Revista NUESTRA NEBRIJA 17 - Julio 2016 - page 5

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cual cualquier empeño educa-
dor será mediatizado, quedará
vaciado de su auténtico conte-
nido y reducido a una de sus di-
mensiones, quizás la más sim-
ple o insustancial.
Hoy vemos con tristeza cómo
la universidad española ha per-
dido mucha de esa libertad por
mor de los burócratas y los go-
biernos. Sin embargo, no todas
las culpas de nuestra degrada-
ción recaen en los operadores
externos a la propia universidad,
pues también ha cundido entre
nosotros la peligrosa concep-
ción de que la universidad debe
ser sólo útil, sólo transmisora
de los conocimientos y compe-
tencias necesarios para la em-
pleabilidad. No nos cabe duda
de que la mejora de las expec-
tativas laborales o profesionales
de nuestros egresados es im-
portante, muy importante. Es lo
que nos demanda la sociedad y,
por tanto, habremos de atender
adecuadamente esa necesidad.
Pero limitar la esencia de la uni-
versidad a dicho extremo es, a
mi juicio, un craso error de con-
secuencias imprevisibles pero
intuitivamente muy negativas.
La universidad por supuesto
debe contribuir a la transmisión
de saberes útiles para el empleo,
faltaría más. Pero limitar su pa-
pel en nuestra sociedad exclusi-
vamente a eso, supone cercenar
su auténtico sentido como insti-
tución de educación superior.
El universitario debe ser, des-
de luego, un perito experto en
su disciplina, pero no sólo eso.
Debería, además, ser capaz de
entender su disciplina inserta en
el mundo, desarrollar ideas pro-
pias, tener espíritu crítico, sentir
curiosidad perpetua por todo lo
que le rodea, vivir con intensidad
el ansia de saber, en definitiva,
alcanzar la plenitud intelectual
o al menos de estar en el cami-
no de alcanzarla a lo largo de su
vida. Muchas de las cosas nece-
sarias para ser un buen profesio-
nal se deben adquirir en el propio
puesto de trabajo y solo el paso
del tiempo, los errores propios
y ajenos, así como los aciertos,
permiten alcanzar la condición
de profesional en el sentido ple-
no del término. La universidad
debe dar ese impulso inicial que
permita la mejor colocación del
egresado, pero no debería em-
plearse exclusivamente en pre-
pararle en su disciplina con tal
finalidad. No mantenemos que
ésta sea la principal causa de
la crisis de la universidad, pero,
sin duda, es un primer síntoma
o efecto de su creciente deterio-
ro, quizás causa segunda, por
cuanto realimenta una universi-
dad en horas bajas. Pero éste no
es el caso de Nebrija.
Hoy en día
la tarea del
educador es si
cabe más difícil,
requiere de
mayor capacidad
de abstracción
y precisa de
docentes poco
superficiales
y de entornos
adecuados
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