Universidad Nebrija

revista.la@nebrija.es | ISSN 1699-6569 | Publicación semestral

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El Metadiscurso en el género carta al director
Metadiscourse in the letter to the editor genre
Angélica Alexopoulou y Panagiota Salapata
Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas. Panagiota
aalexop@spanll.uoa.gr , psalapata@hotmail.com
RESUMEN

Con este artículo pretendemos indagar sobre la estrecha relación entre género y metadiscurso. Con este fin realizaremos una descripción de la noción de género y, más concretamente, del género carta al director. En segundo lugar, haremos una revisión crítica de las distintas tipologías existentes sobre las estrategias metadiscursivas. Por último, nos centraremos en el metadiscurso interpersonal explícito, basándonos en la tipología propuesta por Dafouz Milne (2006) y presentaremos algunos ejemplos, de un corpus de treinta seis textos pertenecientes al género cartas al director, escritos por estudiantes hispanohablantes en segundo de Bachillerato.

Palabras clave: Metadiscurso, género discursivo, carta al director, interacción entre autor-lector.

ABSTRACT

The present research article attempts to examine the close relationship between genre and metadiscourse. To this aim, we will describe the concept of genre with special emphasis on the letter to the editor. Second, we will review and critique existing taxonomies of metadiscourse strategies. Finally, based on the model proposed by Dafouz Milne (2006), we will focus on the explicit interpersonal metadiscourse category, presenting some examples from a corpus composed of thirty six letters to the editor, written by Spanish speaking students completing their second year of the Spanish Baccalaureate.

Keywords: Metadiscourse, genre, letter to the editor, writer-reader interaction

 

Fecha de recepción: 10 diciembre de 2014

Fecha de aceptación: 2 marzo de 2015

1. INTRODUCCIÓN

Aunque se suele pensar que al finalizar los estudios secundarios, una persona cuenta con aquellas habilidades y destrezas que le permitirán intervenir de forma activa en distintas situaciones de comunicación propias del ámbito académico, la realidad es totalmente distinta. En contextos educativos, los estudiantes preuniversitarios o de nuevo ingreso a la educación superior experimentan, frecuentemente, dificultades y producen textos inadecuados, caracterizados por poca riqueza e integración conceptual de las ideas expuestas.

Durante las últimas décadas, un número cada vez más creciente de estudios provenientes, sobre todo, del mundo anglosajón, se ha centrado en las competencias discursivas que los estudiantes universitarios deben dominar para realizar tareas sofisticadas de acuerdo con las normas y convenciones que forman parte del currículo. Una de las categorías que muestran la adecuación de un texto a la situación comunicativa, es la de las marcas metadiscursivas que nos permiten identificar los patrones lingüísticos recurrentes, característicos de cada género. En la bibliografía circulante, los trabajos realizados han intentado analizar la variabilidad de estos rasgos en un género académico específico (Hyland, 1994, 1998a, 1999a; García Romero, 2004; Beke, 2005), en géneros académicos o profesionales provenientes de distintas disciplinas (Hyland, 1998b, 1999b) o en la expresión escrita de participantes pertenecientes a diferentes culturas (Crismore, Markkanen y Steffensen, 1993; Mauranen, 1993; Hinkel, 1997, 2002; Bäcklund, 1998; Vassileva, 2001; Marandi, 2002; Dafouz Milne, 2003, 2006; Ädel, 2006; Neff van Aertselaer y Dafouz Milne, 2008).

En el presente artículo nos proponemos indagar sobre cómo se relacionan metadiscurso y género en un contexto específico. Para ello, intentaremos delimitar el concepto  género, así como la estructura de  la  carta al director. A continuación, haremos una revisión crítica de las distintas tipologías existentes sobre las estrategias metadiscursivas y prestaremos especial interés a la tipología sobre el metadiscurso interpersonal de Dafouz Milne (2006), presentando algunos ejemplos ilustrativos, recogidos de un corpus de  cartas al director escritos por hablantes nativos de segundo de Bachillerato.


