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N
Una mirada sobre
Cervantes
Antonio Calvo Roy
Director de Comunicación y
Relaciones Institucionales de la
Universidad Nebrija
En realidad, no era manco. Fue soldado,
estuvo preso, escribió el Quijote, quiso ser
poeta. No hay un solo retrato suyo hecho
en vida. No leyó a Shakespeare, aunque es
probable que Shakespeare sí leyera el Qui-
jote porque Cardenio, el loco que sufre su
mal de amores en Sierra Morena –y al que
el amor cura en la venta que no es casti-
llo–, inspiró, dicen los expertos, una obra
del bardo de Avon.
Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-
1616. Probablemente hablaba con acento
andaluz y era un poco tartamudo. Hijo de
un médico sin recursos, vivió siempre a la
cuarta pregunta y fue recaudador de im-
puestos, aunque antes estuvo en “la más
alta ocasión que vieron los siglos”, la ba-
talla de Lepanto, en la que fue herido en la
mano izquierda. Cinco años en Argel, en la
cárcel, “donde toda incomodidad tiene su
asiento y donde todo triste ruido hace su
habitación”, le convirtieron, entre otros pa-
decimientos, en quien fue: la cima del idio-
ma español, ni más, ni menos. Nunca habla
tanto por su boca don Quijote como cuan-
do dice que “por la libertad así como por la
honra se puede y debe aventurar la vida.”
El oído que hace falta para escribir el Quijo-
te está más allá de lo esperable; el humor,
el sentido común, el ingenio, la capaci-
dad para darle la vuelta a la realidad, para
meterla y sacarla de la novela constante-
mente, le convierten en el actualizador del
género. Hasta 1605 y 1615 las novelas se
escribían de una manera y después, de
otra: el parteaguas es Cervantes. ¿Contar
su biografía? Que hable por sí mismo. Un
solo párrafo del Quijote, por ejemplo este
del capítulo XII de la Segunda parte, le re-
trata: para esa ironía hay que ser muy in-
teligente, querer mucho, haber vivido con
los ojos muy abiertos y verse con cierta
distancia:
“—Cada día, Sancho —dijo don Quijote—, te
vas haciendo menos simple y más discreto.
—Sí, que algo se me ha de pegar de la
discreción de vuesa merced —respon-
dió Sancho—, que las tierras que de suyo
son estériles y secas, estercolándolas y
cultivándolas vienen a dar buenos frutos.
Quiero decir que la conversación de vues-
tra merced ha sido el estiércol que sobre la
estéril tierra de mi seco ingenio ha caído; la
cultivación, el tiempo que ha que le sirvo y
comunico; y con esto espero de dar frutos
de mí que sean de bendición, tales que no
desdigan ni deslicen de los senderos de la
buena crianza que vuesa merced ha hecho
en el agostado entendimiento mío.”