Nuestra NEBRIJA 42 - Julio 2022

E n 1513 Antonio de Nebrija se instaló definitivamente en Alcalá de Henares para tomar posesión, por mediación del Cardenal Cisneros, de la Cá- tedra de Retórica de su universi- dad. Fernando de Balbás, quinto rector del Colegio Mayor de San Ildefonso, lo relataba así en el curso 1513-1514: “El Cardenal, mi señor, holgómucho de su venida y se lo agradeció; [...] mandó que le tratase muy bien y le asentase de cátedra sesenta mil maravedíes y cien fanegas de pan, y que leyese lo que él quisiese, y si no quisie- se leer, que no leyese; y que esto no lo mandaba dar porque tra- bajase, sino por pagarle lo que le debía España”. Así lo recordó du- rante los discursos oficiales José Vicente Saz, rector de la Universi- dad de Alcalá (UAH). En el mismo lugar donde fue enterrado el 5 de julio de 1522, exactamente 500 años después, los asistentes a uno de los ac- tos centrales del V Centenario de Antonio de Nebrija recrearon las honras fúnebres del gramá- tico, fallecido cuando frisaba los ochenta años de edad. En el homenaje participaron, además de Saz, José Raúl Fer- nández del Castillo, director para las Artes y Cultura de la UAH; José Muñiz, rector de la Univer- sidad Nebrija y presidente de la Comisión Interadministrativa del V Centenario; Ana Santos, direc- tora de la Biblioteca Nacional de España; y Javier Rodríguez Pa- lacios, alcalde de Alcalá de He- nares. Antonio Alvar, catedrático de Filología Latina de la UAH, se refirió al paso del polímata por Alcalá de Henares. En su tiempo, los restos de Nebrija fueron depositados en la iglesia del Colegio de San Ilde- fonso y más concretamente en la denominada capilla de Santiago. Aquel día en aquel lugar, donde se reunía el claustro y se elegía al rector, leyó su elogio fúnebre el maestro Ciruelo. El Colegio de San Ildefonso, el embrión de la Universidad de Alcalá de Hena- res, y uno de los hijos del maestro, Sebastián de Nebrija, llegaron a un acuerdo para que se recorda- ra anualmente al gramático y se levantara un monumento “sun- tuoso” que al parecer nunca tomó cuerpo. Como refleja Antonio Al- var Gómez (1515-1580), biógrafo del Cardenal Cisneros, sus alum- nos depositaron sobre su féretro numerosos poemas latinos sobre su figura y en su lápida se habría escrito más tarde un epitafio. Du- rante un tiempo la Universidad organizó funerales públicos por el humanista “aunque lamentable- mente esa práctica no se observó siempre con diligencia y cayó en el olvido”. Además, como expli- có el catedrático Alvar, tampoco Epitafio creado para Nebrija en 1522: Los huesos niegan al hombre, mas por su virtud sus trabajos -gloria eterna- niegan que él haya podido morir. Aquí está el bético, yace Nebrija en este sepulcro, aquí se esconden las Musas y callan a la Retórica. 7 Nuestra Nebrija

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjY=