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N
Carlos Franganillo
Corresponsal de TVE
en Washington
y antiguo alumno
de la Universidad Nebrija
El 1 de diciembre de 2010, po-
cas horas después de que me
ofrecieran ser el corresponsal
de TVE en Moscú, me dirigí a
varias librerías de Madrid. Bus-
caba libros sobre la historia y la
cultura del país en el que pron-
to iba a vivir y trabajar. Acumu-
lé una cantidad considerable de
ensayos sobre la Unión Soviéti-
ca, las guerras de Chechenia, la
evolución del país bajo el man-
do de Vladímir Putin o la época
zarista.
La región me suscitaba un
enorme interés pero mis co-
nocimientos sobre Rusia eran
limitados y traté de remediar
mínimamente esas carencias
durante el mes que tenía por
delante, antes de instalarme en
Moscú. Aquellas lecturas me
ayudaron a ponerme al día y a
descubrir muchos detalles de
la política y la historia del país.
Fueron un complemento valio-
so y, aunque contribuyeron a
enriquecer la imagen previa que
tenía, no eliminaron del todo
mis prejuicios (buenos y malos)
sobre Rusia. Con el paso de mis
años en el país, algunos se con-
firmaron o matizaron. Otros se
derrumbaron en contacto con la
realidad. Fue inevitable.
He recordado mis primeras im-
presiones del país al leer recien-
temente una reflexión del perio-
dista Miguel Ángel Bastenier, en
Twitter. Sintetiza una de las prin-
cipales lecciones que he apren-
dido en esta profesión, muy es-
pecialmente como corresponsal
fuera de España. Decía así: “El
periodista tiene tantos o más
prejuicios que cualquiera. La pe-
lea contra los mismos es parte
esencial de la profesionalidad”.
Columna invitada
La figura del
corresponsal
Debe existir un equilibrio muy
delicado entre la capacidad
del periodista para observar,
estudiar y entender la sociedad
en la que trabaja y su esfuerzo por
mantenerse anclado a su país
de origen para no perder la
conexión con su audiencia.