Nuestra NEBRIJA 31 - octubre 2019

33 Tiene que atender la llamada de ese otro vulnerable y descubrir su rostro . Como explica Fran- cesc Torralba “[…] la idea últi- ma que argumenta Emmanuel Lévinas cuando alude al sentido y la significación del «rostro» es la de un compromiso ético ante- rior a toda etnia, cultura, identi- dad, ideología, etc.”. Descubrir el rostro es comprender que cualquiera que sea ese otro, ese individuo que se tiene enfrente solicitando ayuda, merece ser tratado con humanidad y digni- dad. Para ello es fundamental la empatía, porque no solo se tra- ta de curar, sino de cuidar. Para tratar a esa persona con dig- nidad hay que saber que ese individuo tiene una dimensión subjetiva, es decir, siente un dolor que uno no puede sentir, tiene unos pensamientos que no están en nuestra cabeza, puede sentir emociones, como el miedo, que nosotros no com- prendemos porque no estamos en su situación. También tiene una dimensión espiritual (creen- cias, valores, ideales, un senti- do que le mueve a vivir…) y, por supuesto, tiene su corporalidad que es la que se ha desequili- brado. Ese paciente, por tanto, puede necesitar más, en ciertos momentos, unas palabras de consuelo que un medicamento. Y no es que el segundo no sea fundamental, pero el profesio- nal empático tiene que proveer también ese cuidado de mane- ra holística, es decir, atendiendo a todas esas dimensiones men- cionadas. Sí, la enfermedad nos hace ser conscientes de nuestra vulnera- bilidad y es una responsabilidad ética del profesional de la salud cuidar al otro en ese estado de fragilidad. ¿Pero se puede ser más vulnerable todavía cuando sobreviene alguna patología? Los contextos humanos son di- versos y por esta razón, esta lla- mada que hace el otro (el vulne- rable) se incrementa cuando se trata de un paciente inmigrante. A esa persona se le suele unir el hecho de estar lejos de su ho- gar (cualquiera que sea la cir- cunstancia), quizá se encuentre solo, quizá su situación es pre- caria, quizá su pasado ha sido tormentoso (tal vez su presente lo es). Su llamada es más pro- funda y por responsabilidad no podemos soslayarla. A ello se le une que sus dimensiones son más complejas y su compren- sión requiere de una apertura mental y una empatía cultural que nos haga ver que esa per- sona cuenta con valores, creen- cias y actitudes diferentes a las nuestras. Una verdadera ética del cuidado implica tomar en cuenta las dimensiones cultu- rales y supondría la adquisición de unas competencias por par- te del sanitario para poder aten- derlas. Como se ha visto, el acto del cuidar nada tiene de sencillo. Requiere una atención holista y un espíritu de hospitalidad, es decir, acoger al enfermo sin im- portar su procedencia. Ese va- lor de la hospitalidad, que a ve- ces parece perdido en nuestras sociedades contemporáneas, va muy unido al mundo sanita- rio. No por otra cosa la palabra hospital tiene la misma raíz. Cul- tivar la hospitalidad ayudará a ser mejores profesionales de la salud, es decir, a cuidar mejor de aquellos que vienen enfer- mos, heridos, frágiles.

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