2. la noción de género

La noción de género ocupa una posición central en la lingüística contemporánea por la importancia que tiene en la adquisición y enseñanza de la lengua materna, en la adquisición de lenguas segundas y extranjeras, así como en la eficacia que se requiere en los intercambios comunicativos llevados a cabo en diversas esferas de la actividad humana. De ahí el interés por parte de distintas disciplinas, desde la Lingüística del Texto y el Análisis del Discurso hasta la Lingüística Aplicada, por mencionar solo algunas, en ofrecer taxonomías –frecuentemente discrepantes entre sí– y llevar a cabo indagaciones empíricas.

Este concepto, difícil de delimitar, por su uso común en diversas prácticas lingüísticas y la superposición de un gran número de definiciones a lo largo de los años, en muchas ocasiones ha sido designado indistintamente con otros términos como tipo de texto, modo o registro, creando confusiones. Durante los últimos años, el uso indiferente de estos vocablos ha sido señalado por muchos lingüistas como, por ejemplo, Ciapuscio (1994), Reyes (2008), Calsamiglia y Tusón (2012) y Charaudeau (2012), entre otros, en un intento de aclarar el escenario y definir este concepto con más precisión.

En cuanto a sus orígenes, estos se pueden hallar en la antigüedad clásica y más concretamente, en Aristóteles quien en sus obras Arte Poética (trad. 1979) y Retórica (Freese, 1926) propone una clasificación textual de lo que considera como géneros literarios y retóricos. Es bien sabido que las épocas posteriores a la antigüedad han agregado poco a la teoría clásica (Calsamiglia y Tusón, 2012: 243-244). De hecho, la temática sobre la tipología textual permanece en el olvido durante un largo período de tiempo para recobrar fuerzas en el siglo XX, con las aportaciones de los formalistas rusos y, más concretamente, de Bajtín.

Este teórico, en un artículo tardíamente publicado (Bajtín, 1982), titulado “El problema de los géneros discursivos”, se desliga de la tradición literaria y considera el género discursivo en relación con lo que denomina “esferas de actividad y comunicación humana”. En sus planteamientos novedosos, de índole semiótico-social, Bajtín considera que la existencia de un determinado género,  primario o secundario, depende de una serie de factores:

En cualquier esfera existen y se aplican sus propios géneros, que responden a las condiciones específicas de una esfera dada; a los géneros les corresponden diferentes estilos. Una función determinada (científica, técnica, periodística, oficial, cotidiana) y unas condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación discursiva, generan determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados determinados y relativamente estables (1982: 252).

Según comenta Reyes (2008), los escritos suelen agruparse en clases y subclases; por ejemplo, cuando reconocemos una clase de textos que denominamos  carta, la distinguimos, en un primer momento, en cartas privadas y públicas. Cada una de estas categorías se subdivide a su vez en otras más específicas, es decir, cartas familiares, cartas a periódicos o circulares etc., dando lugar a una variedad de géneros muy amplia, condicionada por factores culturales. Así que los géneros como productos culturales “provocan expectativas que automáticamente deben cumplirse para lograr la construcción del significado intentado” (Reyes, 2008: 18).

Aparte de los factores socioculturales, autores como Parodi (2009: 29) ofrecen una visión mucho más amplia de lo que es un género, integrando el factor cognitivo para superar “los reduccionismos implicados en visiones extremadamente retóricas o contextualistas”. Este autor resalta el carácter dinámico del género, construido socio-cognitivamente y reconocible a través de representaciones mentales. A diferencia de las definiciones más tradicionales que conciben el género “como una agrupación de textos que cumplen funciones sociales similares y tienen ciertas características formales en común” (Reyes, 2008:19), este autor ofrece una concepción multidisciplinar que resalta los distintos ejes que componen este complejo término:

el género constituye una constelación de potencialidades de convenciones discursivas, sustentada por los conocimientos previos de los hablantes / escritores y oyentes / lectores (almacenados en la memoria de cada sujeto), a partir de construcciones y parámetros contextuales, sociales y cognitivos (Parodi, 2009: 34).

