Nuestra NEBRIJA 34 - julio 2020

42 sí está claro es que son niños y niñas con nombre y apellido en un sistema educativo que debe responder a su idiosincrasia, al margen de la etiqueta que cali- fique su talento. La alta capacidad es un poten- cial por desarrollar que no tie- ne por qué ir unido ni a un alto rendimiento académico, ni a un elevado cociente intelectual (CI). Sin embargo, se siguen utilizando las pruebas psico- métricas que determinan el CI para la identificación del alum- nado con altas capacidades. Y esto es así porque el CI, aun- que no sea condición suficiente para las altas capacidades, sí es condición necesaria. Desde que comenzó el confi- namiento tras la irrupción de la covid-19 en nuestras vidas, las costumbres de los niños y niñas con altas capacidades han sufrido grandes cambios. Estos cambios han impactado de lleno en su aprendizaje y en su desarrollo socioemocional. Debemos entender cómo se estaba respondiendo desde la escuela a la realidad del alum- nado con altas capacidades antes de la pandemia y debe- mos valorar cómo esta parte del alumnado ha desarrollado su potencial durante el confi- namiento. Así podremos tener una visión más precisa sobre cómo orientar la educación in- clusiva y respetuosa con la di- versidad en la tan citada nue- va normalidad. El entorno y el desarrollo del talento La influencia del entorno en el desarrollo del talento es un factor crítico. Desde un pris- ma negativo, la privación de un contexto educativo adecuado, la existencia de entornos fami- liares hostiles, así como la pre- sencia de problemas físicos, psicológicos o de aprendizaje, pueden limitar el desarrollo del potencial cognitivo. Visto esto desde un prisma más positivo, el desarrollo del talento está íntimamente ligado a facto- res ambientales que tienen la ca- pacidad de propulsar a la perso- na e impulsar sus capacidades. Algunos autores relacionan estos propulsores con el en- trenamiento de las habilidades psicosociales y cognitivas, y definen los entrenadores como los agentes del entorno del me- nor con altas capacidades. Familias, escuelas, comunida- des y sociedad tienen el poder y la responsabilidad de crear oportunidades para el desarro- llo del talento. Los menores con altas capacidades necesitan un entorno que les propulse. Este periodo de crisis socio- sanitaria nos ha ofrecido un espacio de aprendizaje de emergencia, y la improvisación educativa nos ha mostrado con crudeza las desigualdades di- gitales, sociales, emocionales, culturales y económicas. Ahora somos más conscien- tes que nunca de que se ne- cesita un cambio educativo generalizado. La atención a los menores con altas capa- cidades debe ser una parte central de ese cambio en la escuela guiado por una edu- cación inclusiva. Han aprendido mejor que antes En la actual situación de telee- ducación sobrevenida por la pandemia, y según nuestras observaciones, una gran parte del alumnado de altas capa- cidades ha logrado aprender más y mejor que antes. Para muchos niños y niñas con altas capacidades, la educación te- lepresencial ha supuesto una oportunidad y una ventana abierta al conocimiento. El profesorado ha ejercido de guía general en la distancia, dejando margen en tiempo y espacio para que el alumnado indague y aprenda de mane- ra transversal despertando su interés desde el otro lado de una pantalla. El sistema educativo no era el mejor escenario para el au- toaprendizaje del alumnado con altas capacidades por- que no contemplaba de ma- nera sistemática este estilo de aprendizaje. En cambio, el espacio generado para el autoaprendizaje durante el L a alta capacidad es un potencial por desarrollar que no tiene por qué ir unido ni a un alto rendimiento académico , ni a un elevado cociente intelectual

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