Aprender haciendo

Autora: Marta González Caballero

 

Existe una correlación directa entre ese gran principio vital de nuestro Global Campus que es “Duele, merece la pena”, y el modelo metodológico en el que creo firmemente: el de aprender haciendo. Esa relación, que es inevitable pero también muy conveniente, produce efectos muy beneficiosos en los estudiantes a largo plazo, algo que ellos no son capaces de vislumbrar o de poner en valor mientras están “sufriendo”.

Mi abuela, que era una mujer sencilla y de gran sensatez, siempre me decía esto mismo: “lo que te llega regalado no te proporciona ni la mitad de satisfacciones que lo que logras por ti mismo a base de lucha y esfuerzo”. Ella lo sabía bien, porque había sacado adelante a su familia a pesar de las penurias de una guerra civil que le había dejado viuda, con cinco hijos pequeños y dos hermanos menores a su cargo. Pero, pese a todo, superó las dificultades, esas que ahora nos ahogarían a todos y nos convertirían en depresivos crónicos, enfermos de ansiedad descontrolada, o pacientes de psiquiátrico puro y duro. Esas dificultades que provienen de la necesidad más básica que existe como es la supervivencia, han sido sustituidas hoy día por dificultades menores a las que hemos otorgado un estatus que no les corresponde y ante las que nos paralizamos por no saberlas enfrentar, puesto que asumimos que “no tenemos todas las herramientas necesarias”.

Quizá alguno esté pensando que me he puesto a divagar sobre algo que no parece tener relación con lo que se supone que era el tema de este artículo, pero resulta que tiene mucho que ver. Mi abuela aprendió a sobrevivir, sobreviviendo, así de simple -y de complejo al mismo tiempo-. No tenía un manual que le sirviera de guía para saber qué tenía que hacer, cómo tenía que enfrentarse al día a día en una España de cartilla de racionamiento. Pero sí sabía que, si no se esforzaba todos los días al máximo, si no luchaba, si no sentía que había hecho todo lo que estaba en su mano, entonces es cuando todo se vendría abajo. De forma que tuvo que aprender a sobrevivir cada día, probando, fallando, inventado, imaginando, pensando en los pros y contras de cada decisión que tenía que tomar. Mi abuela, como tantas otras de su generación, hizo un máster en supervivencia en la mejor universidad que existe en el mundo: la universidad de la vida.

Nuestros alumnos -y nosotros mismos seguramente- formamos parte de una generación que no ha tenido que luchar de esta manera para sobrevivir, pero nos hemos inventado otras guerras, otras luchas ligadas a la superación de metas, en su mayoría dentro del ámbito profesional. El éxito, que parece medirse casi en exclusiva dentro de él, no ha ido dejando huecos a las equivocaciones, a las que ha desterrado como sinónimo de fracaso. Como consecuencia de ello, se han dejado de hacer cosas, se han dejado de pensar proyectos y de expresar ideas por el miedo irrefrenable a que no salgan bien. Esto es lo que se conoce como proceso de “autocensura”, la que uno ejerce sobre sí mismo y que es la madre de todos los proyectos nonatos, todos los que forman parte exclusiva del limbo de las ideas. Duele, sí, duele parir proyectos o ideas, dedicarles tiempo y esfuerzo, duele pasar horas y días dándole vueltas a lo que no tenemos resuelto. Duele ver que no salen, que se desvirtúan por el camino, que otros las toman prestadas sin tu permiso. Duele incluso que crezcan fuertes y sanas, que se desarrollen de tal modo que se acaban desligando de ti, como si nunca hubieran sido tuyas. Duele, pero merece la pena. Todas y cada una de las circunstancias, porque de todas ellas se aprende algo, de todas ellas se aprende una verdad a voces: si no lo has probado, si no te has planteado el reto de enfrentarte a lo que no conoces, a lo inseguro de un trabajo, de un proyecto nuevo, jamás sabrás si podría haber salido bien.