En el marco de Lingüística Aplicada, muchos teorizadores del género se basan en el presupuesto de que las similitudes o diferencias entre los distintos textos nos permiten clasificarlos bajo uno u otro género. Con este fin, se ha intentado, en una serie de estudios realizados, identificar los rasgos lingüísticos recurrentes y las estructuras retóricas prototípicas (Hyland, 2005). Uno de estos criterios es el metadiscurso, mediante el cual se puede comprobar cómo las elecciones lingüísticas reflejan la intención comunicativa del autor, las suposiciones que realiza en cuanto a su audiencia, así como los distintos grados de interacción y compromiso que se crean entre el autor y el lector en los distintos géneros discursivos.


2.1. El género carta al director

Las  cartas al director o  cartas de lectores1 es el género epistolar menos estudiado y más discutido entre los teóricos sobre si se puede o no considerar como género periodístico (Córdova Jiménez: 2011; 2012). Yanes (2004), por ejemplo, lo califica como género anexo al periodismo, puesto que no está escrito por expertos, sino por personas ajenas a la profesión que no respetan las normas estilísticas propias de este campo. Aún más, en un gran número de manuales de periodismo pocas veces se tiene en cuenta dentro de las clasificaciones realizadas (Leñero y Marín, 1986; Aldunate y Lecaros, 1989; Santibáñez e Infante, 1997; Martínez, 2004; Velásquez y otros, 2005).

Por otra parte, Córdova Jiménez (2011, 2012), considera que se trata de un género propio de este medio, por una serie de razones que expone en detalle. Además, como postula, en la mayoría de los manuales destinados a la secundaria se incorpora en el macrogénero de opinión, junto con el editorial, la columna, el comentario y la crítica (2011: 201). En la misma línea, Garrido (2005) lo cataloga como género periodístico de carácter persuasivo en el que se pueden identificar las estrategias retóricas de sanción, emoción o razón a las que recurren los autores.

Según Reyes (2008), en un género epistolar la relación del texto con la situación y el destinatario está codificada por una serie de convenciones que se reflejan en todas las partes de la carta. En los manuales de Lengua Castellana y Literatura se suelen presentar los movimientos constituyentes de la carta al director, como se puede observar en el siguiente ejemplo2:

I. ENCABEZAMIENTO

  • Membrete: aquí se incluyen los datos identificativos de la persona que escribe la carta, es decir, nombre, apellidos, dirección y en ocasiones DNI y número de teléfono.
  • Lugar y Fecha: la ciudad donde se escribe la carta, y el día, mes y año del comunicado
  • Destinatario: el nombre del periódico o la revista, la dirección y la sección a la que se dirige.

II. COMUNICACIÓN

  • Línea de saludo: la fórmula que se utiliza con más frecuencia es “Sr. Director” o “Sr. Director de…” seguido del nombre de la publicación a la que se dirige la carta.
  • Cuerpo de la carta: la opinión del lector. Con frecuencia se desarrolla según una estructura argumentativa, es decir, exposición de los hechos o referencia a alguna información de actualidad, opinión razonada del lector, y demandas o propuestas.
  • Despedida: un breve saludo mediante alguna fórmula de cortesía “Le saluda atentamente” o “Le agradece su atención” etc.

III. CIERRE

  • Firma:  rúbrica del remitente.
  • Aclaración de la firma: nombre completo del firmante, al que se puede añadir su ocupación o cargo.

