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N
Madrid,
la ciudad que quiere
ser plató de cine
Nicolás Grijalba
de la Calle
Profesor de Narrativa Audiovisual
de la Universidad Nebrija
La primera película de la historia
no se puede entender sin la ciu-
dad. El concepto de lo urbano,
esa construcción ligada a los úl-
timos años del siglo XIX, se hace
luz y materia, huella y forma, en
Salida de los obreros de la fábri-
ca Lumière
(1896). Los Lumière,
dos hermanos avezados en ma-
teria de descubrimientos, con-
fiaron toda su suerte a la expe-
riencia colectiva, al dinamismo
de la vida moderna y al nervio
coloreado de la gran urbe. Así
que desde un primer momento,
cine y ciudad fueron de la mano.
El cinematógrafo relevó a la no-
vela en el papel de psicoanalis-
ta: de la pasión de Zola por París
o del entusiasmo de Galdós por
Madrid, se pasó en un santia-
mén, a golpe de claqueta a la
conquista de Nueva York.
Pero estamos aquí para hablar
de Madrid, que diría abrasiva-
mente el poeta. Cuando hoy ob-
servamos las vistas tomadas a
principios del siglo XX en la Ca-
rrera de San Jerónimo o en los
alrededores de la plaza de Cibe-
les, y contemplamos cómo los
vecinos paseaban por un Madrid
tímido pero brillante, empedrado
y con olor a repollo, no podemos
más que pensar en presente, en
vida, nunca en muerte, por más
que todos los aparecidos que
surgen en escena ya no sean
más que luz proyectada. Ha-
gan la prueba: escriban en esa
ventana indiscreta que es You-
Tube ‘Madrid 1910’, accederán
a una ciudad reconocible pero
asombrosa, descubrirán que allí
donde se levanta a día de hoy el
proyecto Madrid Río, unas ma-
drugadoras lavanderas acaban
de tender sus sábanas al sol a
orillas del Manzanares.
Veamos, lo que uno quiere decir
es que Madrid también es, por
derecho propio, una ciudad de
cine. Nublados por el
affaire
entre
la metrópoli de los rascacielos y
Woody Allen o por la magnética
sonrisa pitiminí de una parisina
llamada Amélie, nos olvidamos
de que Madrid, al fin y al cabo,
es infinito (de ahí los
madriles
,
término popular a reivindicar). El
cine, en definitiva, no deja de ser
una herramienta perfecta para
comprender y expandir nuestra
ciudad. Para comprendernos a
nosotros mismos.
opinión
"Madrid es,
por derecho propio,
una ciudad de cine".