Esta lección, que los alumnos no siempre están dispuestos a aprender, es la base del aprendizaje en competencias, es el andamio que permite construir un futuro exitoso firme, seguro ante los bandazos que siempre nos traerá la universidad de la vida. Aprende haciendo, equivócate, siente que duele. Créeme, merece la pena.

 

Dra. Marta González Caballero

Coordinadora del Máster en Guion de ficción y entretenimiento

Profesora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación

Viajar sin desplazarte

Cuántas veces escuchamos frases como: “Vivimos en la era de la globalización” o “ahora todo queda más cerca”, probablemente sin entender su pleno significado y los muchísimos matices que esta revolución cultural puede esconder.

En mi caso, por ejemplo, vivir en la era de Internet, de las caídas de las barreras, ha significado llevar a cabo mi proceso formativo en tres países distintos, de dos continentes diversos.

Si tienes la idea de cursar un máster, una carrera, o cualquier otro tipo de programa a distancia y crees que será más sencillo, se nota que no lo has probado nunca en tu propia piel.

Las materias no se hacen más sencillas por el solo hecho de poder escuchar una clase en un bus, o por la noche en tu casa. Los profesores no te perdonarán los errores por el simple hecho de encontrarse muy lejos de ti. Estudiar a distancia es un reto. Un reto con uno mismo. Tendrás que encontrar siempre el tiempo y la manera de asistir a las clases, de estudiar, y serás tu quien armará el programa y los horarios de estudio durante la semana. Pero no quiero asustarte, puede costar, pero merece la pena.

El Máster Nebrija está pensado para que también quien trabaja y se encuentra a muchos kilómetros de distancia pueda participar a las clases e interactuar con profesores como si estuviera a dos cuadras del campus. Los profesores y todo el staff de la universidad te ayudarán a encontrar la mejor forma de poder conciliar y organizar las clases, los exámenes y las tareas de cada asignatura.

No te esperes encontrar gente que haga el trabajo por ti, pero siempre tendrás a personas de una disponibilidad y cortesía fuera de lo común dispuestas a ayudarte y apoyarte para hacer más cómodo todo el proceso formativo.

Confieso que madrugar para estudiar o quedarse los fin de semana a preparar exámenes en casa después de una semana de trabajo, no ha sido fácil. Pero ahora que estoy llegando al término de mi Máster, me siento muy enriquecido, y no hay mejor sensación que ver los frutos por los que has trabajado duro durante meses, acercarse a tu alcance.

Gracias Nebrija por darme la posibilidad de poder estudiar y profundizar mis conocimientos, sin tener que dejar mi trabajo y el país que me acogió hace tres años.

Gracias por darme la posibilidad de hacer viajar mi mente, todo este tiempo, hasta el otro lado del charco, sin tener que someter mi cuerpo a extenuantes viajes en avión de 14 horas.

Ha costado. Pero lo volvería a hacer (en un rato más… ahora llegó el momento de un merecido descanso).

Stefano de Cristofaro

Stefano De Cristofaro

Estudiante Máster de Acceso a la Abogacía
Italiano residente en Chile

Si lo puedes soñar, lo puedes lograr

Siempre me ha apasionado la arquitectura y cuando, después de 15 años trabajando en una gran empresa constructora, a causa de la crisis económica que afectó especialmente al sector de la construcción, comencé a trabajar por mi cuenta, supe que era el momento de poder comenzar la carrera que siempre había soñado.

Casada, con dos hijos muy pequeños, emprendí la ardua tarea de comenzar a estudiar de nuevo con 39 años. La ilusión y una meta muy clara han sido los motores que han hecho que pudiera llegar hasta el final pese a los momentos duros.

Al principio se inicia con mucho entusiasmo, pero como el camino es largo y duro, a mitad del mismo hay momentos de debilidad en los cuales quieres dejarlo todo y más cuando tienes la vida encaminada.