Si bien los criterios de brevedad y claridad constituyen los pilares fundamentales de este género, este formato tiene un alto grado de generalidad. De hecho, según comenta Pastor Pérez, los convencionalismos en las secciones que encabezan y cierran la carta “se han limitado hasta la eliminación en algunas publicaciones” (2013: 59). En otras palabras, aunque estos formalismos se mantienen en las cartas que recibe el medio, sin embargo, no se publican, por falta de espacio y valor informativo, entre otras cosas.

En cuanto al propósito comunicativo de este género epistolar, Fernández y García comentan que:

Las cartas son breves comentarios, en general, de desacuerdo o acuerdo (conceptual, metodológico, interpretativo, etc.) sobre artículos (originales, revisiones, editoriales, etc.) publicados previamente en la revista. Las cartas permiten el intercambio deseado de opiniones entre autores y lectores, y en ocasiones una serie de cartas motivada por un artículo original puede ser tan interesante como el artículo original desencadenante del intercambio de correspondencia (2005: 354).

De hecho, los diarios suelen dedicar la sección de cartas al director para que los lectores expresen su opinión sobre artículos publicados con anterioridad o en relación con cualquier tema que resulte de su interés. En este sentido, el lector puede presentar una tesis contraria o favorable a la periodística o a la del medio, identificando o ampliando la información ya publicada en el periódico. En otras ocasiones, estos comunicados aparecen como respuesta a otras cartas anteriores, creando una especie de “diarios que promueven el diálogo entre los lectores” (Pastor Pérez, 2013: 167). Este carácter dialógico del discurso se hace evidente a través de las marcas metadiscursivas, que revelan, entre otras, la personalidad, las actitudes y las suposiciones de los que comunican. Tal como apunta Hyland (2005), cuando escribimos o hablamos negociamos con los demás y decidimos sobre los efectos que vamos a causar a nuestros oyentes o lectores. En este sentido el metadiscurso ofrece el marco teórico para entender el acto comunicativo en términos de "compromiso social" (social engagement).


3. el metadiscurso

El término metadiscurso es acuñado por Harris en 1959, quien en un primer intento, utiliza la expresión "núcleos metadiscursivos" (metadiscourse kernels) para referirse a aquellas partes del discurso que contienen la información principal del texto, pero sin especificar en detalle de qué tipo de ítems se trata. Más adelante, en la década de los ochenta, principios de los noventa del siglo pasado, el concepto se amplía en las obras pioneras de teorizadores como Williams (1981), Vande Kopple (1985), Crismore (1985), Crismore y otros (1993) y Farnsworth (1989), quienes intentan definir y cartografiar los segmentos textuales de una forma más sistemática y rigurosa.

Más concretamente, Vande Kopple, (2002:37-38) basándose en las aportaciones de Halliday (1973, 1978, 2001) y Halliday y Hasan (1985) y su distinción tripartita de las macro-funciones del lenguaje desde una perspectiva socio-comunicativa, es el primero en relacionar el contenido ideacional3 o proposicional al discurso primario y los de índole textual e interpersonal al metadiscursivo, presentando una serie de ejemplos ilustrativos4:

Figura 1. La taxonomía de Vande Kopple (citada por Hyland, 2005: 32)

Según Vande Kopple (2012: 38), los marcadores interpersonales facilitan a los autores a revelar sus evaluaciones y actitudes en cuanto al contenido ideacional, a reseñar cuál es su papel en la situación comunicativa y a predecir la reacción de los lectores, mientras que los textuales les permiten obviar cómo se estructura la información proposicional del texto, de acuerdo con el acto comunicativo.

La categorización de Vande Kopple ha sido criticada por su ambigüedad en las categorías tratadas y sus frecuentes solapamientos funcionales, lo que según Hyland (2005:32-33), dificulta su aplicación. Uno de los problemas que destaca es la dificultad en distinguir los narradores de los atribuidores, especialmente en el caso del discurso académico donde las citas cumplen intenciones retóricas variadas.

