Revista NUESTRA NEBRIJA 17 - Julio 2016 - page 4

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N
Educación
y universidad
Juan Cayón
Rector
La educación, del latín
educa-
tio, -onis
, según define la Real
Academia Española de la Len-
gua en su primera acepción es
“la acción y efecto de educar”, o
lo que es lo mismo, como plas-
ma la tercera acepción, “la ins-
trucción por medio de la acción
docente”. A la educación hemos
consagrado la vida, en el ánimo
de dirigir y encaminar a nues-
tros estudiantes, de desarrollar
o perfeccionar sus facultades
intelectuales y morales por
medio de preceptos, ejercicios
y ejemplos. Y todo ello es una
tarea ardua y por momentos
desesperante, máxime cuan-
do se educa en la universidad
a donde los estudiantes llegan
con una mente ya conformada,
con unos hábitos ya adquiridos
y con una serie de prejuicios
mentales ya determinados.
Quienes profesamos la voca-
ción docente asumimos de esta
forma nuestro compromiso con
el mundo, con la sociedad a la
que servimos y en la que nos
insertamos. Y esta tarea, ím-
proba y siempre inconclusa, lle-
va implícita necesariamente un
cierto distanciamiento del pro-
pio mundo. De ahí el tradicional
ensimismamiento del maestro,
cuyo intelecto con frecuencia
planea en una dimensión aún
no alcanzada por el discípulo.
De ahí la paradoja de que el ofi-
cio de educar, con más frecuen-
cia de la que podría pensarse a
primera vista, pese a ejercerse
siempre frente a otros, requie-
re en su preparación de ciertas
dosis de soledad, de trabajo
tranquilo, de inspiración y de
apartamiento de la distracción
mundana, de la concupiscen-
cia de los sentidos. Lo mismo
que el estudio. Y de ahí también
que en el mundo actual, tan en-
soberbecido y lleno de distrac-
ciones y estímulos, la tarea del
educador sea si cabe más difícil,
requiera de mayor capacidad
de abstracción y precise de do-
centes menos superficiales y de
entornos adecuados y preferi-
blemente aislados del desorden
que impera por doquier.
Y llevando implícita la educa-
ción universitaria cierto distan-
ciamiento, tanto para enseñar
como para aprender, también
por ello la verdadera educación
es enemiga del utilitarismo en
su esencia. Tradicionalmente,
la universidad se ha entendido
como aquella comunidad de
hombres libres buscadores de
la verdad, definición que hoy
sigue pareciéndonos válida y
ajustada a la esencia univer-
sitaria. Y como buscadores de
la verdad, estaremos los uni-
versitarios empeñados en en-
contrarla, con independencia
de que la verdad hallada sea
útil, sea agradable a la mayoría
o sea del gusto del poderoso.
Bien entendida, la autonomía
universitaria (en sus aplica-
ciones para la institución, pero
también en sus aplicaciones
para los miembros de la co-
munidad universitaria y, prin-
cipalmente, para los docentes)
es precisamente la garantía de
dicha libertad, libertad sin la
Carta del rector
"Limitar el papel de la universidad en
nuestra sociedad exclusivamente
a ser mera transmisora de saberes
útiles para el empleo supone cercenar
su auténtico sentido como institución
de educación superior".
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