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N
La frase de Bastenier recoge
uno de los grandes y más esti-
mulantes desafíos del periodista
que busca la honestidad en su
trabajo y que, por ello, debe es-
tar dispuesto –si es necesario–
a demoler las creencias propias
para absorber lo que hay alrede-
dor, procesarlo y transmitirlo de
la manera más nítida posible.
Ese desafío es aún mayor al lle-
gar a un país desconocido, don-
de en ocasiones no podemos
comunicarnos con la eficacia
deseada ni sabe-
mos interpretar
cor rec t amen t e
los códigos de
comportamiento.
Además de esa
permeab i l i dad ,
en el caso de los
corresponsales
debe existir un
equilibrio
muy
delicado entre la
capacidad del pe-
riodista para observar, estudiar
y entender la sociedad en la que
trabaja y su esfuerzo por mante-
nerse anclado a su país de ori-
gen para no perder la conexión
con su audiencia. Es decir, debe
alcanzar el conocimiento más
profundo posible de su nuevo
entorno sin perder la capacidad
de sorpresa del recién llegado y,
muy especialmente, sin asumir
el punto de vista del país anfi-
trión hasta el punto de llegar a
ver como extraño el del propio,
en una especie de “síndrome de
Estocolmo” que puede afectar a
los corresponsales, sobre todo
si pasan largas temporadas en
sus destinos. No es una tarea
sencilla. Lo que al principio re-
sulta exótico y llamativo acaba
convirtiéndose en pura rutina.
La capacidad de inmersión, asi-
milación y transmisión de lo que
ocurre en el país extraño sólo
se logra por medio del trabajo
constante sobre el terreno y eso
es lo que hace indispensable la
figura del corresponsal y la dis-
tingue de la del enviado especial,
más centrado en la cobertura de
una crisis puntual por un perio-
do de tiempo limitado. Al corres-
ponsal se le debe exigir el domi-
nio del contexto, de la historia y
la geografía de su país adoptivo.
Su experiencia vital y profesional
en el día a día debe enriquecer el
punto de vista del medio de co-
municación para el que trabaja,
ayudando a derribar prejuicios
e imprecisiones y distinguién-
dolo en ese ámbito de aquellos
medios que no cuentan con
despliegues similares. Es, para
miles o millones de personas,
el intérprete de una realidad que
desconocemos y que muchas
veces se nos presenta como ca-
ricatura. Debe saber interpretar
las corrientes más profundas
que están en marcha en una so-
ciedad y que apuntan a cambios
futuros, en vez de quedarse en la
espuma y en lo anecdótico de la
actualidad.
Ni siquiera ahora, cuando cual-
quier persona con conexión a
internet puede seguir ruedas
de prensa, conferencias o ma-
nifestaciones en
tiempo real desde
cualquier
parte
del mundo, la fi-
gura del corres-
ponsal se hace
prescindible. Por
mucho que el
mundo se haya
empequeñecido
gracias a la tecno-
logía, los códigos
de cada sociedad
siguen siendo diferentes y los
corresponsales aportan claves
a la información que sólo el con-
tacto directo puede identificar.
La tecnología ha abierto mu-
chas puertas pero también mul-
tiplica las posibilidades de in-
toxicación informativa. Ocurre
constantemente en las redes
sociales donde las diferentes
fuentes adulteran la informa-
ción con propaganda para con-
sumo de sus seguidores o con-
fusión de los poco informados.
Es decir, el factor humano sigue
importando.
Por mucho que el mundo se haya
empequeñecido gracias a la
tecnología, los códigos de cada
sociedad siguen siendo diferentes
y los corresponsales aportan
claves a la información que sólo el
contacto directo puede identificar.