 Crismore, Markkanen y Steffensen (1993), por su parte, en la revisión de la categorización de Vande Kopple eliminan la categoría narradores y algunas de sus subfunciones se trasladan a una nueva categoría, la de los  marcadores textuales. Por su parte, los comentarios de código y los  marcadores ilocucionarios forman parte de la categoría de los marcadores interpretativos. Las dos nuevas categorías creadas pretenden dar cuenta del papel textual del metadiscurso, con los marcadores textuales refiriéndose a aquellos elementos que facilitan la organización del discurso, mientras que los interpretativos ayudan al lector a interpretar y entender mejor lo que quiere comunicar el autor, así como las estrategias que emplea: 

Figura 2. La categorización del metadiscurso de Crismore y otros, 1993 (citada por Hyland, 2005: 34)

Si bien estos autores intentan implementar y desambiguar las categorías tratadas por Vande Kopple, se observan ciertas inconsistencias y confusiones en su modelo, especialmente, en lo relacionado al metadiscurso textual, donde se incluyen, por ejemplo, los  recordatorios, que se refieren a información anteriormente mencionada, bajo la categoría  marcadores textuales, mientras que los  anuncios que informan sobre lo que sigue se catalogan como  marcadores interpretativos. Asimismo, aunque definen el metadiscurso como material lingüístico que no añade nada al contenido proposicional del texto, sino que ayuda al lector a organizar, interpretar y evaluar la información presentada (Crismore y otros, 1993: 40), consideran los  conectores lógicos que enlazan ideas entre sí como tal, basándose en criterios sintácticos.

En el mundo hispano, Dafouz Milne (2000, 2003, 2006) recoge la taxonomía propuesta por Crismore y otros (1993) y la modifica considerablemente, con el fin de realizar un análisis contrastivo sobre artículos de opinión, escritos en inglés y español. Su propuesta difiere de las anteriores, sobre todo, en lo relativo a las subcategorías tratadas. Como la propia autora sostiene, la principal diferencia entre el metadiscurso    textual e interpersonal es el grado de explicitud mediante el que se cumple la intención comunicativa. En otras palabras, a través del uso de las marcas textuales, la persuasión se realiza de forma menos explícita, mientras que con las de tipo interpersonal la actitud del autor se expone de forma mucho más evidente y directa. Por esta razón, en su categorización incluye algunos mecanismos metadiscursivos, no contemplados en estudios anteriores, como es el caso del paréntesis, para clasificarlos bajo una u otra macrocategoría según la función que cumplen en el discurso.

En un trabajo más reciente (Dafouz Milne, 2006), la estudiosa se centra en las categorías interpersonales explícitas que muestran las relaciones entre autor-lector, para realizar un análisis de corte cualitativo-cuantitativo en una muestra de veinte comentarios firmados, recogidos del periódico El País. Como defiende esta autora, su modelo, por un lado, codifica en detalle los recursos que explicitan las relaciones entre autor-lector en el texto y, por otro, comprueba que el enfoque metadiscursivo, casi exclusivo del ámbito anglosajón, puede ser aplicable para la caracterización de un texto en lengua española.

Posteriormente, Hyland (2005) intentará ofrecer un marco teórico más sólido sobre el metadiscurso, como respuesta a la ambigüedad de los trabajos anteriores. Según comenta, aunque la mayoría de los analistas adoptan un enfoque funcional, frecuentemente, malinterpretan la distinción tripartita de Halliday y, por tanto confunden los criterios sintácticos con los funcionales (Hyland, 2005: 24). Como alternativa propone un modelo denominado  Interpersonal, de corte funcional, en el que se distinguen dos dimensiones genéricas: (a) la  interactiva que permite al autor organizar su discurso, teniendo en cuenta las necesidades del lector, a través del uso de recursos como los  marcadores de transición (además, pero, entonces, y), los  marcadores de marco (por último, para concluir, mi objetivo es ), los  endofóricos (obsérvese arriba, véase fig., en la sección 2), los  evidenciales (según X, Y afirma) y  las glosas de código (a saber, por ejemplo, en otras palabras) y (b) la  interaccional mediante la cual se expresa la voz del autor, su evaluación y grado de compromiso frente al contenido textual y a su audiencia. En esta última categoría Hyland incluye los  matizadores del discurso (puede que, posiblemente, quizá), los  enfatizadores (en efecto, por supuesto, está claro que), los  marcadores de actitud (lamentablemente, estoy de acuerdo, sorprendentemente), de  autorreferencia (yo, nosotros, mí, nuestro) y, por último, los de compromiso (considere, nótese, usted puede ver que).