Es un sacrificio muy grande en el tiempo donde no hay un minuto libre en tu vida para poder hacer cosas tan sencillas como ver una película por la noche o viajar que es una de mis grandes pasiones. Las renuncias son constantes no sólo para uno mismo, sino para toda la familia. Pero cuando se trata de una meta clara y además te visualizas consiguiéndola, el sueño se convierte en realidad al final.

Esa satisfacción que se consigue cuando lo logras, recompensa todo el esfuerzo que has invertido en conseguirlo.

¿Quién dijo que lo mejor se consigue fácilmente? Todo lo bueno en la vida viene acompañado de esfuerzo y, si algo se desea de verdad, merece la pena intentarlo.

 

Mª Carmen Pérez Castellanos

Mª Carmen Pérez Castellanos

Arquitecto Técnico e Ingeniero de la Edificación
Máster Universitario en Rehabilitación, Recuperación y
Mantenimiento de Edificios
Grado en Fundamentos de Arquitectura
Máster de Arquitectura
Arquitecta en MCPCASTELLANOS ARCHITECTURE&ENGINEERING

Toca hacer balance… Y comenzar un 2016 que merecerá la pena

Llega la Navidad y es momento de hacer balance del año. En estos últimos 12 meses, Global Campus ha trabajado con ilusión en este proyecto en el que tanto creemos. Hemos contado con la colaboración de todo el claustro docente, departamentos académicos, Sistemas, Secretaría de Cursos, Biblioteca, E-Learning Media… y muchos más. Gracias a todos ellos, hemos crecido y lo seguiremos haciendo. Gracias

Mucho trabajo a las espaldas y mucho más por delante; nuevos retos y toda la ilusión entorno a un secreto y con un objetivo.
¿El secreto? Un magnífico equipo basado en el trabajo y aprendizaje colaborativo, en la capacidad de superación y en las ganas de hacerlo cada día un poquito mejor.
¿El objetivo? Hacer que nuestros alumnos sientan este proyecto como propio, porque por ellos tiene sentido, y ofrecerles una experiencia formativa que les permita crecer en lo profesional y en lo personal.

2016 viene lleno de desafíos, de oportunidades de equivocarnos para seguir aprendiendo, de oportunidades de acertar para seguir creciendo. Para este año nuevo, contamos con cada un@ de vosotr@s, porque si algo tiene claro Global Campus es que la unión, hace la fuerza.

Ya sabéis… #MereceLaPena

¡Feliz Navidad!

Global Campus Nebrija

Disfrutando de la docencia online… ¿Quién me lo iba a decir?

DUELE: Cuando me propusieron ser profesora de un programa online entré en pánico supino. Yo que era más analógica que digital, yo que era amante de la presencialidad más presencial, a mí que me encanta ver las caras, las miradas, las sonrisas de los alumnos… Pues ahí estaba yo, diciendo que sí, tirándome de cabeza a la piscina. De pronto me vi (como diría Sabina) teniéndome que enfrentar a un nuevo rol totalmente desconocido. Y, además, como tengo la mala costumbre de creer en todo lo que hago, porque si no no funciona, pues tuve que buscar mi camino y sí, duele. Me convertí en una “mujer al borde de un ataque de nervios” y la camisa de fuerza la tenía siempre a mano, por si acaso…

Y ahora viene la segunda parte: MERECE LA PENA. Pues sí, también. He descubierto otra manera de relacionarme con mis alumnos, otra forma de despertar la curiosidad y potenciar talentos. He de confesar que todo esto me ha sorprendido, ¡y mucho! Me encanta sentirme como una locutora de radio, animando a sus oyentes a compartir sus experiencias, sus vivencias, sus opiniones, sus descubrimientos y sus aprendizajes (pero, sobre todo, sus desaprendizajes, que son mucho más interesantes). También he notado un cambio sustancial en el mundo de los foros: al principio, por ejemplo, me costaba mucho trabajo abrirlos, pensar en temas que diesen juego, y ahora soy adicta a la “creación de secuencias”, estoy todo el tiempo maquinando qué nuevo foro me voy a inventar, tengo un vicio… ¿Quién me lo iba a decir a mí?

