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misiones espaciales en cuanto a
volumen, peso y consumo ener-
gético hacen que las soluciones
a este problema no sean trivia-
les. Por lo tanto, cuando oímos
que, por ejemplo, el software
de la misión ha fallado, no cabe
achacarlo, en la mayoría de los
casos, a una mala praxis o una
falta de rigor en el diseño e im-
plementación de la tecnología,
sino que habitualmente es de-
bido a un conjunto de circuns-
tancias adversas exógenas a la
propia misión.
Toda esta casuística relaciona-
da con las misiones espaciales,
si bien tiene un alto impacto me-
diático cuando se produce un
accidente como el de ExoMars,
suele ser habitualmente obviada
por la mayoría de la población
como algo ajeno a la actividad
diaria, difícilmente extrapolable
a las situaciones cotidianas. El
Espacio se percibe como algo
lejano y desvinculado de nues-
tra rutina. Nada más lejos de la
realidad. Desde hace unos años,
existe una tendencia, a nivel gu-
bernamental, de acercar el sec-
tor del espacio a aplicaciones
generalistas, con un impacto
directo en la sociedad.
Por ejemplo, el programa Ho-
rizonte 2020 de la Unión Euro-
pea enmarca la investigación
espacial dentro de la prioridad
de “liderazgo industrial”, con
los objetivos de que el Espacio
sea accesible y seguro para la
sociedad europea. Quizás esta
política se ve más claramen-
te reflejada en los programas
Galileo y Copérnico, dedicados
al posicionamiento vía satéli-
te y a la observación terrestre.
Mediante esta constelación de
satélites será posible obtener
información directa y fácilmente
accesible de asuntos tan diver-
sos como el nivel de nieve en
las montañas, los movimientos
sísmicos o la concentración de
algas en el océano. Las aplica-
ciones de esta tecnología serán
muy variadas, con un efecto
directo en la sociedad: desde
el control de incendios a la se-
guridad, pasando por la gestión
de emergencias por desastres
naturales. Toda esta tenden-
cia apunta a que, de la misma
manera que la sociedad se ha
visto profundamente transfor-
mada en los últimos años por
las tecnologías digitales de la
información y la comunicación,
la próxima generación tecnoló-
gica puede venir marcada por
la apertura y acercamiento del
sector espacio a administracio-
nes públicas y empresas.
De esta manera, es previsible
que se generalicen aplicaciones
de ámbito social, como las men-
cionadas anteriormente, susten-
tadas en tecnologías puramente
espaciales. Igualmente, se con-
solidarán iniciativas privadas,
basadas en la marketización de
estas tecnologías en el ámbito
de los servicios de valor añadi-
do (como por ejemplo la distri-
bución de Internet vía satélite en
áreas remotas, que ya se viene
produciendo). ¿Qué necesita-
mos para hacer realidad esta
visión del Espacio como un área
de tecnología facilitadora? Bási-
camente, generar políticas gu-
bernamentales bien definidas,
tanto a nivel nacional como re-
gional. Es cierto que en algunos
casos estas políticas ya existen,
pero se perciben como un reflejo
espontáneo de las políticas eu-
ropeas, sin un convencimiento o
una apuesta clara de valor.
Es necesario trazar hojas de ruta
precisas, que abarquen desde
las universidades y centros de
investigación generadores de
conocimiento, hasta las admi-
nistraciones y empresas, con
planes de transferencia claros
que definan los procesos de
creación de valor. Y especial-
mente, sería importante desa-
rrollar estrategias de difusión
efectivas, que acercaran el sec-
tor Espacio y sus aplicaciones a
la sociedad, partiendo desde los
colegios y acabando en los me-
dios de comunicación más ge-
neralistas. Así, se transformaría
la visión distante y casi román-
tica del espacio como la última
frontera del conocimiento hasta
visualizar un conjunto ilimitado
de posibilidades para la socie-
dad, con capacidad de explota-
ción prácticamente inmediata.
Es necesario
trazar hojas de
ruta precisas,
que abarquen
desde las
universidades
y centros de
investigación
hasta las
administraciones
y empresas.