Por último, cabe mencionar la clasificación propuesta por Ädel (2006), quien partiendo del funcionalismo jakobsiano revisa los modelos anteriormente mencionados, con el fin de cubrir los vacios teóricos existentes y definir con más precisión y consistencia las categorías que considera como ambiguas o mal tratadas. Con este motivo introduce un nuevo parámetro, el orientado al participante (“participant-oriented”) para abarcar aquellas referencias que considera que caracterizan lo expuesto por el autor y el lector conjuntamente:

Figura 3. Metatexto e interacciones entre autor – lector, Ädel, 2006, p. 38

Como la misma autora señala, su modelo constituye una alternativa a la propuesta hallidiana tal y como esta ha sido adoptada por la mayoría de los investigadores en el campo. Su modelo llamado reflexivo, está basado en tres de las seis funciones propuestas por Jakobson, es decir, la  metalingüística, la  expresiva y la  conativa. A diferencia de los modelos basados en la  Lingüística Sistémico-Funcional, el modelo reflexivo pretende estudiar en detalle las referencias al autor real frente al autor implícito y lector real frente al imaginario, categorías poco estudiadas hasta la fecha. Según Ädel, otra ventaja de su modelo es que en vez de considerar solo una categoría interpersonal se realiza una distinción entre material orientado al autor, al lector, así como la combinación de estos dos, es decir la categoría orientada al participante, ejemplificado por el uso de nosotros.

3.1. Clasificación del metadiscurso interpersonal

En este apartado, a partir del modelo de Dafouz Milne (2006), presentamos una tipología sobre los marcadores metadiscursivos, que revelan el grado de compromiso entre el autor y el lector de un texto. Dicha tipología se complementa con algunos ejemplos del género carta al director, escritos por alumnos españoles que cursan 2º de Bachillerato en el Instituto IES Mediterráneo en Cartagena, Murcia.

El objetivo de la actividad es que los alumnos redacten de forma eficaz una carta al director, de alrededor de 200 palabras, como respuesta a una carta sobre el consumo cultural, publicada con anterioridad en el periódico El País5.

3.1.1. Matizadores del discurso

Bajo este epígrafe se recogen las expresiones o palabras que revelan el mayor o menor grado de probabilidad que el autor atribuye al contenido ideacional del enunciado. Distinguimos tres subcategorías: los verbos modales epistémicos (poder, parecer, resultar…), los adverbios de probabilidad (probablemente, quizá, tal vez, acaso…) y las expresiones epistémicas (es probable / es posible…):

(1) No solamente nos tenemos que ocupar del presente ya que todo es efímero y puede cambiar en cuestión de segundos y no siempre para bien.

(2) ….porque ahora parece que si no consumimos estamos fuera de esta gran burbuja que nos han creado.

(3) Pero acaso esta crisis no es culpa de todos.

En el caso del verbo modal poder, es interesante remarcar su polisemia, puesto que puede expresar distintos valores, es decir, capacidad física o mental (modalidad radical), permiso (modalidad deóntica), posibilidad (deóntica o radical) o incluso mitigación, (Silva Corvalán, 1995; González Vázquez, 1998). Asimismo, según Lyons (1977), mientras la modalidad epistémica evalúa la verdad de la proposición, la deóntica, que está orientada hacia el oyente, expresa la obligación y el permiso.

