Nuestra NEBRIJA 28 - Enero 2019

34 Artículo Ramón Ortega Lozano. Profesor del Centro Universitario de Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija Cuando estoy frente a alum- nos de ciencias de la salud me gusta hacerles las siguientes preguntas. ¿Qué tipo de pro- fesional prefieres? ¿Un médico grosero, antipático, que te tra- te mal, pero que acierte en el diagnóstico de tu enfermedad y te salve la vida? ¿O un mé- dico amable y empático, pero que pueda errar en la causa y tratamiento de tu patología? La inmensa mayoría contesta sin mucha duda que prefieren el primer tipo de médico; qué importa que el profesional de la salud no se muestre empáti- co, lo que se espera de ellos es que te salven la vida. Los filóso- fos Antonio Casado y Cristian Saborido definieron el concep- to de cultura bioética, que con- siste en ese grupo de expecta- tivas y presunciones sobre el trabajo diario en el ámbito de la salud. Es decir, la idea que tenemos los legos (personas que no pertenecemos al sector sanitario) sobre el día a día de los profesionales de la salud. La mayoría de los alumnos con los que trato este tema también podrían entrar en este grupo, pues todavía no saben exac- tamente lo que será su futura vida profesional. Gran parte de esta cultura bioética la generamos a partir de las noticias que escucha- mos en los medios de comu- nicación, los libros que leemos y, sobre todo, los productos audiovisuales que consumi- mos. En este último punto hay cuanto menos dos series de televisión que han tenido un im- pacto en nuestra cultura bioéti- ca: House y The Good Doctor . Ambas han influido en generar una serie de ideas equivoca- das sobre la atención médica. Tanto el Dr. House, como el Dr. Murphy son dos médicos que podrían considerarse genios y que siempre aciertan en el diagnóstico de las extrañas en- fermedades que presentan sus pacientes. Atinan, según estas series, ahí donde otros profe- sionales fallan. Sin embargo, en el caso del Dr. House esta- mos hablando de un médico insensible, carente de empatía, que considera que el pacien- te siempre miente y que llega incluso a ridiculizarles con su particular humor negro. El Dr. Murphy no es que sea un cre- tino como House, pero al tener asperger (un trastorno del es- pectro autista) no cuenta con las competencias relacionales que le permitan mostrar su em- patía hacia el paciente, comu- nicar de manera sensible los diagnósticos o hacer sentir la confianza al paciente en su la- bor asistencial. Estos persona- jes ejemplificarían al primer tipo de profesionales en la pregunta que planteo a los estudiantes de ciencias de la salud. Ambos personajes pertenecen al mundo de la ficción. Son un producto comercial inexistente en la vida en real. Las series no muestran lo que pasa en realidad en un hospital. Bas- ta pensar cuántas enfermeras aparecen en estas series o cuántos servicios asistenciales existen en el mundo donde un médico sea capaz de saltarse los protocolos de actuación sin consecuencias negativas para él o que cuente a su vez La humanización de la salud solo se consigue con las humanidades

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