Revista NUESTRA NEBRIJA 19 - Noviembre 2016 - page 23

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N
Una mirada sobre
Alonso Zamora Vicente
Paz Battaner.
Filóloga y lexicógrafa española
Si me hubieran pedido al terminar la carrera hacer la semblanza
de Alonso Zamora, no sé si hubiera sabido expresar que fue un
auténtico maestro para todos nosotros, discípulos suyos. Hu-
biera dicho que aprendíamos de él fácilmente la materia de las
asignaturas, Lingüística Románica y Dialectología Española; que
él nos regalaba con clases de Fonética, pues no estaba incluida
en el plan de estudios de la Facultad de Salamanca, donde yo le
conocí, y le parecía importante para nuestra formación; seguía re-
galándonos con un seminario de cómo se edita un texto clásico; y,
sabiendo que al curso siguiente marcharía de profesor visitante a
México, nos adelantaba un año la asignatura de Literatura Hispa-
noamericana, que nos abría horizontes desconocidos en aquellos
años cincuenta.
Lo hacía con autoridad, con cercanía, con ironía. Digo con auto-
ridad porque lo que citaba o indicaba valía, merecía la pena, era
referencia ya para siempre, advertencias sobre lo que tiene siem-
pre valor y no es solo del momento; digo con cercanía porque se
interesaba por nuestra vida y nuestros gustos, lecturas, amores
–como decía él–; digo con ironía porque la utilizaba a menudo y
este recurso le permitía ser más libre, más auténtico, en aquellos
años tan vigilados.
Ahora veo con claridad su magisterio. ¿Habéis tenido la suerte de
encontrar un profesor que regale tiempo fuera del horario, sabi-
duría en temas que no son de su asignatura, gusto por cualquier
manifestación de arte, pintura, cine, música, artesanía? Es decir,
¿alguien que pueda marcaros con un nuevo modelo de vida des-
conocida y valiosa? Alonso Zamora Vicente fue un maestro total
para todos los que fuimos sus discípulos.
Recibimos de él la mejor tradición educativa, la de los cercanos a
Giner de los Ríos; la mejor especialización en Filología, la del Cen-
tro de Estudios Históricos. Vimos en él la exigencia del rigor cien-
tífico llevado con toda naturalidad; una conducta cívica modélica;
una entrega total a la Real Academia Española y a lo que esta
corporación representa en nuestra cultura. Ahora, a los cien años
de su nacimiento, su figura se acrecienta y quienes le conocimos
hemos de dar noticia de ella a las generaciones posteriores, pues
solo con el fluir ininterrumpido de la buena tradición, en lo que él
creía, una sociedad se consolida y avanza.
de clases numerosísimas: no se
encuentra a gusto, porque él se
encontraba a gusto en la acción
directa, conociendo y hablando
con todos. Se encuentra despla-
zado. Y cada vez va más a la Aca-
demia, de la que desde 1971 es
secretario perpetuo. Los trabajos
académicos, el impulso que le da,
la renovación de los estatutos,
los trabajos y el reencuentro con
la asociación de academias de
la lengua española le absorben
cada vez más. Le dolía la imagen
de la Academia y trabajó deno-
dadamente para que fuera esa
institución al margen de los ava-
tares políticos, respetada desde
la perspectiva cultural. No quería
ni estaba en su ánimo que tuviera
un oropel burgués de renombre
social, al contrario, decía que el
trabajo bueno siempre es callado.
¿Qué diría de la presencia de la RAE
en las redes, de su Twitter?
Estaba a favor de todas las re-
novaciones tecnológicas, siem-
pre junto a todo lo que signifi-
cara contacto directo con los
hablantes.
¿Qué poso le dejó a usted y cree que
dejó en la sociedad?
Lo más interesante es que todos
los que le conocimos, como se ha
podido ver en los homenajes or-
ganizados por la Universidad Ne-
brija, coincidimos en lo excepcio-
nal del ser humano que era y en
lo excepcional de su humanidad.
Quedará siempre la transmisión
de esa gran humanidad suya en
forma de inquietudes humanas
que nos hacía observar, sentir y
amar de forma diferente, y eso
me acompañará hasta que deje
de existir.
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