Las únicas estructuras con el verbo poder que según Silva Corvalán se han lexicalizado y solo tienen valor epistémico son las siguientes: “puede que” y “puede ser que”. Por lo tanto, en los demás casos, existen algunos contextos en los que el uso del verbo poder presenta cierta ambigüedad y puede ser interpretada según una u otra modalidad (Silva Corvalán, 1995).

3.1.2. Marcadores de certeza

Nos referimos a expresiones o palabras que muestran la seguridad y convicción con la que el autor se manifiesta en el texto (ciertamente, verdaderamente, claramente, está claro, sin duda …).

(4) Sin duda una de las pocas cosas buenas que ha traído la actual crisis económica que venimos atravesando es que no tenemos más remedio que cambiar nuestra mentalidad.

(5) Ciertamente estoy bastante de acuerdo con lo que hacemos ahora…

(6) Aunque  está claro que es numerosa la cantidad de personas que intentan llegar a fin de mes sin preocuparse de otra cosa, creo que se ha visto un cambio algo significante.

3.1.3. Marcadores de atribución de la autoridad

Se trata de recursos que el autor emplea para asegurar la aceptabilidad de su razonamiento o para evitar comprometerse con lo dicho. Nos referimos a todo argumento que se encuentra respaldado por una persona o institución de prestigio:

(7) …como dijo Albert Einstein, “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”.

3.1.4. Marcadores expresivos

Aquí se recogen aquellos marcadores que expresan una valoración personal y subjetiva en cuanto al contenido del texto: verbos modales deónticos (deber, tener que, haber que…), formas adverbiales (desgraciadamente, inevitablemente, lamentablemente, por desgracia), formas adjetivales (es + adjetivo valorativo) y verbos de cognición (creo, opino, pienso…):

(8) Tenemos que sacar aspectos positivos de estos problemas tales como:…

(9) Debemos aprender a valorar esas cosas que no cuestan dinero…

(10) Pues bien yo creo que aún estamos a tiempo de rectificar.

(11) Por otro lado también pienso que es hora de formarnos lo mejor posible…

3.1.5. Comentarios

La última categoría del metadiscurso incluye todos aquellos elementos que usa el autor para apelar al lector y establecer con él un especie de diálogo ficticio. En concreto, se trata de las preguntas retóricas, las apelaciones directas, el plural sociativo, las personalizaciones y los incisos.

  • Preguntas retóricas: según Beristáin (1995: 262) se trata de una figura literaria “por la que el emisor finge preguntar al receptor, consultándolo y dando por hecho que hallará en él coincidencia de criterios; en realidad no espera respuesta y sirve para reafirmar lo que se dice”:

(12) ¿Alguien piensa lo contrario? Entonces, ¿Por qué no hemos actuado así? ¿Tan difícil era verlo? ¿Nos cegó la falsa facilidad de todo lo anterior?

(13) ¿Cuántos de nosotros preferimos ir en coche en vez de dar un paseo tranquilo?


  • Apelaciones directas: están señaladas por los pronombres personales, y usted, así como los determinativos posesivos tuyo y suyo. Dafouz Milne (2006: 72), al igual que Ädel (2006: 33-35), no incluye en esta categoría aquellas marcas que poseen un valor genérico o indefinido, intercambiables por nosotros, uno o alguno, sino más bien se refiere a las que muestran una referencia clara y directa al lector. Por lo tanto, nos referimos a recursos como los vocativos, las formas imperativas o las interpelaciones a través de los cuales el autor se dirige, de forma explícita, al destinatario del mensaje:

(14) Mientras tanto como usted mismo dice en este artículo…

(15) Estimado director: Le hago llegar esta carta para …..

(16) Sr. Director: Primordialmente debo decirle que estoy totalmente de acuerdo con todas y cada una de sus palabras.