 

Sara Alonso

Profesora del Máster Universitario en Formación del Profesorado de ESO y Bachillerato, FP y Enseñanza de idiomas

No hay atajos hacia la cumbre

Cuando me decidí a estudiar un máster semipresencial, sabía que me estaba complicando la vida. Era un esfuerzo añadido a todo lo que entonces tenía entre manos pero, claro, fue inevitable: me gusta el monte.

Siempre que dudo ante algo, recuerdo y comparo como me siento cuando estoy allí. Etapa tras etapa, esfuerzo, más esfuerzo, dolor… de todo.

Siempre que estoy cerca del final, vuelven a surgir cientos de excusas para bajar y una sola para seguir subiendo. Es el afán de superación lo que me motiva a seguir, a perfeccionarme a mí mismo, en lo humano y en lo profesional. Es lo que me ayuda a vencer los obstáculos y dificultades que se presentan. Es lo que desarrolla mi capacidad de hacer los esfuerzos necesarios para lograr cada objetivo que me propongo porque al cabo de los años he aprendido que si cuesta, merece la pena. Por eso siempre después de dudar, sigo.

Nunca hay atajos a la cumbre. Eso sí, duele, pero merece la pena.

Por eso estudié un programa semipresencial en la Nebrija.

También debía subir esa montaña paso a paso, por mí mismo. Salí de mi zona de confort, en la que domino mis conocimientos, mis habilidades, mis actitudes y mis comportamientos para instalarme por un tiempo en la zona de aprendizaje, con el objetivo de observar, enriquecerme y formarme.

Como en el monte, también aquí, tuve que ser perseverante y positivo. Tuve que tener paciencia y sobre todo constancia en la preparación y confianza plena en que iba a lograr el objetivo.

Una vez más, con el máster redescubrí que los límites nos los ponemos nosotros mismos, que los obstáculos se superan cuando de verdad lo queremos conseguir.

John Lubbock decía que nunca había que medir la altura de una montaña hasta que no se llegara a la cumbre porque entonces se comprueba que no era tan alta como pensabas…

Lo comprobé, llegué a la cumbre.

Disfruté con el esfuerzo, aprendí, me superé y acabé el máster.

Javier Arrieta

Javier Arrieta

Montañero

Alumno del Máster en Creación y Dirección de Empresas (2013-14)

Inquietud, reto, satisfacción

08:55h. La clase está a punto de comenzar. Te diriges hacia el aula con paso firme, respiras profundamente, entras y das los buenos días. Por las horas que son los alumnos no están muy activos. Dos cuchichean, otro mira el móvil, la otra bosteza… y pasados 10 minutos del comienzo de la clase llega el rezagado, el que siempre llegar tarde y te interrumpe en el momento en el que intentas captar la atención del resto.

Esto es lo que sucede en una jornada habitual de un profesor. Aunque mi experiencia es completamente distinta.

18:45h. La clase está a punto de comenzar. Te acomodas en tu despacho, enciendes el ordenador, accedes a una web a la que llaman Campus Virtual, introduces tus claves de acceso, preparas cámara, auriculares y micrófono, respiras profundamente y… esperas a que en la pantalla aparezcan mensajes emergentes avisándote de que el alumno ha accedido a la sesión.

