil. Surgirán nuevos retos, nuevas dudas y nuevas incógnitas, pero, a la luz de los resultados, merece la pena exponerse a estos “peligros”. Desde luego, un profesor del siglo XXI debe estar preparado para asumir estos riesgos, pues, como dijo Goethe:
“Los peligros de la vida son infinitos, y entre ellos está la seguridad”.
Cristina Herrero Fernández
Profesora de la Facultad de Artes y Letras