Nuestra NEBRIJA 27 - Octubre 2018

4 Carta del rector Juan Cayón. Rector de la Universidad Nebrija Tras casi treinta años ininter rumpi- dos en órganos colegiados de gobierno de dis- tintas universidades, creo que conozco bien el sector en el que trabajamos, con sus forta- lezas y sus debilidades. Entre estas últimas, la principal, a mi juicio, es una casi genética re- sistencia al cambio, a modificar el statu quo , a adaptarse a la realidad social a la que teóri- camente servimos y a la que nos debemos. Cierto es que en el caso de las universidades privadas la genética es algo distinta, tanto entre directivos como entre profesores y per- sonal de administración y ser- vicios, aunque no cabe duda que también tenemos lo nues- tro. Esta resistencia, irracional e inútil a medio y largo plazo, se plasma en las burocracias jurí- dicas y administrativas que se nos imponen de forma notoria. Basta citar el titular del artículo que publicaba El País el 19 de septiembre en el que Roberto Fernandez Diaz, presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, decía que “la autonomía univer- sitaria está en la Constitución, pero no es tal”. Un titular de esas características, dicho por quien representa a la comu- nidad universitaria en nuestro país, haría temblar los cimien- tos legislativos, ejecutivos y judiciales de cualquier estado razonablemente ordenado. Sin embargo, en nuestra piel de toro nada pasa y todo sigue igual que siempre o, mejor di- cho, igual (o peor) al menos que los últimos cien años. La creciente intromisión de los poderes públicos en la universi- dad, especialmente sangrante en el caso de las universidades privadas, no cesa. Lejos de ac- tuarse para cambiar las cosas, para hacernos cada vez más competitivos en el ámbito inter- nacional, para hacer crecer el talento y la actitud emprende- dora, para mejorar la emplea- bilidad de nuestros egresados, aumenta la injerencia, crece la burocracia y buena parte de la universidad permanece an- clada en ese statu quo que se resiste a pensar out of the box, a pesar de los excelentes resul- tados de otros sistemas que sí se arriesgan más a la incomo- didad que supone competir. Los ejemplos que podríamos poner en apoyo a estas afirma- ciones iniciales son muchos y conocidos por todos, pero me centraré en las dificultades que presenta para una universidad como la nuestra apostar por un modelo de transversalidad que consideramos esencial para la formación de nuestro estudian- tes. La agencia acreditadora se resiste a comprender lo que nos demandan los empleado- res y beneficia, sin ninguna duda, a nuestros alumnos. En un evento reciente en el que moderé una mesa dedicada a ¿Es real la autonomía universitaria? Entre las debilidades de nuestro sistema universitario está una casi genética resistencia al cambio, a modificar el statu quo , a adaptarnos a la realidad social a la que teóricamente servimos y a la que nos debemos.

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