Exposición 2011: Do not disturb. Mi alma en otra parte.

notas 19 Es sabido queAdorno pensaba que los museos eran sepulcros familiares del arte, precisamente porque, al sacar de contexto la obra, producían esa escisión entre el contexto y el objeto que es, como la separación del alma y el cuerpo, signo de la muerte. Pero también sabemos que fue el mismo arte del siglo XX, a partir de los readymade y de otras prácticas dadaístas o neodadaístas, el que se ocupó de diluir las fronteras entre el objeto artís- tico y el objeto cotidiano, justamente a base de provocar migraciones y cambios de contenido. A partir de entonces, el objeto entra en el ámbito de lo artístico, no en función de su producción, sino como fruto de la se- lección artista. Como todo acto extremo, la definición de la obra de arte mediante el mero acto de señalar está en el límite entre la negación de lo artístico y la aceptación de la teoría romántica del genio hasta sus últimas consecuencias. En este sentido, se dice que cuando el significado de un objeto no guar- da relación con su función originaria o utilidad entramos en el ámbito del objeto artístico. Boris Groys ha mostrado de qué manera el museo de hoy se ha convertido, precisamente en cuanto lugar de descontextualización, en el espacio que hace posible la contemplación del objeto como obra de arte. Así, afirma en Sobre lo nuevo , el museo es “una máquina para produ- cir y representar el nuevo arte de hoy” 3 . “En este sentido –continúa- el museo produce, por primera vez, el efec- to de la presencia, de parecer vivo. La vida parece realmente viva sólo si la miramos desde la perspectiva del museo porque (…) sólo en el museo somos capaces de producir nuevas diferencias –diferencias más allá de las diferencias– diferencias que emergen aquí y ahora. Esta posibilidad de producir nuevas diferencias no existe en la realidad misma, porque en la realidad sólo conocemos las diferencias antiguas, las diferencias que re- conocemos. Para producir nuevas diferencias necesitamos el espacio de la ‘no-realidad’ culturalmente reconocida y codificada”. Y termina diciendo que esta diferencia “sólo puede ser experimentada (…) en el museo o en el archivo como un espacio socialmente reconocido de lo ‘no real’. De nuevo, la vida actualmente parece viva sólo si la vemos desde la perspec- tiva del archivo histórico, museo o biblioteca” 4 . Aprimera vista, parece que el espacio de la habitación propia no consti- tuye ese lugar de “no-realidad”, porque no está “culturalmente reconocida y codificada”. Sin embargo, la casa sí adquiere en muchos casos carácter de archivo o biblioteca, y es, indudablemente, lugar natural de “colec- ción”. Por eso se puede considerar que el ámbito de lo íntimo, de la expe- 3 Boris Groys, Sobre lo nuevo: ensayo de una economía cultural . Pretextos, Valencia 2005. 4 Ibid . 18

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