Así es el día a día de un profesor en modalidad online, como es mi caso. ¿Extraño? ¿Inquietante? Sí, sin duda. Después de tanto tiempo como estudiante en aulas, el hecho de impartir una clase por videoconferencia resulta incierto. Y para salir airoso te tienes que renovar e innovar en la docencia, porque nunca sabes si realmente los asistentes siguen atentos a la pantalla del ordenador pasados los 10 minutos de clase. Es costoso, requiere mucho tiempo, dedicación y esfuerzo. Y la clase por videoconferencia no lo es todo. La dinamización de la asignatura a través del Campus Virtual te hace completamente dependiente del ordenador, móvil o tablet. Recibes notificaciones de prácticas, mensajes en foros, dudas y correos electrónicos a horas intempestivas. ¡Resulta agotador! Las clases salen del aula y se cuelan hasta en tu vida personal. La clave para llevarlo bien está en reenfocar tu rol como docente y quizá eso no tenga precio, pero sí tiene un valor. El agradecimiento de los alumnos el día que los desvirtualizas, mantener su contacto personal y en redes sociales, saber que crecen por ellos mismos, que consiguen trabajo, que ascienden a puestos a los que ni tú misma te hubieses imaginado llegar… es una grata recompensa. Y sí, por supuesto que todo el tiempo y esfuerzo invertido en darles un poquito de ti, merece la pena. Después de todo, solo puedo estar agradecida.

Marta de Miguel

Marta de Miguel Zamora
Profesora de Diseño y Creatividad Digital
Máster de Marketing y Publicidad Digital

Sí, duele. Sí, merece la pena.

¿Qué es esto? ¿Una loca y masoquista canción indie de amor pasional? ¿La llamada estoica a una resistencia heroica? Confieso que yo también me lo pregunté, pero os pido que lo leáis de nuevo conmigo: “Duele, merece la pena”. De acuerdo, es un claim provocador (¡y muy bueno!), pero fijaos en la segunda parte: “Merece la pena”. ¿No creéis que es aquí donde está el sentido de la frase? Hacedme caso: es ese final optimista el que lo convierte en un mantra. Adelante, probad a repetidlo. ¿Os dais cuenta? ¡Claro que es un mantra! Y de los buenos.

Se podría decir de muchas maneras, por ejemplo así: toda ganancia implica un sacrificio; o mejor: no hay ganancia sin riesgo, pero sería muy aburrido. Yo me quedo con la frase de la intro de Fama, una serie de los 80: “Buscáis la fama, pero la fama cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a pagar”. Es un poco masoquista, lo admito, pero transmite muy bien esto de lo que hablamos, ese mantra que os invito a repetir: “Duele, merece la pena”. ¿No estáis ya más convencidos?

Es difícil encajar ese puzle de tres piezas que es la trinidad de los programas online: trabajar, estudiar, tener vida, un buen rompecabezas al que se añadirán piezas a medida que avanzáis. Os dolerá aceptar vuestra propia ignorancia (primer peldaño en la empinada escalera de los postgrados de la Nebrija), o el fallar una prueba o una fecha de entrega; y a lo mejor os ataca el famoso miedo al fracaso, siempre lleno de interpelaciones retóricas: “¿Seré capaz?”, “¿servirá para algo?”. Otro tipo de dolor.

Así que, si me preguntáis, ya sabéis la respuesta. ¿Duele? Sí. ¿Merece la pena? También, pero no me digáis que es algo nuevo para vosotros. Para decidirse, basta con trasladar el dolor, la renuncia o el sacrificio a la otra cara del espejo, y hablar de constancia, esfuerzo, voluntad, perseverancia… ¿Os parece mejor?

Todos tendréis vuestros deseos y expectativas al elegir un programa de formación online, quizá un título o un ascenso, o tal vez otra cosa, pero sólo el esfuerzo medirá la temperatura de vuestro deseo. Es así de simple en realidad: querer algo y esforzarse para lograrlo, aunque al principio no sea suficiente. Porque aprender es transitar un camino espinoso, y éste sólo se recorre curándose las heridas para volver a intentarlo, para fracasar de nuevo, para fracasar MEJOR. Dolerá, es cierto, pero merecerá la pena.

