Autora del post: Mar Castro
¿Sabes aquello de «es de bien nacidos ser agradecidos»? 😉
Hay un sinfín de motivos para dar las gracias por la participación en un evento: la invitación para integrar el plantel de ponentes, la elección de tu especialidad como temática, la asistencia del público, el horario asignado, el excelente trato recibido, etc.
Muchos oradores suelen comenzar su exposición dando las gracias a la organización por haber contado con él, al director o coordinador del acto por su confianza, a los colegas por compartir un evento tan especial, al público por su asistencia, a…
Excesivos agradecimientos que se repiten intervención tras intervención logrando que los interesados escuchantes piensen, o se digan unos a otros: “ya estamos de nuevo”, “otro ponente muy original”, “todos dicen los mismo, ¿lo sienten?” y miles de frases similares, unas irónicas, otras, muestra de la decepción que les provoca la repetición del inicio.
Este tema es uno de mis caballos de batalla: «cuándo dar las gracias”. Defiendo no comenzar ni finalizar la charla –salvo uno pronunciado inmediatamente antes de abandonar el escenario pero nunca como cierre de la exposición– ofreciendo las repetidísimas y carentes de sentimiento (para muchos) «gracias».
¿Olvidan los disertadores que los dos primeros minutos de la charla son fundamentales para atrapar la atención de los espectadores e integrarlos en la comunicación?
Esos dos primeros minutos anticipan el interés de la charla, el ritmo que le imprimirás, el conocimiento que posees, el tono que le caracterizará, el tiempo que has dedicado a su preparación y, entre otras informaciones, tu actitud.
Iniciar la charla dando las gracias es un error habitual de las exposiciones orales. Por mucho que recomiendes no hacerlo, muchos oradores defienden su puesta en práctica alegando: “hay que ser agradecidos”, “fulanito –un reputado conferenciante– también inicia de esta manera su conferencia”, “¿cómo no voy a dar las gracias?”, etc.
Mar Castro en el taller de oratoria del pasado 21 de octubre.
Las “gracias” hay que darlas, siempre, pero hay que saber cuándo darlas y cómo hacerlo. Sostengo que debemos incluirlas a lo largo del discurso. Integradas de forma oportuna, expresadas de forma sincera y desprovistas de toda afectación, o intención oculta.
Una afirmación contundente, una pregunta retórica, una experiencia personal, una cita o una anécdota, entre otros, son buenos ejemplos de un inicio de discurso “con garra”.
En el ensayo del discurso debes contener los agradecimientos que consideres oportunos. Piensa detenidamente a quién dedicar los agradecimientos y las causas que lo justifican.
Exponlos de forma ingeniosa a lo largo de la charla, encajados de forma oportuna, y relaciónalos con los temas que trates en cada momento.
¿Ser agradecidos es de bien nacidos?
¡Siempre!! 🙂
Mar Castro
Consultora en Comunicación