  • Plural sociativo: el autor hace uso de expresiones en primera persona del plural para guiar al lector a lo largo del discurso y establecer con él un vínculo afectivo (Ädel, 2006: 31). Los mecanismos que posibilitan este tipo de interacción son el pronombre personal nosotros, los determinativos posesivos nuestro(s), nuestra(s), el dativo y acusativo nos y la flexión verbal en primera persona del plural.


(17) La autora también nos dice que preparemos a los estudiantes de hoy para el buen trabajo de mañana.

(18) Esta sociedad capitalista en la que hoy en día vivimos nos ha hecho aprender que podemos tener prácticamente todo lo que queramos sin ningún esfuerzo

(19) Muchos de nosotros hemos crecido pensando que las cosas no son tan difíciles…


  • Personalizaciones: mediante la expresión individual de sus ideas el escritor busca la implicación del lector. Intenta convencer a su audiencia que como experto sobre el tema, sus posturas son las adecuadas (yo, flexión verbal en primera persona del singular, a mi /mi…:

(20) Pues bien yo creo que aún estamos a tiempo de rectificar.

(21) En mi opinión esta crisis ha supuesto un cambio de valores en las personas que más lo están sufriendo.


  • Incisos: nos referimos al uso de paréntesis o de guiones largos que permiten al autor introducir información secundaria que no forma parte del discurso principal. En este punto, es interesante remarcar que Dafouz Milne (2003), al igual que Hyland (2005), hace una clara distinción entre el uso del paréntesis para clarificar o ejemplificar una información y para expresar la opinión personal del autor y persuadir al lector. En este sentido, en el primer caso, nos referimos a marcadores con función textual, que se catalogan bajo el criterio glosas de código, mientras que en el segundo, son de índole interpersonal y forman parte de la categoría comentarios:

(22) Pero tampoco podemos echar ahora toda la culpa a un gobierno inepto (da igual del color que sea) o a unos banqueros con mas cartera que sentimientos….


4. conclusiones

A lo largo de este artículo hemos intentado mostrar la estrecha relación entre metadiscurso y género. Primero hicimos, un breve recorrido a la noción de género, desde distintas aproximaciones teóricas. Nos centramos en la carta al director, género poco estudiado hasta la fecha. A continuación, revisamos las tipologías existentes en el marco de la teoría del metadiscurso. Hemos comprobado cierta pluralidad en la conceptualización y clasificación de los mecanismos metadiscursivos.

La propuesta que a nuestro modo de ver logra, en gran medida, distinguir las categorías interpersonales explícitas es la de Dafouz Milne (2006), adaptada a la lengua española. Sin embargo, algunas subcategorías como la de los marcadores de atribución de la autoridad necesitan ser especificadas en más detalle, puesto que presentan cierta generalidad. Asimismo, creemos que a la hora de identificar y catalogar ciertos rasgos, como es el caso del verbo poder como matizador discursivo, el investigador se enfrenta a un gran desafío, por la posibilidad de ambigüedad, vaguedad o fusión de las modalidades epistémica y deóntica.

A través de esta primera aproximación hemos observado que nuestros participantes a la hora de producir el género carta al director han utilizado una variedad de marcas metadiscursivas, que revelan la relación interpersonal entre autor y lector en el texto. Para profundizar en este tema, sería interesante realizar un estudio contrastivo de corte descriptivo- correlacional, con el fin de analizar cómo se evidencia la relación entre autor – lector en este género, escrito en lengua española por hablantes nativos y no nativos. Esta comparación posibilitaría hallar posibles diferencias y/o similitudes, puesto que cada comunidad idiomática, desarrolla prácticas letradas particulares, condicionadas, entre otras cosas, por factores socioculturales. Además, un análisis de corte cuantitativo nos permitiría sacar conclusiones más firmes sobre las características metadiscursivas del género carta al director.

 

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