Los pequeños sacrificios serán los más difíciles: abandonar una lectura, olvidarse de la película que resuena al otro lado de la puerta, volver a renunciar a esa reunión de amigos en el local de la esquina. Y así todos los días, de lunes a domingo, discutiendo con uno mismo y con los otros, convenciendo, transigiendo… Eso significa aprender: continuar adelante y no desfallecer, buscar la autoexigencia, insistir, responder una y otra vez a los nuevos retos y hacerlo siempre con ahínco y energía. Ya digo: duele, pero merece la pena.

Casi todo lo relevante adquiere en la vida la textura y el sentido de un rito de paso. Y así fue para mí el año en la Nebrija. Seguramente dormí menos, y sin duda envejecí más rápido. Dolió, es cierto, pero os aseguro que mereció la pena.

 

Rubén Sáez Carrasco

Especialista en marketing estratégico. 

Máster universitario en marketing y publicidad digital. 

Promoción 2013-2014

Duele. Merece la pena.

No eliges voluntariamente el dolor. Nunca. A menos que sea el camino que te lleve a conseguir tu meta, tu sueño. A menos que sea el precio a pagar por disfrutar de una victoria: tu victoria más personal.

Y las victorias llegan después de muchos tropiezos, y eso las hace aún más grandes, más dulces. Detrás de cada campeón hay muchas derrotas. Detrás de cada visionario hay muchos fracasos. Es un reto, un desafío. El camino no es fácil y, sin embargo, podemos disfrutar de él, como lo hacen Abel, Laura, Íñigo o María Jesús. Si te acercas a sus historias, podrás ver el esfuerzo, los nervios, el sudor, el cansancio… Y en todos ellos, verás también la pasión y la satisfacción de disfrutar de lo que les hace sentirse únicos. Historias de superación, de búsqueda de la perfección, de confianza en sí mismos y en el equipo de personas adecuadas para lograrlo.

 

Abel, Laura, Íñigo y María Jesús
Abel, Laura, Íñigo y María Jesús.

“Diseñamos cada programa para alcanzar la excelencia profesional a través de la enseñanza learning by doing

“Cada programa de NGC responde a las mayores exigencias de la alta competitividad internacional”

“En NGC la recompensa es tan grande como la exigencia del equipo que te ayuda a conseguirla”

“En NGC cada estudiante encuentra un programa a su meda que va completando junto a sus profesores”

 

Perseguir tu sueño, duele.

En Nebrija Global Campus creemos en ese espíritu de superación, aunque duela. Trabajamos la formación online y semipresencial. Un tipo de enseñanza que hace unos años nos pintaban como “más asequible”, “más fácil”. No te vamos a engañar. Nuestra metodología es exigente y nuestros profesores también lo son. Este tipo de formación requiere mucha disciplina y constancia. Robará tiempo de tu vida personal, de tu ocio, de tu descanso. Será duro. Y desde Nebrija Global Campus, te acompañaremos en todo ese proceso. No vas a estar sol@. Siempre tendrás a una gestora de programa de referencia que responderá a tus preguntas e inquietudes. Siempre tendrás a mano a los profesores para resolver tus dudas y ayudarte a aprender. La dirección del programa te asesorará en lo que necesites. Somos un equipo, y apostamos por ti. ¿Y sabes por qué?

 

Perseguir tu sueño, merece la pena.

Aprenderás. Mucho. De los profesores y de tus compañeros. Sacarás lo mejor de ti. Tendrás una formación de calidad, desarrollarás las competencias necesarias para ser un gran profesional y tendrás el respaldo de un claustro excelente. Crecerás personal y profesionalmente. Y un día, mirarás hacia atrás y te darás cuenta de que lo has conseguido. Ese día, te darás cuenta de que has ganado, que ese dolor te ha ayudado a ser quien querías ser, que todo esto ha merecido la pena.

 

El momento es ahora. ¿Por qué no?

 

Nebrija Global Campus