Nuestra NEBRIJA 39 - octubre 2021

Hace ya unos días que es usted doctor. ¿Nota algo distinto? Mira que he tenido suerte en la vida y me han concedido un reconocimiento grande, pero con la repercusión de éste nunca... Sobre todo, te hablaría del discurso. La gente me lo recuerda, me lo agra- dece, me lo critica. La verdad es que me siento muy sobrepasado, muy abrumado. La ceremonia, como espectadora, me pareció muy emocionante. ¿Sintió usted esa misma energía? Mucho. Desde el primer momento estuve muy, muy, muy emocionado. El momento de la lauda- tio casi me rompe, hubo una sensación de lágrima permanente. Durante la lectura del discurso estuve temblando. Mis invitados sintieron una especie de arrebato emocional y de profundidad. Creo que, si sientes eso, la solemnidad lo magnifica. ¿De qué se alimenta el cerebro de un publicista para poder crear luego esas brillantes campañas? Yo siempre digo que los publicistas somos gente profundamente superficial. Tengo una pulsión –que es común al curioso patológico que es casi siempre es un publicitario– de atender a todo lo que se pone por delante. De pronto estoy leyendo un artículo so- bre economía, y al cabo de un ratito se me aparece un reportaje sobre un cómic que leí de joven, y al cabo de otro rato estoy leyendo un libro maravillo- so que se llama El peregrino , de J. A. Baker, sobre el vuelo del halcón peregrino. De todo eso, que se- ría un día de mi alimentación, surge la capacidad de conectar cosas muy dispersas, que creo que es la base no solo de la creatividad publicitaria, sino de la creatividad en general. ¿Animas a los estudiantes a que se alimenten de creaciones ajenas para elaborar las propias? Sin duda, pero no solo a los publicitarios. Yo di- ría que a eso hay que animar a todo el mundo en la vida. El último siglo, el siglo del avance de la ciencia, tiene que ver con una progresiva hiperespecializa- ción en la que estamos todos metidos. El sistema inevitablemente te va a especializar. El progreso viene de ahí. No tengo ninguna duda. Ahora bien, me parece peligroso que sólo exista eso. Es higiéni- co, saludable y casi obligatorio forzarse a estar aten- to a lo que pasa en el mundo de una manera amplia. Y, desde luego, los publicitarios ya de una manera casi profesional. Porque a nosotros nos van a com- prar esa capacidad de aprender, esa capacidad de analizar, esa capacidad de conectar. Cuanto más la tengas, mejor te van a pagar. En esas campañas brillantes que nos deslumbran, ¿cuánto hay de genio y cuánto de orfebrería fina, de trabajo, de prueba, de ensayo y error? Hay muy poco de genio y de inspiración divina. La hay cuando en cierto momento efectivamente esa conexión se produce y te dices: “Ya lo tengo”. Esto ocurre en cualquier disciplina, no creo que no- sotros seamos los únicos. Antes de eso y después de eso, hay trabajo duro, trabajo de picar piedra. Hay un trabajo previo enorme de “comprensión” y de “compresión” de un pro- blema: comprenderlo en su amplitud y sintetizar- lo para llevarlo a su mí- nima expresión y poder manejarlo. De ideas está el mundo lleno. Lue- go hay que ponerlas en La capacidad de conectar cosas muy dispersas es la base no solo de la creatividad publicitaria, sino de la creatividad en general 12 Nuestra Nebrija ENTREVISTA

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