Autora: Fátima Presas
“Me gusta”, “sígueme”, “etiquétame”…. Son expresiones que forman parte de nuestra vida cotidiana. Desde los nativos digitales hasta nuestros mayores, todos comparten pequeños fragmentos de su vida en la redes sociales. En los últimos años, se han convertido en una ventana abierta al mundo en la que comunicarse, relacionarse, conocerse, y por qué no, también sentir. Fotos de nuestros viajes, de nuestro primer día en un trabajo nuevo, de nuestras copas entre amigos, de la victoria en Champions de nuestro equipo, de la boda de esa amiga especial… Y así hasta un sin fin de momentos que quedan registrados para siempre en el universo digital. Pero esto no es nada nuevo, como todos sabemos, y como bien definió Aristóteles en el sigo IV a.C. “el hombre es un ser social por naturaleza”, necesita relacionarse, dar, recibir y en definitiva interactuar para poder sobrevivir. Ya en la Edad de Piedra el hombre vivía en sociedad, buscaba y utilizaba la comunicación como vehículo y medio de coexistir en comunidad.
El hombre se organiza, se expresa, crea conocimiento y se relaciona a través de la comunicación, por eso no cesamos en la búsqueda constante de mejorar nuestro modo de comunicarnos, de relacionarnos con los demás. Todos queremos ser partícipes del cambio que desde hace años se viene viviendo y que se materializa y concreta en los medios sociales, nuevas formas de expresión que nos permiten conectarnos en un mundo en el que se han traspasado fronteras y roto las barreras.
Vivimos una nueva era, un nuevo modo de escuchar, de relacionarnos y de acceder a la información. Todos participamos de ello y nadie quiere quedarse fuera del juego. Pensemos por un momento en nuestros mayores, ellos también se adaptan. Quién no ha abierto WhatsApp y lee “abuela está escribiendo…” y 10 minutos más tarde, en el mejor de los casos, llega el tan esperado y escueto mensaje “Hola”, y si tienes suerte completado por un “¿cuándo vienes?…”, algo que quizá le lleve otros diez minutos, pero eso no importa. Lo que de verdad importa es que tu abuela, tu tía, tu padre, tu hermano… Todos ellos también participan de las nuevas formas de comunicación.
Al leer el mensaje de nuestra abuela, además de una pequeña sonrisa, solo podemos apreciar el mérito de quién nació en un mundo en el que el concepto de tecnología digital ni existía. El mensaje de WhatsApp era, en el mejor de los casos, un nota escrita a mano dejada en la entrada de la casa, y Facebook, el patio de vecinos donde se contaban las últimas historias y cotilleos.
Las redes sociales representan la evolución lógica de las tradicionales maneras de relacionarse del ser humano. Nuevos medios de comunicación que han avanzado con la aparición y el uso de canales y herramientas, que se sustentan en la co-creación, la confianza generalizada y el conocimiento colectivo.
Las redes sociales las formamos todos. Todos participamos y todos podemos comunicarnos en ellas. Vivimos un momento único y hay que aprovecharlo. Construyamos nuestra identidad digital, que no lo hagan otros por nosotros, con responsabilidad, seguridad, consciencia y teniendo siempre presente que antes: “Vivíamos en granjas. Luego vivimos en ciudades. Ahora vamos a vivir en la red” (La red social, David Fincher, 2010).
Fátima Presas
Profesora del Máster en Marketing y Publicidad Digital