Marzo de 2020 supuso, a nivel mundial, un antes y un después en casi todos los aspectos de nuestra vida. La crisis sanitaria ha acarreado grandes cambios que todos hemos ido experimentando, en mayor o menor medida. Aquel mes de marzo, de pronto, nos vimos obligados a modificar nuestro día a día, nos encontramos literalmente encerrados en nuestra casa, sin apenas margen para adaptarnos o tomar consciencia de lo que estaba sucediendo.
Ya conocemos la horrible repercusión sanitaria, social, económica, emocional e incluso medioambiental que tal confinamiento tuvo, pero este suceso trajo también consigo algo que en muchos casos podía parecer inconcebible. De pronto, nos vimos en casa trabajando, instalando herramientas de trabajo remoto, consiguiendo ordenadores y montando un despacho en lo que, hasta ahora, había sido nuestro lugar de descanso. De este modo, comenzó para la mayor parte de la sociedad el contacto con el teletrabajo.
De forma apresurada implementamos nuevos protocolos, investigamos otras herramientas y adaptamos el trabajo a la nueva realidad que, por lo que parece, ha venido para quedarse o al menos ha modificado la forma de concebir el trabajo. Llegó así la gran revolución digital que afectó a todos los perfiles y puestos que, de alguna forma, pudieran realizar en remoto su trabajo. Está claro que hay ciertos oficios en los que, por la naturaleza de sus funciones, no se podrá nunca eliminar o reducir la presencialidad. Aún no se ha inventado la fregona que funcione en remoto o un fuego que pueda apagarse digitalmente. Si bien, dentro de los casos en los que sí se puede trabajar desde casa, se han ido implementando una serie de novedades digitales y nuevas formas de trabajar. Muchas empresas tenían ya protocolos de teletrabajo, con una regulación actualizada, pero la mayoría de las organizaciones de nuestro país han tenido que ir creándolos y adaptar tanto sus equipos de trabajo como sus recursos humanos a esta nueva metodología.
Toda empresa cuenta con una plantilla de personas que, en muchos casos, llevan años realizando las mismas funciones y que han tenido que actualizar de algún modo su forma de trabajo. La disminución de la presencialidad ha tenido diferentes repercusiones, entre otras:
- Reuniones virtuales:
Existen numerosas plataformas que permiten realizar tanto reuniones planificadas como llamadas o videoconferencias de carácter más espontáneo.
Aunque el trato personal ha disminuido, se puede favorecer una mayor cercanía con las personas que forman parte de una misma organización, pues con una sola videollamada podemos estar en comunicación con alguien con quien, por lejanía, normalmente lo haríamos por correo electrónico o esperaríamos a una reunión presencial. De este modo, se puede mejorar la comunicación, haciéndola más inmediata, fluida y natural.
Sin embargo, todas estas ventajas pueden terminar suponiendo un problema en la comunicación o una interrupción constante si no se realiza un aprendizaje previo o al menos cierta reflexión al respecto. Es importante adaptarse a las nuevas pautas y tener un método de trabajo homogéneo que permita hacer un uso correcto de las herramientas. Por ejemplo, respetar horarios, estados de disponibilidad, urgencia o importancia del tema a tratar, etc. También conlleva el desarrollo de habilidades de comunicación oral como la fluidez verbal, capacidad de síntesis, escucha activa, capacidad de adaptación al interlocutor, entre otras.
Podríamos decir que la clave reside en hacer un uso equilibrado de estas llamadas o reuniones, buscando la mejora en la comunicación y evitando el aislamiento que el teletrabajo pueda suponer.
- Nuevas herramientas digitales:
Estas mismas plataformas también permiten el trabajo cooperativo sin necesidad de reunirse físicamente. Con ellas se puede, por ejemplo, trabajar en un mismo proyecto, compartir ideas, realizar seguimiento, facilitar el reporte y la supervisión. El teletrabajo ha fomentado la digitalización de muchos procesos y la revisión de los mismos, por lo que es necesaria la adquisición de competencias digitales que, hasta ahora, podían no ser tan necesarias. En este sentido, los perfiles de las empresas se han ido actualizando, han ido variando las descripciones de puestos y las competencias requeridas. Una posición que antes podía tener un contacto mínimo con el ámbito tecnológico, es posible que ahora requiera el uso diario de estas herramientas. Por ello, la actualización digital del talento que ya forma parte de la institución resulta esencial para que nadie se quede atrás, se genere frustración o un peor rendimiento.
- Demanda de nuevos perfiles:
Como mencionaba en el punto anterior, las empresas necesitan captar talento con competencias digitales, por lo que en un proceso de selección es posible que este aspecto sea considerado como prioritario, independientemente del puesto al que se opte.
Por otro lado, para las empresas que den continuidad al teletrabajo, la necesidad de atención presencial también disminuye y se fomentará, en cambio, la atención en remoto. Por lo que es previsible que los puestos más ligados al mantenimiento de la infraestructura vayan tornando hacia puestos más digitales, con el incremento de vacantes de carácter tecnológico, como puedan ser departamentos de informática o soporte digital.
- Fomento de la autonomía:
No tener físicamente al lado a nadie que nos resuelva una duda al instante o nos haga un seguimiento constante de nuestro trabajo puede repercutir en una mayor autonomía o, en el peor caso, en problemas de inseguridad o desatención a nuestras tareas. Aquí los responsables tomarán un papel muy activo, ya que será favorable incrementar la confianza en los trabajadores, fomentar el trabajo autónomo sin dejar de hacer seguimiento o mostrar apoyo. Son precisamente las herramientas digitales las que permitirán generar una buena dinámica de trabajo. Sin embargo, por muchos medios que tengamos, si no existe una buena planificación, gestión del tiempo y responsabilidad, es complicado poder garantizar buenos resultados.
Podemos extraer como principal conclusión, la importancia de la actualización digital, siendo tan esencial contar con buenos medios como asegurarnos de tener personal con competencias digitales. En este sentido, el trabajo por parte de la organización será garantizar el acceso a una formación adecuada, actualizar los perfiles de búsqueda y consolidar una buena cultura de teletrabajo. De esta manera, podremos controlar la posible repercusión negativa que pueda tener y beneficiarnos de todas las bondades que ofrece esta modalidad. El mundo avanza, la tendencia a la digitalización en todos los ámbitos es inminente y el ámbito empresarial no puede quedarse atrás.
Alba Maíllo Díaz
Gestión del Talento
Universidad Nebrija