Nuestra NEBRIJA 46- Julio 2023
colonia, al menos el 60% de los mejicanos hablaba una lengua indígena. Es decir, la mayoría. Hoy en día solo el 6,6% habla una lengua indígena. A partir de su experiencia docente y de su condición de escritor (también) para jóvenes, ¿cuáles le parece que son las mejores vías para acercar a los jóvenes a la literatura? Es complejo porque hoy en día los jóvenes tie- nen muchos estímulos. Hay numerosos distractores para la lectura. Un libro para niños debe competir con la PlayStation, internet, las series de televisión, los teléfonos móviles y tantas otras cosas. Recien- temente publiqué un libro para niños que se llama El profesor Zíper y las palabras perdidas , dedicado a María Moliner. Postula una situación interesante, la de que de repente desaparezcan algunas de las palabras que necesitamos en el lenguaje. La gran pregunta de este libro es quién es el dueño del len- guaje y quién debe salvarlo. Un grupo de niños debe rescatar las palabras que una mafia de académicos muy avaros está desapareciendo para usufructuar- las en exclusiva. El libro plantea uno de los grandes problemas del conocimiento, y es que hay gente que lo atesora no para compartirlo, sino para tenerlo y usufructuarlo, y en ocasiones incluso para privati- zarlo. ¿Cómo usamos un conocimiento que vale la pena? En esta historia la mafia se quiere quedar con las palabras para ellos, que es algo que desgraciada- mente todos hemos visto en ámbitos académicos y universitarios. Mucha gente quiere el conocimiento para su lucimiento exclusivo y personal y no para propagarlo y edificar a los demás. Son temas que me parecen muy importantes. Creo que una de las contribuciones que podemos hacer los escritores en poner temas tan significati- vos como la importancia de los libros, la importan- cia de la lectura, de la transmisión del conocimien- to, en historias que sean épicas y divertidas. ¿La pasión (por los libros o por lo que sea), se puede enseñar, se puede compartir, sembrar? Yo creo que la lectura no se puede imponer, se tiene que contagiar. Y para contagiarla hay que te- ner pasión y hay que inocular esta pasión. Muchos de nosotros nacimos sin esa pasión por muchas de las cosas que hoy nos cautivan. ¿En qué momento alguien se aficiona de manera entusiasta al balon- cesto, o a la música, a la pintura, a los viajes, al sen- derismo…? Hay un momento de revelación, de des- cubrimiento, que viene generalmente acompañado de otra persona que ya tiene ese placer o pasión. Por eso los grandes maestros contagian la pasión que tienen por su propio conocimiento. Creo que en la infancia la mejor manera de pro- mover la lectura es compartirla con los niños. Cuan- do tú le lees a un chico un cuento, él asocia para siempre ese cuento con la voz que se lo está leyendo. En los antiguos cuentos infantiles solía haber esta frase de “había una vez…” y creo que también po- demos nosotros decir “había una voz…” Es la voz primera de la abuela, la madre, el hermano mayor… que leyeron un cuento y lo convirtieron en una for- ma del afecto. Porque cuando tú estás compartien- do la lectura estás también diciendo a esta perso- na “yo te quiero”. El niño necesita ir acompañado, pide que le sigan leyendo no tanto por el gusto de la lectura como por el gusto de la compañía. Eso hace que muchos años después cualquier libro que leamos tenga la resonancia de esa voz primera. Eso nos habla de cómo el conocimiento se transmite a través de la voz y a través del afecto y por lo tanto tiene que ver más con el contagio que con otra cosa. Esto no es fácil, pero creo que es el gran desafío que tenemos escritores, profesores, promotores de la lectura, bibliotecarios… toda la gente involucrada en este sano vicio de leer. ¿Qué dieta intelectual les recomendaría usted a los universitarios para que sus cerebros se nutran adecuadamente? Lo importante es no perder el placer de la lec- tura. En ocasiones consideramos que debemos leer ciertos libros porque son los que nos hacen bien, porque son los que le convienen a nuestra área de conocimiento. Y hay hasta placeres culposos de leer un libro que no es muy bueno, de zombis o vampi- ros, y yo creo que hay que perder todo prejuicio al respecto. La lectura es un placer y grandes pensa- dores como Umberto Eco nos hicieron ver que se puede ser un medievalista extraordinario y al mis- Yo creo que la lectura no se puede imponer, se tiene que contagiar. Y para contagiarla hay que tener pasión y hay que inocular esta pasión” El grado máximo de condensación de la escritura es la poesía. Si yo pudiera escribir poesía probablemente no escribiría nada más” ENTREVISTA 10 Nuestra Nebrija
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